Mal dia para buscar

30 de octubre de 2014

Tenemos que hablar de cohetes, de naturaleza entrando en un edificio abandonado

De la misma forma que "démonos un tiempo" significa que "si no encuentro a nadie mejor, volveré". "Tenemos que hablar" es una frase con forma de amenaza que la mayoría de las veces significa lo que significa y otras son gritos pidiendo un empujón, hacia dentro o hacia fuera, desde el precipicio del que parece que solamente puede salvarte una determinada persona cuando eres tú mismo quien da o no, suicida o paracaidista, el salto.

Hoy un conocido me ha confesado que va a tener gemelos. Un amigo ha publicado en facebook que deja su principal fuente de ingresos porque tiene la necesidad de perseguir sus sueños. Los comentarios dan ánimos, le desean lo mejor, le aplauden por ser un valiente y le dicen que le echarán de menos de la forma en la que echamos de menos a los tiempos pasados, que siempre parecen mejores pero menos emocionantes que las trastadas que se pudieran cometer en un futuro aunque el futuro, por definición, no puede estar asegurado aunque las compañias digan lo contrario porque siempre hay cláusulas. Normalmente son las cláusulas que no leemos o que pasamos por encima con los ojos.

A veces, sentados delante de un corto de cerveza que no acabamos porque se nos hace tarde para nuestros deberes, nos agarramos a las cláusulas como si nos cantara Sabina alguna de sus canciones memorables.

Hace años me gustaba imaginar la vida como un cohete de los que iban al espacio antes que los transbordadores. Con fases que se gastan y se dejan atrás. La fase de ser un niño, y la de ser un insoportable adolescente. La fase de sentarse a estudiar porque sí y la de sentarse a estudiar porque hay una enseñanza apasionante. La fase de beber tres copas, de encender un porro, de hacer más deporte. La fase de adivinar si las paredes son de pladur o de ladrillo con su ropa por el suelo. La de llevar el desayuno a la cama. La de querer. La de dejarse querer. La de ser un pecado. La de "cuando te hartes de amores baratos de un rato, me llamas". La de las despedidas. La de las distancias. La de ser el otro, porque no todo va a ser bueno. La de ser Federico Luppi en Martin (Hache). La de ser Cecilia Roth en Martin (Hache) . La de ser Hache.

Sin embargo las fases, desdiciendo a los que quieren recuperar los tiempos perdidos, llevan su orden. Los cambios que han de llegar, que lleguen y, sobre todo, que no sean a cualquier precio. No hay que imponerlos o traerlos porque si los traes, te arrastran como la resaca. A veces son solamente carburante para llegar a la luna u orbitar como los huesos de aceitunas en el plato vacío. Y se quedan atrás cuando fueron imprescindibles en su momento, como se quedan las cajas de recuerdos en las mudanzas, como las fotos antiguas, como tu primer tuit, como el día que te uniste a facebook, como la primera vez que resbaló su mano en mi pantalón o cuando me faltaba el aire en la puerta y junto a su cuello.

Dos amigos cambian su vida y atrás queda no tener hijos o ese trabajo agotador. Son las partes de sus cohetes gastadas. En este mundo cargado de responsabilidades y que adora las casualidades, los excesos y vivir intensamente la tristeza y la alegría, el sexo como una película pornográfica y los desengaños como una tormenta huracanada sobre nuestros corazones, simplemente la vida se abre paso.

Es la imagen de la naturaleza entrando en un edificio abandonado.

Supongo que es esa imagen. Mirando el infinito intento aprender por si algún día, viene. O voy. O es un rato o una mirada, una risa, una copa de vino o una copia de las llaves. Whatever. "Tenemos que hablar" significa demasiadas cosas o lo he oido demasiadas veces sin percatarme que, mientras, sucede todo lo demás. A veces solamente sucede. Hay cicatrices de las que me siento muy orgulloso, que escuecen y duelen como los músculos cuando van pasando los años, cuando miro el planeta desde el espacio, que es un lugar.

1 comentario:

Alberto Secades dijo...

...tenemos que hablar...