Si tuviéramos la capacidad de asesinar con violencia desmesurada a todos aquellos que opinan de algo ya no sólo citando el titular sino basándose en lo que les dijo uno que decía que sabía de lo que hablaba es más que probable que nos quedemos solos. O que nos maten, porque la deriva es muy grande y no se puede saber de todo pero, como si fuera la reina, hay que parecerlo a toda costa. Y cuando en medio de una lógica dialéctica a alguno le pillan en el pozo sin fondo de su desconocimiento, negarlo todo. Podría ser alguien que jura saber de música más que nadie pero no conoce a Ketih Richards y sí el nombre del perro de Malú. Y ahí llega ese argumentario miserable y bufón de que el arte no debería de estar monopolizado por snobs, que nadie puede poner en duda que haya quien adore el Trap o los gorgoritos indeseables de pseudo concursos musicales porque, y ahí te miran con cara de haber encontrado el santo grial de la discusión, el arte es inclasificable y la opinión libre.
Así que en ese momento me voy a Picasso. Algunas de sus obras las hubiera firmado mi perro pero detrás de ello estaba un señor capaz de hacer cuadros realistas de una fortaleza brutal ( pintadas con quince años). Podría ser la comparación entre el Twisting by the pool (que es un horror) y Telegraph Road, firmados los dos por Mark Knopfler. Conozco a quien, borracha y con sus propios excrementos, hizo un cuadro en una pared y no, no es una artista, es una cerda.
Hoy me he enterado que el obispo Setién ha fallecido. Tuvo sus titulares y momentos de fama. Los tuvo, hace muchos años. Eran esos momentos en los que los grandes asesinos que teníamos en España creían estar vivos para salvarnos del invasor español, responsable de todos y cada uno de los males que aquejaban a la sana, trabajadora y pura población euskaldún. (Cambie usted los tiros en la nuca por lazos amarillos y el discurso se parece). Pero también, y tampoco vamos a negarlo, a algunos se les habían puesto las gónadas como balones de Nivea (que ya no hay, ¿verdad?) y repartían bofetadas aquí y allá. Setién había dicho que matar es malo se mate a quien se mate. Entonces los titulares, ansiosos de sangre clerical, empezaron a decir que el prelado de San Sebastián (porque Donosti es un nombre muy moderno para entonces) defendía el terrorismo etarra. Obviamente ante la pregunta interesada de "¿Se siente usted dolido por la muerte de tal o cual etarra?" él había respondido que sí. Ya tenían titular
Por entonces yo pasaba tardes enteras en una gran casa siendo el novio formal de la tercera de cinco hermanas que estaba comprometida en la ardua tarea de convertirme en un clon del novio de la mayor, al que no me parecí nunca. El caso es que después de cortar tomates para una ensalada y llevarla al salón me encontré con un cura de gafas de pasta anchas, alto y con alzacuello, presidiendo la mesa. Le identifiqué. Me dijo que estaba esperando que pasará la tormenta y de paso visitar a sus ahijadas. Como he sido un bocazas toda la vida le pregunté directamente sobre si era verdad lo que decía la televisión. Él me regaló un libro. "Ahí están mis textos completos"-me dijo. Sucedió lo que suele suceder cuando uno se encuentra delante de alguien mucho más listo que él y le escucha: que es capaz de comprender su punto de vista. A veces, como me sucedió con Ibarretxe, sin estar de acuerdo. A veces, como es el caso, entendiendo que un cura defiende la vida humana por encima de todo y que no le parece bien que la gente se mate entre ellos, aunque algunos sean muy malos. No había mucho más en aquella polémica pero la distancia entre el titular y la verdad era más grande que la que hay entre el cielo y el infierno. A algunos les gusta sacar palabras de contexto y ratificarse jurando que ha fallecido un cura que defendía a los asesinos.
No es nada nuevo emplear, por parte del periodismo y ahora por parte de cualquiera, ese lado de la verdad que ratifica lo que necesitamos creer. Dicen que dices que digo...
-¿Comemos algo luego?- dije a las seis de la tarde. A las nueve y media me recriminaron no invitar a cenar y la explicación ante mi inicial asombro fue que "comer" no es lo mismo que "cenar". Será que soy una persona perfectamente capacitada para dar titulares falsos a los que agarrarse.
Manipular la televisión pública está muy mal cuando lo hacen los demás, por poner un ejemplo. Y una agresión en una pareja es mucho más grave si lo hace un hombre hacia una mujer que una agresión de hombre a hombre, de mujer a mujer o de mujer a hombre (ese dato lo podéis comprobar en el código penal, principalmente porque se considera agresión sin agravantes y lo lleva un juzgado convencional en vez de uno especializado en violencia doméstica). Pero los titulares, que es a lo que vamos, buscan ratificar lo que quieres saber en vez de decirte la verdad: dicen que se acabó la manipulación o que se protege al débil que siempre es bueno, bondadoso y no miente jamás. Sólo hay hijos de puta en el lado de los otros.
A veces la verdad está escondida en el texto pero seamos realistas: no lee nadie por miedo a encontrarse de bruces con lo que no quieren ver y entrar en una espiral loca que les vuelva la cabeza del revés. Es lo mismo que preguntar donde estuviste entre las tres y las once habiendo visto una llamada de un tal Patxi en el teléfono. Claro que ahí lo que hago es opinar sin conocer todos los datos. Bajo mi propio criterio: merezco ser asesinado pero, por favor, leedme hasta el final del libro.
La vida opinada. Todo a golpe de titular interesado.
En una guerra termonuclear sólo sobrevivirán los insectos. Y los cuñados.
1 comentario:
Dos cosas:
1 - Deberías aplicarte en el uso interesado de la polisemia. Si hubieses dicho "tomar algo", habrías incluido algo sólido, algo líquido y, muy importante, algo gaseoso. La polisemia aumenta las opciones.
2 - Tener un cuñado implica que, por cojones, tú eres también cuñado. El cuñadismo es autodestructivo, pero es verdad que ésa era tu tesis.
Creo.
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