No sé si alguna vez has estado delante de un tipo que parece que le cae bien a todo el mundo. Ese que es recordado por su buen humor pero a ti no te hace ni puta gracia. Es ese del que intentas escapar cuando te lo encuentras por la calle y el mismo que alguna vez determinó con su presencia si ibas o no a aquel encuentro de colegas. ¿Por qué? Por que no es tu colega. Es un jodido gracioso sin gracia que parece que porque es bajito, calvo, gordo o porque simplemente ha tenido un vida muy complicada hay que hacerle la ola.
Pues bien. Mi vecino de enfrente es ese tipo. Se cree el más cooperativo y el más solidario. Sale con un trombón ( verídico) comprado en Amazon a la hora del aplausómetro y el otro día llegué a pensar que un barco intentaba atracar frente a mi casa. Después, no tranquilo con eso, le da por poner música a todo volumen para animar el barrio y a mi, sinceramente, veinte segundos de reggetón me hacen buscar la escopeta de cañones recortados que no tengo en el fondo de los armarios. No te digo veinte minutos en los que lo más salvable es Rafaella Carrá. Ayer quiso, megáfono en la ventana, jugar al veo veo. Y alguien, alguno de esos que le hacen la ola como si fuera muy gracioso, le seguía el juego. !NO!. No hay que hacer eso porque se viene arriba y quiere organizar su propia actividad de balcón hasta que consiga salir en las noticias de Antena 3 como ejemplo de los estupendos y maravillosos que somos los españoles cuando tenemos que estar en casa. Le estáis dando alas y eso es muy peligroso.
Estoy seguro que hace whatsapp supuestamente graciosos o concienciados que envía a todos sus contactos. Se pone compungido, políticamente correcto, solidario y forofo si hace falta, cada día. Se cree contingente, como un alcalde, cuando ni siquiera es necesario y su mujer está siempre un paso detrás en el salón, algo avergonzada antes de ponerle cara condescendiente cuando él, alegre cual niñato simpaticón más coñazo que una mosca cojonera, la mira diciendo con sus ojos "!qué bueno soy!"
Es el que sale a las 8, cacerolea a las 9 y estoy convencido que los dibujos que hay en los cristales de su casa con rasgos de niño con ceras de plastidecor, los hace él. Por las mañanas quiere ser Eva Nasarre en su balcón. Grita a los que van sin perro y les graba con el móvil sin pensar que pueden ser sanitarios, panaderos o informáticos que intentamos que pueda seguir vivo y gordo enviando sus soplapolleces.
Pero claro, no le puedo decir que es un imbécil de esos que creen que porque le guste algo nos tiene que gustar a los demás y estos días, si le llevas la contraria, eres un italo-asiático enfermo que lo que quiere es matar al barrio.
Más o menos lo mismo que si le dices, en el último chiste, al amigo graciosete que deje de dar por culo con su falta de humor: te excluyen del grupo aunque en la intimidad te reconocen que estan hartitos del muchacho en cuestión.
Y el grupo, como mi barrio en esos momentos, me da vergüenza ajena porque al frente va un gilipollas. Solidario quizá ( aunque lo hace por su propio ego). Gracioso para ti ( porque no tiene ni puta gracia). Pero gilipollas: todo.
Voy a cerrar las ventanas, que empieza el aplausómetro con trombón.
Y yo, sin escopeta.
2 comentarios:
Por desgracia , yo me
he encontrado alguno
de esos personajes ,
alquila la escopeta
ya , lo que se dice
ya .
¿Así que tienes de vecino al puto gilipollas de Simón?
Te compadezco.
(((curiosa versión)))
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