Charlie Kirk era un cabronazo. Probablemente eso es un hecho indudable. ¿Por qué lo era?. Por estar a favor y defender un argumentario trasnochado. más que fuera de lo que nos gustaría que fuese el mundo. En contra de los derechos Lgtb, muy a favor de Israel, a favor de las deportaciones masivas de EEUU y defensor del derecho a tener armas. Derecho gracias al cual un tipo, desde una azotea a 200m, le pegó un tiro letal.
En una campaña electoral americana, hace años, algunos voceros llegaron a decir que Hillary secuestraba niños y los tenía esclavizados en los bajos de sus sedes. Un tipo, pistola en mano, entró en una de esas sedes exigiendo la liberación de los niños. ¿Qué niños? le preguntaron cuando buscaba ansiosamente el sótano que no existía.
Estoy absolutamente convencido que tanto el asesino de Kirk como el que buscaba aquel sótano lleno de niños esclavizados sexualmente creían que estaban haciendo un bien. No existe ninguna figura histórica, mayor o menos, que no creyera que sus desmanes estaban justificados por un bien mayor. La maldad por maldad, solamente por el hecho de hacer el mal, no existe. Los grandes asesinos en serie disponían de justificación aunque solamente fuera porque oían voces o sentían la imperiosa necesidad de satisfacer a su demonio interior. Mao Zedong, con sus más de 45 millones de asesinados. Stalin, con 23 millones o Hitler con sus 17 ( seguido de cerca por Leopoldo de Belgica) estaban convencidos de ser los únicos que tenían los huevos de arreglar los problemas del mundo erradicando el mal como quien acaba con un avispero del jardín.
Lo que sí que es verdad es que en todos los casos las víctimas es necesario que estén en el lado incorrecto con el fin de despersonalizarlas y poder incluirlas en la categoría de prescindibles. Los asesinos de ETA, que a algunos les conozco bastante bien, solamente mataban españoles enemigos de la identidad euskaldun. Primero les metían el saco, luego les señalaban y más tarde alguien les pegaba un tiro. Después, con el arma aún humeante, se marchaba a casa creyendo que había hecho un gran bien por todos los vascos.
Los psicóticos solamente necesitan una excusa, por pequeña que sea. Su sesgo de confirmación se activa y por muy salvaje que sea lo que haga siempre será un daño menor que el del enemigo. Cuando mataron a Carrero Blanco se brindó con espumoso en lugares insospechados. Cuando mataron a Martin Luther King, probablemente también.
Los días que escribía Gora España, ese libro maldito en el que intentaba contar que los chalados de la derecha y de la izquierda son iguales, me percaté que un imbécil de izquierdas suele estar orgulloso de ser un imbécil. Que, después de una tropelía, va donde sus colegas dándose golpes en el pecho orgulloso. Sin embargo un chalado de derechas se calla y te dice: "vaya, qué pena, se ha muerto". Eso no quita que sean iguales y hayan hecho lo mismo aunque su manera de comunicar la imbecilidad resulte diferente.
Quizá por eso resulta vomitivo ver cómo la izquierda mundial se sienta orgullosa de que hayan matado al cabronazo de Kirk, pero eso no quita que existan momentos en los que, ante barbaridades equivalentes, la derecha mundial te diga que es una pena que se hayan muerto tantos niños bombardeados.
La clave de todo ello está en la confrontación en la que parece que nos gusta vivir. Cuando, casi siempre por intereses políticos, nos obligan a elegir entre uno de los dos lados del muro y odiar a los del lado contrario, suceden estas cosas: que uno se salta el muro y se lía a hostias o a tiros creyendo que hace lo correcto. La confrontación es una herramienta política, no lo dudes, preparada para quitarte el derecho a pensar por ti mismo. Como buena herramienta obliga a certificar como bueno todo lo que dice tu lado y malo lo contrario. Evita poder considerar la razón en algún aspecto que no sea de este lado del muro y, por supuesto, no reconocer como lo mismo cuando lo hacemos nosotros. En España resulta que no queremos que venga la derecha porque van a controlar la televisión pública, van a poner colegas en todas las empresas que puedan, van a corromperse cobrando de adjudicaciones, van a intentar controlar la justicia o se van a comprar chalets y putas con tu dinero. Nada de lo que diga la oposición está bien, incluido el trazado del carril bici de Valdemorillo. Por supuesto que el otro lado del muro hace lo mismo, y así nos va. Escapar de quien te quiere convencer que el otro bando es malo en todo resulta una obligación complicada de llevar democráticamente a cabo. Vivimos en esos juegos para casi todo: telefónica o vodafone, android o ios, windows o mac, coche o bici. También estamos sumergidos en publicidades que te intentan convencer que son la única opción: Ikea jamás te dice que hay otros fabricantes de muebles y las compañías de seguros se aburren de contarte que todas las demás te engañan, pero nunca dicen en qué. Los otros son los malos, me tienes que creer, pero no te voy a explicar cuales son los motivos porque ya lo pienso yo por ti.
El siguiente paso de la confrontación empieza cuando se hacen cosas por joder. Lo mismo se saca una norma para que los que matan corderos no recen en un polideportivo como se pide la expropiación de los bienes de los toreros. Lo mismo se da un dinero público para un taller de tatuaje de vaginas resilientes como se pintan de azul los bancos que antes eran morados. Quemar el coche del vecino porque es un Tesla y entonces significa que es un fascista en vez de uno que no sabe de coches. Echar chinchetas moralmente superiores a un grupo de ciclistas. Comprarte una bandera con aguilucho para fastidiar en la grada del campo de futbol. Todas esas gilipolleces están hechas para que te posiciones y tú o tu cuñado llegue al paso tres.
El tercer paso es cuando alguien, que es tonto hasta la médula, se lía a hostias con quien no piensa como él. Esa es la excusa perfecta para justificar la división y poner el foco en lo malo que es la raza inferior que vive al otro lado. También es la excusa perfecta para que otro imbécil actúe en la dirección contraria. Eso, si vamos añadiendo capas, termina con un tipo en una azotea apuntando a un cabronazo.
Pero matar a un facha o a un cabronazo no es excusable, por mucho que en las películas y en los mítines te quieran convencer que está bien hecho.
2 comentarios:
Afortunadamente hay personas, pocas que piensan y que se sienten personas. Es el momento de suplicarles que no se callen.
Pues acabo de leer que al asesino se le va a ajusticiar sin derecho a apelar y sin esperas. Nada de poner la otra mejilla, ojo por ojo. A mí me huele a crispación máxima, si me apuras, a guerra civil, precisamente gracias a la segunda enmienda.
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