Un profesor, en plena universidad, nos aseguró que las carreteras no debían de ser rectas y limpias porque los conductores se terminan confiando. Las curvas, aún en desiertos planos, deben de existir. Una de las fortalezas de las generaciones que se crían en medio de las guerras es precisamente, la multitud de curvas que han tenido que sortear hasta llegar a la madurez. Una de las cosas que siempre se achaca de la juventud es que "se les ha dado todo hecho" y, siguiendo la metáfora, significa que hemos hecho carreteras demasiado rectas. Las hemos hecho así porque hemos podido.
Poder, en este caso, es lo que tiene un mutante y lo puede usar para ser un superhéroe o un supervillano.
La tecnología y la ingeniería, la ciencia en general, han convertido la nuestra en una sociedad casi mutante donde exigimos estar a refugio continuamente pero, después, añoramos las emociones.
Los columpios llevan años con el suelo acolchado, los niños usan casco en bicicleta y las carreras universitarias aparecen como trámites para alargar la adolescencia en algunos casos. Tenemos pasos de cebra, sistemas antivuelco, protocolos de seguridad, airbags, control de tracción, cursos para recuperar los puntos del carnet y copias de seguridad.
Por una parte está bien. Por otra, la de vivirlo, es aburrido como unos autos de choque sin choque.
Conozco a alguna mujer que abandonó al hombre perfecto porque, precisamente , lo era. Se fue con un riesgo con sonrisa, sufrió y se quejó de no encontrar nunca al hombre perfecto cuando, en realidad, ni entendió lo que estaba buscando. Conozco a más de uno que, cansado de las normas y la falta de emoción de la occidental vida contemporánea, ha saltado a otros lugares del planeta para poder sentir la sensación de estar vivo y notar cómo, el coche, se va de atrás como se iba la bicicleta al entrar en las zonas con gravilla. El riesgo es emocionante cuando hay un porcentaje que no está controlado pero, después, cuando hay que tomar una decisión, gana el conservadurismo.
Así que tenemos coches aburridos en carreteras aburridas conducidos por personas con rutinas aburridas que ven programas de televisión con finales adivinables, rellenos de chistes blancos y que sueñan en vivir una vida emocionante pero, por el riesgo, se niegan a vivir.
Con el mismo razonamiento que insiste en que ganar en seguridad es perder en libertad social podemos concluir que eliminar el riesgo es perder en emoción.
Y así vamos, muriendo de viejos. Eliminando los caminos empedrados, esos que llenan de satisfacción recorrerlos con éxito (o con fracaso), porque alguien puso un luminoso en el de baldosas amarillas.
En un sofá, después de un anuncio de esos en los que jóvenes corren por la playa y saltan por un acantilado, ella le mira y le pregunta "¿Por qué no hemos hecho eso?". "Porque en el anuncio les esperan con una zodiac, les pagan y hay tres buceadores por si acaso"- le responde. La única vez que salieron al campo, vestidos con ropas recién compradas en un centro comercial deportivo, se dieron la vuelta cuando el barro empezó a llegar a los calcetines.
La inmensa mayoría se rinde cuando empieza a aparecer el riesgo no controlado aunque luego se queje de no tener una vida emocionante.
Yo tengo un coche muy seguro. Y muy aburrido. Hace tiempo que no doy besos sin vivir aterrado por el riesgo.
Así que tenemos coches aburridos en carreteras aburridas conducidos por personas con rutinas aburridas que ven programas de televisión con finales adivinables, rellenos de chistes blancos y que sueñan en vivir una vida emocionante pero, por el riesgo, se niegan a vivir.
Con el mismo razonamiento que insiste en que ganar en seguridad es perder en libertad social podemos concluir que eliminar el riesgo es perder en emoción.
Y así vamos, muriendo de viejos. Eliminando los caminos empedrados, esos que llenan de satisfacción recorrerlos con éxito (o con fracaso), porque alguien puso un luminoso en el de baldosas amarillas.
En un sofá, después de un anuncio de esos en los que jóvenes corren por la playa y saltan por un acantilado, ella le mira y le pregunta "¿Por qué no hemos hecho eso?". "Porque en el anuncio les esperan con una zodiac, les pagan y hay tres buceadores por si acaso"- le responde. La única vez que salieron al campo, vestidos con ropas recién compradas en un centro comercial deportivo, se dieron la vuelta cuando el barro empezó a llegar a los calcetines.
La inmensa mayoría se rinde cuando empieza a aparecer el riesgo no controlado aunque luego se queje de no tener una vida emocionante.
Yo tengo un coche muy seguro. Y muy aburrido. Hace tiempo que no doy besos sin vivir aterrado por el riesgo.
1 comentario:
Nada hay tan arriesgado como la rutina.
Ni tan emocionante.
Lo demás son quimeras y las quimeras son unos bichos que no existen, raros, mutantes y pedantes hasta decir ¡basta!
Como ver a Pablo Iglesias en Vistalegre e imaginarlo como el nuevo Cab Calloway.
Publicar un comentario