Apple y Facebook, dos de esas empresas que van de estupendas y maravillosas como una familia americana que siempre sonríe en las fotos, financian la congelación de óvulos de sus empleadas para mantener el talento.
Es una especie de Gattaca, gran hermano ( el de Orwell, no el experimento sociológico), los habitantes de la nave Axioma (de la película Wall-E) que viven contentos, obesos y engañados sin mirar más allá de lo que les dictan sus pantallas y un poco de sedación empresarial para el reloj biológico que, queramos o no, tenemos todos de serie.
Antiguamente, cuando las empresas necesitaban que sus trabajadores vinieran de otras partes, hacían barrios enteros con sus correspondientes equipamientos para que las familias, los niños, lo perros y los abuelos vivieran en un entorno feliz protegidos por las prevendas de la compañía. Las casas de Sniace, en Torrelavega. Las construcciones de la parte baja de Bilbao pagadas por empresas que se instalaron en los años 60 y 70. En aquellos años la fábrica omnipotente ofrecía a sus empleados todo lo que consideraban necesario para vivir bajo aquel paraguas durante el resto de sus días.
Casi sin tener memoria histórica de cuando cambió aquello algunas compañías han decidido tomar ese rol perdido del Dios que todo lo puede y aparece la modernidad manchada con el control de la natalidad.
Quizá es porque el concepto de familia está caduco. Quizá es porque entre tanta familia unipersonal, monoparental, homosexual o matrimonio con hijos, nos hemos dejado la base por el camino. Nunca fue tener un hijo o comprar un monovolumen. Es una cuestión de afectos, de cariño, de proyecto y de futuro. El resto, que es lo anecdótico, parece que ahora es lo importante.
"Quiero tener un hijo"- oí una vez por el auricular del teléfono o en un mensaje- "Y creo que serías un buen padre"- siguió mientras yo sonreí sin que se notara. Entonces pensé en un abrazo o en un beso. Pensé en un silencio y en un refugio cargado de comprensión. Imaginé una llamada al salir del trabajo pidiendo que comprara yogurt, caer rendidos diez minutos después de lograr que durmiera el niño o saltar a la vez las vallas de la convivencia y los desencantos del día a día. Un idealista, lo sé. "Podríamos vivir cada uno en nuestra casa"- siguió mientras yo fantaseaba- "O, quizá, probar a estar juntos aunque eso lo veo más dificil porque somos muy diferentes"- Empecé a asombrarme. "Lo cierto es que esta semana me viene bien porque la que viene tengo una cena"- seguía como un robot. Yo, incauto y algo aturdido, paré a pensarlo. Quizá para ver o sordo de lo que quise, llamé a última hora "¿Hay algo para cenar o tengo que comprar?"- pregunté. "Es tarde. Me tengo que lavar el pelo"- respondíó. "Mejor en otro momento". Nunca más la vi. Creo que hay algo del concepto básico en lo que no estábamos de acuerdo.
Porque hay partes de la vida que no son tener, sino ser. Es casi aquel libro de Erich Fromm. No se tiene una familia por poseer un coche, un niño, dos perros, sexo los jueves y un jardin. A veces la familia es un grupo de amigos. No se es mejor persona porque una compañía moderna que se cree en posesión de la verdad dé libertad para la congelación de unos cuantos óvulos o financie la educación de los niños mientras, como abejas, hacemos miel para el beneplácito de nuestro nuevo Dios que nos castiga, nos premia y ahora quiere tener el control de nuestras vidas más personales. De ahí a untarnos las tostadas de mantequilla o a obligarnos, por contrato, a tener un hijo con Juana, la de administración, va un milímetro.
A veces es un sí. A veces es un no. Pero nunca es "a cualquier precio". El control de la natalidad y de los ciclos de la vida es algo que la tecnología nos está proporcionando pero eso no implica que tengamos que despreciar las fases de nuestra propia naturaleza en uno u otro camino.
Porque no es tener. Tener es circunstancial. "Una familia"- me dijo una vez mi padre- "se trabaja".
"El trabajo se tiene".
1 comentario:
Entiendo la metáfora: buscan congelar la relación contractual (lo que supongo afectará a los incrementos salariales).
Me deja helado.
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