Definitivamente tenemos un problema.
No es que nos tengamos que referir a las injusticias o las malas realidades como un conjunto de molestias innecesarias que nos toca vivir como consecuencia de otra serie de desmanes. Ya se sabe: ir en coche a protestar contra la contaminación. Querer ser ricos sin considerar que eso implica que haya un agravio comparativo llamado pobre. Esperar que vuelva a llamar tras recordarme insistentemente que hay otro tipo. Uno de los problemas que tienen los teóricos es que se les olvidan los componentes casi mágicos que tiene la realidad. Ese es el problema de muchos de los estudios científicos o teorías sociales que casi lo pueden todo. A veces, solamente a veces, aciertan. La mayoría de las ocasiones son algo parecido a la solución sobre la vida sentimental de cada uno cuando alguien aconseja sobre ella delante de un café: parece posible pero cuando, un par de días después, preguntan qué tal te ha ido sólo puedes responder: "me han dado hasta en el carnet".
Existen ciertas concepciones de la realidad sustentadas en despachos universitarios como si fueran los altares de la única certeza. Existen palabras grandilocuentes como igualdad, democracia, justicia o verdad que parecen exactas pero en realidad no lo son. Cuando la supuestamente equilibrada sociedad occidental apostaba por la democracia egipcia nos imaginábamos tiendas de apple, hamburgueserías, un poco de botellón, wifi gratis y casas unifamiliares con jardín a lo ancho y largo de El Cairo. Sin embargo la democracia, por definición, es hacer lo que decida la mayoría del pueblo y el pueblo egipcio votó un gobierno que apostaba por tapar la cara y los derechos de las mujeres, cortar la mano del ladrón y castigar al infiel. Ahí ya no era democracia pero, en realidad, lo era. La teoría se había equivocado porque a ningún profesor universitario se le podía ocurrir pensar que la mayoría podía equivocarse o apostar por algo que, desde aquí, suena medieval. Viene a ser como creer en el amor eterno, encontrar a alguien que dice que te quiere y descubrir con asombro que su manera de querer y la tuya no se parecen en nada mientras ninguno está dispuesto a ceder en sus líneas rojas.
Ahora estamos subyugados por estudios que son capaces de decirnos y de demostrarnos que justicia, igualdad, reparto de la riqueza y equilibrio social es algo nítido, que es casi la clarividencia de una obviedad que no se ha alcanzado antes por desidia. Se nos jura que todos valemos lo mismo, que nos gusta la misma música o que nos agrada igualmente la forma de hacer cositas en la cama. Se establecen puntos inamovibles teóricamente perfectos y se desprecian errores y aciertos de antaño. Por una cuestión estadística se eliminan los extremos de la campana de gauss.
Hay una mayoría de personas que prefieren wifi gratis a tener asegurada la comida y ese es un síntoma del problema, casi como considerar que somos un pais de iguales pero me mandan las consignas revolucionarias con un teléfono de 600€ que yo no mepuedo quiero permitir por mucho que me vengan a vender que eso es parte de la democracia, porque no lo es.
Mi profesor de universidad jamás cogió un destornillador y se permitía dar lecciones a obreros experimentados porque él tenía un título y ellos no. Ellos le respetaban. Es una pena que, desde su despacho, siga sin aprender a respetar a los que no tienen whatsapp.
También es cierto que si uno tiene despacho no siente la necesidad de bajar a la calle.
La realidad, el amor, la certeza y la verdad residen en pequeñas gotas esparcidas en todos nuestros lugares y en cada uno de nuestros aciertos y errores.
Pd: pero todo evoluciona, como Batman.
No es que nos tengamos que referir a las injusticias o las malas realidades como un conjunto de molestias innecesarias que nos toca vivir como consecuencia de otra serie de desmanes. Ya se sabe: ir en coche a protestar contra la contaminación. Querer ser ricos sin considerar que eso implica que haya un agravio comparativo llamado pobre. Esperar que vuelva a llamar tras recordarme insistentemente que hay otro tipo. Uno de los problemas que tienen los teóricos es que se les olvidan los componentes casi mágicos que tiene la realidad. Ese es el problema de muchos de los estudios científicos o teorías sociales que casi lo pueden todo. A veces, solamente a veces, aciertan. La mayoría de las ocasiones son algo parecido a la solución sobre la vida sentimental de cada uno cuando alguien aconseja sobre ella delante de un café: parece posible pero cuando, un par de días después, preguntan qué tal te ha ido sólo puedes responder: "me han dado hasta en el carnet".
