Hay dos ejemplos claros de lo que supone el efecto Zeigarnik en nuestra vida.
Uno está basado en la tremenda y sorprendente capacidad de retentiva de los camareros que son capaces de recordar que en la mesa cuatro tiene que servir dos cafes, uno de ellos descafeinado de cafetera, una fanta limón y un bollo suizo (no confundir con una lesbiana centroeuropea de turgentes pechos).
Otro, mucho más común, es la capacidad que tenemos de recordar cómo se quedó esa serie a medias en el capítulo anterior. (Que, curiosamente, se denomina cliffhanger (colgado del acantilado) para hacer referencia a un final de suspense).
Y es que Bluma Zeigarnik, una psicóloga soviética descubrió que las personas somos capaces de realizar con mayor prestancia algunos procesos si realizamos pausas. Esto es debido a que estas tareas inconclusas generan una cierta tensión en el individuo por finalizarlas pero también este efecto nos hace recordar los pasos previos para obtener un nuevo punto de partida.
"Hacer un descansito", que se dice.
En informática siempre se hace el chiste de que cuando algo no funciona, se resetea. Es una manera de aplicar este efecto.
Por otra parte todos sabemos que en situaciones de estrés es recomendable realizar otro tipo de actividades para superar ese bloqueo.
Desafortunadamente este efecto tiene su lado malo, por supuesto. Cualquier tarea inacabada, incluídos los traumas, nos origina una tensión añadida por no haber llegado a ninguna meta. Así que si existe algo que nos atormenta, este dispositivo mental no nos ayuda mucho, es más, supone ese dolor en la parte de atrás de la nuca que te recuerda que algo dejaste sin finalizar porque el ser humano, desafortunadamente, necesita sentir que va llegando a algún sitio.
De todas formas cuando estés haciendo un trabajo, escribiendo un artículo o tu jefe te recrimine que estás haciendo nada les puedes responder que te encuentras, en ese precido instante, aplicando el efecto Zeigarnik. Y quedas fenomenal.
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