2 de Febrero. Hoy es el día de la Marmota.
Otra vez.
Y es uno de esos días, casi como la celebración del carnaval o aquel día en el que los cofrades salen a pasear a la Virgen, para el que alguno se habrá estado preparando todo el año. Es ese extraño hobby del ser humano en el que una afición es el deadline definitivo del gasto del tiempo que, al estilo del Papalagi, nunca hay suficiente pero siempre nos encargamos de malgastar o gastar en elementos procrastinadores de la verdad.
O no.
Por estas fechas hay quien ya tiene organizado su periodo vacacional. Tiene el vuelo, el hotel y casi la ropa preparada. Necesita sentir esa sensación de control sobre el tiempo y sobre los acontecimientos. Quizá, a veces, es por el mero placer de fantasear sobre lo que será el futuro y otras veces es por la necesidad de compartimentar el tiempo. Más de una vez ese tipo de persona necesita de otro tipo de persona con la que ejecutar el "contrato de futuro" que les haya comprometido para esos días. Muchas veces son ese tipo de objetivos las excusas que se necesitan para levantarse por la mañana.
Otro tipo de personas, entre las que me incluyo como un ejemplo extremo de la incertidumbre (estoy por cambiarme el nombre a Heisenberg), vivimos en una situación en la que dejamos abierta la puerta a la causalidad (no casualidad) hasta el punto de no poder admitir, en ningún caso, donde estaremos el martes a las 21h00. Se nos olvida, más de una vez, donde residimos el jueves a las 12h00 y eso nos impide tener coartada para los delitos que nunca llegamos a cometer porque, en realidad, estuvimos dejando que el libre albedrío de la vida nos llevara y no nos llevó a ningún lugar. Tengo la seguridad que la libertad es un arma de doble filo.
Existe cierta teoría que mantiene que la oxitocina es la hormona que nos hace ser morales y empáticos. Más o menos algunos afirman que controlar los niveles en el ser humano podría ser la llave para convertirnos en mejores personas.
Y la empatía es esa cosilla en la que algunos se basan para echarte en cara que no te has preocupado por ellos. En un sofá, después de que una de las dos partes de la pareja resople en medio de un gesto y delante de la televisión, se adivina un conflicto por la mera razón de que la otra parte no ha sabido adivinar o preguntar el motivo de dicho resoplido. "No eres empático"- dice en medio de la discusión. Lo que sucede es que no eres adivino porque la empatía, casi como la complicidad, no es una ciencia exacta y necesita entrenamiento y pistas. La historia en la que dos personas que se conocen a primera hora no se separan jamás es sencillamente incierta.
Y ser morales es la otra de las variables. Sin embargo la moralidad, eso mismo que algunos consideramos que va grabado a fuego en el adn humano, tiene en alguna de sus vertientes detalles abismales. Lo bueno y lo malo es genérico, pueden ser valores universales. La vida es un valor universal. Matar a cientos de miles de japoneses salvó vidas porque detuvo la segunda guerra mundial así que es una idea moral excepto si eres de Hirosima.
Al final ninguna de las bases en las que establecemos los pilares de nuestra verdad es lo suficientemente fuerte. Ese componente destructivo y maravilloso que es el razonamiento es capaz de arruinar un buen plan de vacaciones o tenernos esperando, con la vida preparada, a que nos pasen cosas que nunca suceden.
Por eso mismo, en medio del invierno, parece que se repite una y otra vez el punto de partida, el punto cero sobre el que asentarse. Parece que se repite el dos de febrero como si el día de la Marmota volviera cada vez, con y sin oxitocina. Lo curioso es que muchas de aquellas cosas que se repiten nunca son las que quisiéramos vivir a diario.
Sin embargo, cuando Bill Murray cuenta a Andie McDowell cómo sabe todo lo que pasa en ese pueblo le cuenta que se siente como "un" dios, no porque sea omnipotente o porque se crea por encima de los demás sino porque lo sabe todo y precisamente por eso, por pasar tanto tiempo encerrado en en mismo lugar, es por lo que es "un" dios. Al fin y al cabo el tiempo es el que crea las únicas bases sólidas a las que agarrarnos, aunque nos queramos agarrar a los planes o a las libertades que son, como la oxitocina, una excusa más para levantarnos un día más y esperar que sea mañana o al menos ese mañana en el que algo, definitivamente, cambie mientras lo que hemos acumulado gracias el tiempo lo sustente.
Y ser morales es la otra de las variables. Sin embargo la moralidad, eso mismo que algunos consideramos que va grabado a fuego en el adn humano, tiene en alguna de sus vertientes detalles abismales. Lo bueno y lo malo es genérico, pueden ser valores universales. La vida es un valor universal. Matar a cientos de miles de japoneses salvó vidas porque detuvo la segunda guerra mundial así que es una idea moral excepto si eres de Hirosima.
Al final ninguna de las bases en las que establecemos los pilares de nuestra verdad es lo suficientemente fuerte. Ese componente destructivo y maravilloso que es el razonamiento es capaz de arruinar un buen plan de vacaciones o tenernos esperando, con la vida preparada, a que nos pasen cosas que nunca suceden.
Por eso mismo, en medio del invierno, parece que se repite una y otra vez el punto de partida, el punto cero sobre el que asentarse. Parece que se repite el dos de febrero como si el día de la Marmota volviera cada vez, con y sin oxitocina. Lo curioso es que muchas de aquellas cosas que se repiten nunca son las que quisiéramos vivir a diario.
Sin embargo, cuando Bill Murray cuenta a Andie McDowell cómo sabe todo lo que pasa en ese pueblo le cuenta que se siente como "un" dios, no porque sea omnipotente o porque se crea por encima de los demás sino porque lo sabe todo y precisamente por eso, por pasar tanto tiempo encerrado en en mismo lugar, es por lo que es "un" dios. Al fin y al cabo el tiempo es el que crea las únicas bases sólidas a las que agarrarnos, aunque nos queramos agarrar a los planes o a las libertades que son, como la oxitocina, una excusa más para levantarnos un día más y esperar que sea mañana o al menos ese mañana en el que algo, definitivamente, cambie mientras lo que hemos acumulado gracias el tiempo lo sustente.
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