Existen ciertas concepciones de la realidad sustentadas en despachos universitarios como si fueran los altares de la única certeza. Existen palabras grandilocuentes como igualdad, democracia, justicia o verdad que parecen exactas pero en realidad no lo son. Cuando la supuestamente equilibrada sociedad occidental apostaba por la democracia egipcia nos imaginábamos tiendas de apple, hamburgueserías, un poco de botellón, wifi gratis y casas unifamiliares con jardín a lo ancho y largo de El Cairo. Sin embargo la democracia, por definición, es hacer lo que decida la mayoría del pueblo y el pueblo egipcio votó un gobierno que apostaba por tapar la cara y los derechos de las mujeres, cortar la mano del ladrón y castigar al infiel. Ahí ya no era democracia pero, en realidad, lo era. La teoría se había equivocado porque a ningún profesor universitario se le podía ocurrir pensar que la mayoría podía equivocarse o apostar por algo que, desde aquí, suena medieval. Viene a ser como creer en el amor eterno, encontrar a alguien que dice que te quiere y descubrir con asombro que su manera de querer y la tuya no se parecen en nada mientras ninguno está dispuesto a ceder en sus líneas rojas.
Ahora estamos subyugados por estudios que son capaces de decirnos y de demostrarnos que justicia, igualdad, reparto de la riqueza y equilibrio social es algo nítido, que es casi la clarividencia de una obviedad que no se ha alcanzado antes por desidia. Se nos jura que todos valemos lo mismo, que nos gusta la misma música o que nos agrada igualmente la forma de hacer cositas en la cama. Se establecen puntos inamovibles teóricamente perfectos y se desprecian errores y aciertos de antaño. Por una cuestión estadística se eliminan los extremos de la campana de gauss.
Hay una mayoría de personas que prefieren wifi gratis a tener asegurada la comida y ese es un síntoma del problema, casi como considerar que somos un pais de iguales pero me mandan las consignas revolucionarias con un teléfono de 600€ que yo no me
Mi profesor de universidad jamás cogió un destornillador y se permitía dar lecciones a obreros experimentados porque él tenía un título y ellos no. Ellos le respetaban. Es una pena que, desde su despacho, siga sin aprender a respetar a los que no tienen whatsapp.
También es cierto que si uno tiene despacho no siente la necesidad de bajar a la calle.
La realidad, el amor, la certeza y la verdad residen en pequeñas gotas esparcidas en todos nuestros lugares y en cada uno de nuestros aciertos y errores.
Pd: pero todo evoluciona, como Batman.
1 comentario:
Estás sembrao. Mantienes el martillo pulido y lucido.
Otro excéntrico me plantea, a modo de reto, que defina qué significa la casta, en una entrada tipo "Nomenclátor", supongo.
Y no tengo ni idea de cómo hacer para afrontar el reto.
La única pista: aprovechar el libro de Ruth Benedict, "El crisantemo y la espada", encargado durante la II WW para que los americanos supieran cómo alcanzar la derrota japonesa y que, curiosamente, nunca dejó de tener vigencia pese al trabajo del "Enola Gay" el 6 de agosto en Hiroshima.
Aclara ciertos conceptos (feudalismo, jerarquía, revolución, círculos) que pretenden ser revisados, sin demasiado criterio o fortuna.
En otra parte leí que, mientras Mandela apoyaba su nuevo régimen en la Reconciliación (aceptando que quizá algunos deberían ser capaces de solicitar el perdón y posiblemente muchos deberían ser capaz de perdonar, todos deberían aceptar de una vez por todas que, para siempre, las cosas habían cambiado y todos serían considerados valiosos, con cosas que aportar para un futuro integrador. Frente a esa postura, apoyada en firmes ideas, en España se construyó un endeble andamiaje, apuntalado en la necia creencia de que todo debía ser cambiado para que nada cambiara, alimentado por las esperanzas de un pueblo ingenuo que anhelaba mayor protagonismo, pero al que se le restaba todo porque, como pasa siempre, las leyes (y las salchichas) se fabrican a puerta cerrada, escondidas de la vista de miradas indiscretas que no entenderían (ni aceptarían) lo engorroso de vestir al cerdo, troceado, con lo que envolvía sus heces un instante antes.
[[[Comentario PP]]]
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