Mal dia para buscar

20 de septiembre de 2025

España, el país de asesores.

España es un país de asesores.

En absoluto lo digo por los 948 del presidente o los 1573 en total del gobierno. Al fin y al cabo es de dominio público que la burocracia es un tipo de enfermedad muy contagiosa: cuando algo sale mal se hace un observatorio o una comisión de expertos que mete en la rueda del salario público a otro saco de burócratas. Tenemos cargos tan cómicos como el jefe del gabinete del jefe del gabinete. No es broma.

Sin embargo cuando digo que somos un país de asesores es porque somos un país de jubilados en las obras explicando a los que trabajan cómo se debería de hacer bien. Somos un país de voceros tertulianos frustrados que se empeñan en poner cara de superioridad explicando a quien tiene un problema de verdad la manera más sencilla de resolverlo. Somos esa sociedad que, portando la bandera que toque en ese momento, sale a la calle a reivindicar la solución que cree adecuada para un conflicto que no conoce, no es partícipe y calma su sed de moralidad cuando se vuelve a casa a tomarse unas cervezas con los colegas.

Si algo tiene el Español medio es su capacidad de asesorar a cualquiera mientras ejerce la procrastinación con sus problemas de verdad.  El español medio te asesora respecto de la manera de que tu primo, al que no conoce, acabe la relación con su pareja tóxica mientras, después, queda con la toxicidad hecha relación personal sin hacer nada al respecto.

Somos los reyes en decir a cualquiera lo fácil que se solucionan sus problemas pero no hacemos nada por arreglar los nuestros. Salimos a la calle enfurecidos exigiendo la bajada de los precios del alquiler pero buscamos quien nos pague más si es que heredamos el piso de la abuela (Hostia, y siguen subiendo los precios). Nos ponemos dignos con la importancia de pagar impuestos pero le pedimos al pintor que nos lo haga en B. Arrasamos con la vuelta ciclista pero que nadie nos toque al Atlético de Madrid. Exigimos trabajar menos y cobrar más siempre que lo pague otro. Esquivamos la hipocresía de la forma cool de vivir actual negando nuestras acciones reales, que no suelen ser ninguna de las que asesoramos.

Probablemente es porque nadie quiere ser el que lleve la bandera al salir de las trincheras ya que es el primero al que le pegan un tiro.

Si algo tienen ( o tenemos, porque yo he ejercido de ello) los tertulianos es que todos tenemos la solución a cualquier problema. Somos asesores sociales. Pero ni uno solo se irá a aplicar sus recetas donde toque. Vivimos en una sociedad que premia al estúpido y al que hace las cosas como se supone que las debe de hacer. Tenemos aspiración de funcionario que cumple órdenes. Sabemos, porque eso lo hemos aprendido bien, que el tipo que se va por el ladrón que le arrancó el dinero de la pensión al viejo es el que se lleva la primera hostia. Hemos aprendido que el emprendedor que arriesga su dinero, tiempo y esfuerzo es el que lo pierde todo si sale mal. Si te vas a una guerra a defender al bando que crees adecuado, puede que te maten. Si, en definitiva, asumes cualquier tipo de riesgo acorde con tu dialéctica, te puede salir mal. Joder, nadie quiere que le salga mal pero todos queremos sentirnos empáticos y justos. Por eso nos convertimos en asesores, que es un grado de cobardía.

Un asesor es alguien que te dice lo que debes de hacer pero el que pierdes eres tú. Viene a ser como un gobernante que si se equivoca pierde el dinero, la casa o el trabajo de otros sin ningún perjuicio para él mismo.

Vivimos en un país de asesores, en mayor o menor medida. Eso, por lógica, es un país muerto.

En 1989 un profesor nos comentó que el futuro era un futuro de servicios. Servicios de abogacía, ingeniería, logística o lo que fuera. Nos decía que el servicio siempre es a alguien que tiene una empresa o una actividad que genera algún tipo de riqueza. Obviamente sin ese ente superior empresarial no hay a quien dar servicio y que si queremos avanzar no debemos ser el servicio sino ser la empresa, pero que nadie quiere ser empresario porque es duro y poco gratificante. Que te manchas las manos. Que te duele la espalda.

Ser un país de asesores, en cualquier sentido, es disponer de un país relleno de hipócritas. Bienvenidos a España: te digo como debes de hacer las cosas bien y si no las haces eres imbécil, pero yo no me mancho las manos de mierda jamás. 

Lo peor de todo es que cuando alguien hace algo, acertada o equivocadamente, se le señala con el dedo. Reivindico furibundamente el valor de las personas que hacen cosas y me parecen unos mierdas los que gritan mucho haciendo gestos moralmente superiores y simbólicos para luego irse a su puta casa. Eso sí, son mayoría.

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