Hace año y medio publiqué un librito (que se puede comprar pulsando en el link) en el que llegaba a varias conclusiones lógicas. La primera es que la estupidez es la principal enfermedad de nuestra sociedad. La estupidez capitaneada por el listo que todo lo sabe , grita mucho, se indigna como una señora mayor y utiliza palabras magníficas como discriminación, anticonstitucional, derechos humanos o prevaricación. Por supuesto que no tiene ni idea de lo que es prevaricar, aunque tome decisiones injustas siendo consciente de ello.
También llegaba a la conclusión, a base de supuestos válidos (denomínese silogismos) , que la democracia como tal es injusta porque el voto de todo el mundo vale lo mismo y eso presupone que todos somos iguales pero, oh sorpresa, no lo somos porque unos somos gordos y otros delgados, unos listos, otros tontos, otros altos y otros van en bici. Mientras escribí aquel libro se votó democráticamente a favor del Brexit, de Trump, del NO a la paz en Colombia y en Turquía se votó a favor de dar poderes de dictador a un señor, y salió que sí. Después de aquello, y para darme la razón, salió Vox en Andalucía, en Cataluña se votó a un tipo que , consecuente con sus ideas, pilló la pasta y se fue a una mansión. En Brasil salió Bolsonaro y en Ucrania se ha elegido , con el 72% de los votos , a un humorista para primer ministro. Vamos, que si a eso le sumas a esa chica que quiso dar a luz siguiendo un tutorial de youtube con el resultado de muerte, puedes pensar que algún tipo de virus fatal se está extendiendo por ahí.
A los largo de estas semanas de zafarrancho me han intentado convencer de votar al pacma, a podemos, a cualquiera que no sea de derecha e incluso a cualquiera que no sea un loco rojo de izquierdas. En cada caso he hecho lo mismo: buscar los programas electorales y hacer una sola pregunta a mi interlocutor sobre él. Y casualmente los resultados han sido idénticos en todos los casos: no se ha leído el programa del partido que defiende nadie. Mantienen la maldad del supuesto enemigo poniendo en su boca cosas locas. Que si te van a quitar la casa del pueblo o que van a matar a todos los negros del áfrica. Que asesinarán a los gays o que nos levarán a la ruina y a la fragmentación del estado en estaditos pobres. Y es todo mentira aunque resulta mucho mas divertido vivir escandalizado ante el seguro desastre.
Una de las cosas que hemos aprendido con la democracia es que da igual lo que uno proponga porque después siempre hay algo, como hacen los adolescentes, que nos permita echar la culpa a los demás para ser incompetentes con nuestras promesas. La herencia, los compromisos, la crisis internacional, los británicos locos o tres árabes con barba que pasaban por ahí.
También hemos aprendido, algunos, que hay cosas imposibles. (Señores de Podemos: hay una cosa llamada inflacion) Y somos excepticos cuando nos cuentan que se nos va a volver el rabo mucho más intenso con tal o cual presidente del gobierno, que tendremos muchos hijos y conciliaremos felizmente en un mundo utópico donde las mariposas revolotearán por las calles limpias sin que nadie tenga que barrer la mierda de los demás porque somos una sociedad de seres justos (y limpios).
El domingo hay que ir a votar y en España somos muy de votar por joder. Lo curioso es que nos gusta jodernos a nosotros mismos. Votamos a Gil, a Ruiz Mateos. Tenemos al mayor ladrón español, Don Jordi (ejemplo del triunfo de Cataluña sobre España porque un tipo bajito se lleva más que toda Andalucía) en la calle....
Eso fue democrático. Igual que Rodolfo Chikilicuatre lo elegimos nosotros y sabíamos perfectamente lo que votábamos. Somos muy gilipollas disfrutando de cómo, después, hacemos el ridículo.
Quizá es hora de dejar de serlo.
O hacer cierto eso de que España está llena de españoles y mucho españoles.
Lee, valora si es posible y... Piensa un poco, joder.
No me hagas recordarte que el título del libro es : Sé que eres un estúpido.
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