Mal dia para buscar

12 de julio de 2024

Coldplay, Segovia y aquello que fuimos.

Supongo que lo he contado alguna vez. Conocí a Coldplay en un bar de Segovia. No a ellos, como es lógico, sino a su música. Bajaba a Madrid en coche, probablemente en invierno. En aquella ciudad que te pilla de camino si haces un desvío estudiaba una mujer frágil y energica, que dicho asi parece un oximorón pero es real en ella. Hace mucho que no la veo. Estaba perdiendo peso casi hasta ser un cadáver de lo que era. Yo tenía una herida en el labio superior, que es la forma en la que tiene de marcarme el frío y la soledad. Por una parte llevaba alimentando, todo el viaje, las ganas de besarla pero me podía la vergüenza de una más de mis taras físicas.

Cuando nos vimos nos abrazamos de esa forma que hacen los que no saben cómo comportarse y buscamos un lugar neutral donde dejar que la forma que tienen los adultos de poblar el silencio nos llevara a algún lugar mágico en el que ya hemos estado anteriormente. Hay personas con las que solamente estar, incluso en silencio, proporciona calma y cariño en proporciones similares. Supongo que lo que nos pasaba, sobre todo a ella, es que nos sentíamos libres cuando estábamos juntos. En mi caso, aunque tenga cara de malote, casi nunca hay nada emocionante que contar. Mi formalidad cristiana me puede y me castra. Sin embargo ella, colorista y elegante, me empezó a contar con un tono que podría ser hasta tildado de coqueteo, que Segovia era una ciudad extraña. Parece un castillo en medio de la nada pero en cuanto lo recorres aparecen las mazmorras y las habitaciones ocultas. "He descubierto"- me dijo- "que soy un mujer débil". Se sonrió como si viniera una maldad detrás. "He conocido a mucha gente que está aquí estudiando y curiosamente me he topado con dos chicos a los que les falta un dedo de la mano. Es raro, ¿verdad?". Yo hice un cálculo estadístico y me acordé de Gil, un compañero de clase , muy listo por cierto, que había nacido con dos dedos pegados. "Es raro, si"- acerté a responder. "El caso"- continuó- "es que parece que no puedo evitarlo y aunque son dos chicos normalitos, es como si me dieran pena". Yo puse la cara de alguien que se intenta demostrar empático con los sentimiento ajenos. "Y no puedo evitar tirármelos"- concluyó.

Uno de los problemas que tiene dejar, abiertamente, que la otra persona haga uso de su libertad porque te gusta mucho pensar que siendo una mujer maravillosa va a elegir quedarse contigo es que estas cosas , pasan.

Así que durante un silencio de estupefacción en el que ella esperaba que sonriese por el mutilado y prolífico sexo casual mi cerebro buscó datos en el entorno a los que poder agarrarme y fui consciente, por primera vez, de Yellow. que era el segundo single de ese disco más que fantástico titulado Parachutes que habían sacado los chicos de Coldplay en el 2000. Me giré a preguntarle al tipo del bar qué era lo que estábamos oyendo y cambié de tema afirmando que sonaba muy bien. Luego nos puso Shiver y puedo empezó Trouble ya había llegado a la conclusión que eran una mezcla entre el U2 que me gustaba y el RadioHead que me apasiona. La diferencia, que eso no se sabe con un primer disco pero sí viéndolo en perspectiva, es que los más grandes evolucionan ( Zooropa no se parece a War y The Bends es tan acojonante que cuando los puristas me hablan de Kid A, pongo caras). Me compré el segundo disco de Coldplay. El single, In my Place, todavía sonaba al disco anterior, pero con más medios. Les buqué en The Scientist pero algo decía que ya no era lo mismo y no creo que fuera por la influencia malévola de Gwyneth Paltrow, novia de Chris Martin justo en ese disco. Ella, por retomar el anecdotario anterior, es físicamente muy parecida a la chica de Segovia. Ambas son capaces de parecer princesas abandonadas en almenas y hacerte sentir culpable por no estar en algún momento mientras te cuentan la violencia del sexo con el chico que limpia las caballerizas. 

Luego sacaron Fix You. La letra dice: "Cuando lo intentas todo Pero no tienes éxito, Cuando obtienes lo que quieres Pero no lo que necesitas, Cuando te sientes tan cansado Pero no puedes dormir, Atascado en marcha atrás. Cuando las lágrimas Caen por tu rostro, Cuando pierdes algo Que no puedes reemplazar, Cuando amas a alguien Pero se desperdicia, ¿Podría ser peor? Las luces te guiarán a casa ,encenderán tus huesos. Y yo intentaré arreglarte. Bien arriba o bien abajo Cuando estas muy enamorado Como para dejarlo pasar. Si nunca lo intentas nunca sabrás Lo que realmente vales. Las luces te guiarán a casa Y encenderán tus huesos. Y yo intentaré arreglarte. "


A partir de ahí, musicalmente y para mi gusto, Coldplay se murió.

Sin embargo, como casi todos los fenómenos publicitarios, alguien les ha buscado un hueco en el que reinar. Coldplay lleva, más de unos años, intentando convertirse en un referente molón, eco resiliente, bondadoso, integrador, amistoso y que haga que la gente regale abrazos por las calles a los demás porque los seres humanos somos personas amables, empáticas y generosas. Los conciertos, con sus pulseras y mensajes incuestionables sobre quererse mucho y salvar el planeta, se han ido convirtiendo en algo parecido a telepredicadores con dinero que hacen un espectáculo que intenta llevarte al éxtasis para hacer un poco más de caja. Como todo milagrero, la forma de llegar a ello es una mezcla entre dejarse sorprender, hacer grupo férreo alrededor del nuevo Dios y no poner en duda las escrituras. Probablemente, a falta de música, el espectáculo es el que manda. Eso no quita que te digan que sus conciertos reducen las emisiones de carbono, que te expliquen que los escenarios son de bambu y que ponen bicicletas que generan energía eléctrica para que los pedaleos de sus asistentes alimenten la luces. Que pidan a sus espectadores que no vayan en coche y usen botellas de agua rellenables. Nada de ir en coche, ponerse macareno a cerveza y tirar los vasos al suelo como hacen los heavys. Si vas a un concierto de Coldplay puedes hacerlo por la música o salir con la sensación de que hay un arbol más después de pagar la entrada. Todo eso independientemente de los 500 millones de dólares (estimados) que se sacan por gira. O que te rompan el corazón por darle una oportunidad a unos muchachos a los que les falta un dedo.

Supongo que Coldplay es uno de esos conciertos masivos a los que vas porque dices que te gusta la música pero gastas más tiempo en elegir la ropa que en oírte los discos. Esos instantes en los que haces algo porque quieres sentirte bien tú y luego te pones digna contándome no sé qué sobre el ecologismo. Vamos, como tener un coche eléctrico pero no hablar jamás de los pueblos africanos donde se sulfatará la batería que ya no uses.

Es un reflejo de nuestros tiempos.

No sé qué será de ella pero cuando oigo el mejor disco de estos chicos, que es cuando soñaban con la música, yo sueño con una taberna irlandesa vacía de Segovia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Simplemente es cuestión de lo que una canción provoca en tu interior. Como lo evocativo de un aroma. Te lleva, te transporta o te arrastra. Te eleva al Varhalla o te hunde en el abismo.
En cualquier lugar las canciones, los libros, la pintura o cualquier arte, se pervierte cuando se monetiza.
Pero son hijos al fin y al cabo. Concebidos sin amor.

Anónimo dijo...

Por cierto, te envío de una patada sindactílica a la puta frienzone