En cierta ocasión escribí, de manera pública: "yo no pedí perdón jamás por ser euskaldun y no creo que deba de pedir perdón ahora por ser hombre". Como es de esperar, no hice amigos, mucho menos "lagunak" y ninguna amiga.Probablemente es porque la visceralidad lo puede todo, resultando mucho más sencillo pensar que todos los euskaldunes matábamos a gente por pensar de forma incorrecta y que todos los hombres son, en esencia y como asegura cierta ex secretaria de estado, violadores.
Hoy contaba en la radio un buen actor de 58 años que se sentía en la obligación de disculparse, como hombre, por todo lo que han hecho históricamente a las mujeres. Aunque fuera la cadena Ser yo sigo pensando que uno ha de disculparse de lo que sea directamente responsable pero no está bien que yo tenga que sufrir un castigo porque mi bisabuelo hubiera sido muy malo con mi bisabuela. Hay quien considera que la disculpa implica resarcimiento y, casualmente, al final de la cuota o de la prevenda suele estar el/la victima. A veces ni siquiera la víctima sino sus herederos. En EEUU se plantearon pagos a las personas de color porque fueron esclavos hace cien de años. Claro está que si te dicen que por indignarte te dan un dinerito vas a convertirte en la persona más racializada del país. Es exactamente lo mismo que jurar que eres mujer porque de esa forma es más facil ascender en tu profesión de bombero/a.
No es extraño llegar a la conclusión que si una empresa ha de contratar a un equipo que diseñe puentes debería de buscar el mejor puente posible. Pero en ese equipo, por lo políticamente correcto, habrá de haber alguna mujer, algún negro, tres árabes, dos gays, uno que hable euskera, otro minusválido y ya, si eso, una arquitecto y un ingeniero. Llámame loco pero con quien te acuestas, el Dios al que reces, tu cojera o si tu tatarabuelo vino en barco, me la debería de pelar. Y no es así porque los defensores de la moral no pagan las obras ni, como demasiados políticos, han pensado veinte segundos que es mejor hacer las cosas bien que hacerlas inclusivas. El puente quiero cruzarlo, no me lo voy a tirar. A ver si voy a tener que pedir perdon por haber estado demasiados años en la escuela de ingenieros mientras tú tocabas la guitarra en una comuna hippy transexual.
Ojo, que si haces un trabajo perfecto, para mi como si te metes fentanilo por el culo los martes disfrazado de gato.
Pero lo que no se puede exigir y mucho menos considerar como adecuado es que si hoy me levanté con muchas ganas de ser futbolista le quiten el puesto a uno que lleva años entrenando, me lo den a mi que soy tuerto, y además me pidan perdón porque su vecino no me pasaba el balón en el recreo por esa histórica discriminación que hemos tenido los tuertos de la malvada gente con dos ojos hábiles.
Existe un discurso, miserable, mediocre e indigno, en el que demasiadas personas han de pedir perdón. Unos por esforzarse, otros por ser mejores, algunos por ser más listos o más cultos e incluso, lo que es profundamente malévolo, haber nacido. Exigirme pedir perdón por ser hombre, heterosexual y blanco es señalarme. No se diferencia mucho de señalarme por ser mujer, negro o marica. Solamente cambian los señalamientos pero el resultado es idéntico. Alguien descubrió que ser víctima en países desarrollados es mucho más rentable que el esfuerzo, sobre todo con estructuras públicas con dinero de otros que se empeñan en quedar bien más que en hacer mejor las cosas.
-Te llamas Toby
-Me llamo Kunta Kinte.
Pedir perdón por algo de lo que no eres culpable es ser un cobarde y un miserable.
No voy a pedir perdón por mi raza, mi sexo, el idioma en el que me comunico, los libros que haya leído o si una vez me tomé una cerveza con alguien malvado. Solo seré culpable y responsable de mis delitos. Hay un riesgo de convertirnos, no dentro de mucho tiempo, en las nuevas señoras Parks de la lógica social en la que, como decía Luther King, todos seamos iguales y se nos juzgue por lo que somos capaces y no por nuestros componentes accesorios.
Cuando a José Ramón le atracaron a punta de navaja un grupo de sudamericanos cerca de la plaza Callao, le dijeron que lo hacían porque Hernan Cortés se acostó con una indígena. Asi que le exigieron arrodillarse y pedir perdón. No lo hizo y le acuchillaron. Es una metáfora que sucede cada día. Haber pedido perdón, José Ramón, te hubiesen robado igual pero estarías vivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario