Un grupo de psicólogos canadienes se han preguntado por qué nos resulta complicado adivinar si tal o cual anécdota la habíamos contado antes a tal o cual persona.
Es ese efecto que tenemos al descubrir por parte de nuestro interlocutor que aquel chiste o aquella andanza ya había sido relatada con anterioridad, sea o no verdad.
Parece, por las investigaciones, que el ser humano dispone de una especie de "memoria origen" y una "memoria destino" sucediendo que cuando estamos argumentando una historia nuestro cerebro se olvida de a quien se lo estamos contando porque nos estamos fijando en nosotros mismos durante ese proceso masturbatorio que es disfrutar de escucharnos.
Sin embargo cuando nos cuentan algo lo asociamos a en nuestra memoria de origen a la persona que nos lo contó, por lo que resulta mucho más sencillo guardar ese dato.
Para ello tomaron una serie de fotografías a las que asociaron unos datos en una mitad y pidieron que el sujeto asociara datos a la otra mitad. Cuando volvieron sobre ellas les resultó más sencillo recordar los datos dados que los asignados por cada uno.
Es decir, que si bien nuestra "memoria origen" funciona sin problemas identificándolo facilmente, la "memoria destino" tiende a olvidar el mismo, como quien tira su basura.
El problema reside, explican, en que nos centramos en nosotros haciendo de menos al interlocutor. El arreglo es, como se puede suponer, en preocuparse más de la otra persona que de nosotros mismos.
Claro está, que muchas veces nos encanta contar las cosas, como en una cena con amigos en las que al final las historias son siempre las mismas. Ya verás en la cena de navidad cuando te digan: ¿Esto no lo habías contado antes?
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