Mal dia para buscar

20 de agosto de 2025

Nuevos y viejos clásicos.

He de suponer que con la irrupción del Rock más de uno se echó las manos a la cabeza por no entender que una sociedad que había sido capaz de darnos las maravillas de la música clásica o la armonización casi perfecta del gospel, se estaba rindiendo a unos golpes de batería y un tipo moviendo sensualmente las caderas. Tiene un punto de lógica entender que cuando pasamos del virtuosismo a la simplificación aquellos que han estudiado a Mozart o a Wagner se escandalicen.

Es exactamente lo mismo que la irrupción del punk, donde se reunían pijiosos gritones sin formación a hacer ruido en escenarios. Reconozco que sé más de Eskorbuto, Sex Pistols y New York Dools que de Vivaldi.


Una de las cosas que pasan con el tiempo es que aquellos ruidosos terminan aprendiendo música. Y es de agradecer. Ayer escuché a lo lejos y a media tarde algo que sonaba bastante bien. Dejando que mis pasos me llevaran casi de la misma manera que un perro sigue el olorcillo de una trufa, llegué a un escenario donde cuatro jubilados de pelo largo canoso hacían rock de altísima calidad. Sin alardes ni nada porque no era más que la prueba de sonido. Pregunté quienes eran esos fenómenos. Barón Rojo. Obviamente, pensé, alguien que lleva tocado toda la vida al final lo termina haciendo bien. Uno de los grandes conciertos de mis últimos años fue ver a Burning y un momento de inflexión musical en la vida fue ver a Maceo Parker. Todos dan más de cien bolos al año y han aprendido a sonar bien.

Sin embargo quien lleva más gente a algunos escenarios es la mamarracha de turno que canta como la tía Mari Pili cuando se toma el tercer martini. Las modas son extrañas vendedoras de entradas.

Con el paso de los años nos damos cuenta quien era un profesional y quien era un espejismo. Quizá por eso hay discos que han envejecido bien y grandes éxitos que suenan viejos. También, por el camino, hay demasiada gente válida que abandona, en medio de la desesperación, aturdido por que sus clases de canto no son comparables al autotune de algún tipo con la gorra para atrás. Supongo que es una sensación parecida a la que yo tuve cuando puse cara al tipo con el que se acostaba, los jueves, la que lo hacía conmigo los sábados. "Entiendo que me cambies por otro, porque soy un desastre y soy un tipo mediocre"- le dije. "Lo que te pido es que sea Brad Pitt o que te metas a monja, porque no puedo competir con un estándar de belleza ni con Dios"- después sentencié: "Pero con ese tío mierda no, por favor". Por mucho que nos guste pensar que las cosas las hacemos por que nos agradan y porque se hacen sin esperar nada a cambio, tú también te comparas cuando estás en silencio con tus pensamientos.

El nuevo amante, el elefante que desordena todo al entrar en tu vida cultural, las nuevas experiencias, los paisajes no conocidos e incluso los nuevos sonidos o una forma desconocida de ver cine tienen su momento pero cuando pasa el tiempo, que es la misma sensación que queda, a veces, al mirar atrás, te das cuenta lo bueno que era lo que no supiste valorar en ese instante. De vez en cuando vuelvo al cine clásico. De vez en cuando me vuelvo a quedar enganchado al Too Long in Exile de Van Morrison. De vez en cuando te recuerdo con nostalgia.

Vivimos, cada vez más, en tiempos que necesitan cambiar constantemente la atención de un lado a otro, como un scroll infinito de emociones donde la siguiente seguro que es más sorprendente que la anterior. Cambiamos la ropa, el coche, el móvil, la cadena de televisión y la serie. Cambiaste de amante por alguien que definiste como más afín. Cambiaste a Beethoven por Elvis y a Elvis por los Rolling, a los Rolling por la Velvet y a la Velvet por los Clash. A todos por Michael y a Michael por Soundgarden. A Soundgarden por Aha y a esos por Rosalia. Y a Rosalia por Quevedo, pero el que no sabe cantar.

La pathetique de Beethoven, es maravillosa. Reconozco que yo canté como un loco Rock the Casbah en un bar que ya no existe de Malasaña. Oímos Mayeútica en el equipo de sonido bueno sentados en el sofá. Reconozco que hace mucho que no soy capaz de encontrar propietarios a las canciones que pertenecen a mi historia, como si una parte personal fuera compartida por un recuerdo. Soy de esos que asocian paisajes a las personas con quien se descubrieron y canciones que me traen a la mente sensaciones e imágenes.

Supongo que la vida es un poco de artistas. Me explico. Empiezas, torpe y envalentonado, haciendo ruido pero si sigues, día a día, al final terminas haciéndolo bien. Por el camino hay cien millones de veces que tienes ganas de abandonar porque no serás la nueva sensación ni podrás igualar a los clásicos. No serás Brad Pitt ni Dios. Habrás de soportar compararte con un mediocre que pasaba por allí. 

Dicen que el truco es seguir porque al final, aunque no vaya nadie a tus conciertos, hay un día en el que lo haces bien. También dices que serás el clásico de alguien. Tengo mis dudas. También hay una historia en la que eres el hijo de puta. En las mías nunca acabo como héroe.

Los clásicos son los que te revuelven y a los que vuelves. Esas canciones y sonidos que, como los abrazos, necesitas antes de rendirte.

Voy a contar un secreto: Esa actuación de una jovencísima Barbra con Burt Bacharach cantando el "close to you" está en la lista de mis inconfesables.

2 comentarios:

Alberto Secades dijo...

https://youtu.be/I_2D8Eo15wE?si=8IUabHgseZYOxMHK

Anónimo dijo...

Eres un sobresorpresa :) . 🙏🏾 Barbra forever