San Valentin es, queramos o no, un torpedeo incesante sobre la concepción mainstream del amor. Las flores , los corazones, siete millones de polvos y buscar en spotify algún bolero que no tenga el desapego traicionero de un buen tango.
Se puede vivir como una película. Copas, risas, un ático y una luz indirecta que rebota si es que se va moviendo la mesilla que está más cerca de la puerta. Resaca el día siguiente por la mañana y evitar esa sensación de estar solo, como quien ignora un síntoma, en una de esas noches en las que la imaginación convierte a la mayoría en una idealización de la verdad.
Se puede vivir como un drama. Dejar la televisión encendida para notar algo de ruido convertido en compañía y regodearse en los cientos de errores que dejaron atrás abrazos que ahora parecen más cálidos sin contar con lo fríos instantes que los convirtieron en pasado.
Se puede vivir en la ignorancia o en el desprecio. Posicionarse moralmente por encima de la estupidez amatoria de los demás como si fuera una mentira en la que más de uno gusta de vivir, como quien es un fanboy de cualquier marca, un vendido de una ideología o de un partido político.
Todas las maneras anteriormente descritas son subterfugios.
El amor se ha convertido en una extraña mercancía donde hacen caja los cuantificadores de las mentiras, donde doce rosas significan más amor que seis, donde el sexo se confunde con el cariño y valen más tres horas de sudor que tres minutos apoyando la cabeza en su ombligo mientras ordena tu pelo. El pavor a reconocernos imperfectos, si no nos esconde en un refugio incorrecto de ostracismo, se tapa con velas de parafina y mentiras piadosas, que es una zona de confort socialmente admitida en las parejas contemporáneas, irremediablemente sometidas a la montaña rusa de la pasión y las decepciones.
Nunca aprendimos a callarnos las discusiones con un beso, y por eso nos perdimos. Jamás comprendimos que nuestra casa debía tener su cuarto, el mío y el salón común, por eso acabamos en viviendas separadas. No nos cuidamos nunca cuando estuvimos enfermos y es por ello por lo que soy incapaz de imaginarla con mala cara. Intentamos conseguir el imposible con el que soñamos o que nos prometieron y no aceptamos un honroso diploma de honor en las olimpiadas de la convivencia. No nos llegamos a presentar jamás a la convocatoria de las oposiciones porque creímos no estar suficientemente preparados como exigía el guión de la última película romántica. En realidad no nos quisimos, o sí. Tampoco hablo de una sola persona sino de mi, de todas las demás o de los que vengan por delante hasta que aprenda a conformarme con el frío que tiene la navidad mientras se celebra porque San Valentín no es más que la navidad del amor.
A unos les gusta y otros tienen frío.
Disfrutarla es mainstream.
Consumirla es agotarla.
Hay quien se la merece y quien le reza.
Hay quien se la merece y quien le reza.
Pd: San Valentin y el refugio , El San Valentin de los perdedores , Ciencias,letras,amor y San Valentín.
2 comentarios:
Feliz san valentin txkitin!!
¿Gracias?. En fin, después de empaparme bajo la lluvia creo que más que una felicitaciones lo que agradeceria es un croissant a la plancha. A ustedes, enamorados o no, tambien les deseo un San Ballantines carnavalesco. Estoy por ponerme el unico disfraz que tengo y corretear por el pasillo, pero me haré un café.
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