Mal dia para buscar

3 de noviembre de 2013

De Pocoyó al Frutero (referentes)

-El día que llegue la revolución de verdad las personas bajaran a la calle para ver si les han quemado el coche.- Más o menos eso decían el otro día por televisión, y tienen razón.

A lo largo de las últimas semanas se ha muerto Pocoyó, que era el referente de una generación como lo pudo ser Espinete o como lo pudo ser Caponata, que estaba acompañada de Pérez Gil (que no Perejil, el caracol). También se ha muerto, o está agonizando en las brasas de los últimos 52 millones de dinero público, la empresa favorita de los terroristas de ollas a presión: Fagor. En el primer caso se jactaban, felices y ufanos, de ser la primera empresa de animación española: Zinkia. (Esto mismo le pasaba al enorme y subvencionado ejemplo de innovación tecnológica que era Hiriko, el coche eléctrico del futuro que pagaba sueldos de 26000€ a sus directivos y se murió antes de nacer sin que lo rescatara Gallardón) . El en segundo caso, el de la cooperativa en la que, más o menos y de forma estatutaria establecía que las felaciones y sodomizaciones se reparten entre los cooperativistas, se ha caído como se caen las grandes empresas sin que su estructura y ese entramado empresarial les salve porque están demasiado ocupados con salvar cada uno su propio esfínter, que es lo mismo que decir que están mirando su coche por si la rabia de los demás se lo queman. Eroski ya no va por ahí contando que vende más que El Corte Inglés y éste último, si te fijas con detenimiento, va alquilando sus espacios interiores para que las tiendas se instalen en sus edificios con la idea de reconvertirse en otro centro comercial donde el riesgo lo asuman otros y sea el gran casero español.

Se nos caen los referentes de la misma forma en que se mueren los grandes músicos y ese hueco lo cubre  Justin Bieber, los teléfonos chinos, la ropa vietnamita, Ryanair y unos kilos de marketing que incrustan en el cerebro la idea de que no pasa nada pero, a la vez, está pasando todo.

Se nos van referentes de esos que se necesitan para alimentar el ego innato de la superación, de tener un objetivo al que llegar, aunque sea inalcanzable como cuando Homer se comparaba con Edison. Tuvimos como ejemplo a Da Vinci, pero alguien nos contó que ese genio estaba fuera de nuestro alcance. Tuvimos como ejemplo a ese compañero de clase, torpe y procaz, que se puso a hacer casas y se hizo rico, pero luego se hundió cuando adivinamos que era una farsa. Algunos creyeron que Steve Jobs y su mito del garaje era algo a seguir, pero Wozniak era el genio pisado por el vendedor. Nos gustó el sueño del dibujo animado, de la cooperativa, del coche eléctrico, de la cadena de supermercados...y se van cayendo como se cayó el scalextrix. A nuestro alrededor las figuras se sustituyen por futbolistas y famosos de cama, se cambian por banqueros egoístas insolidarios y mesías políticos que no ven más allá de sus mentiras. Nos quedan las grandes corporaciones de bienes imposibles de renunciar en un mundo moderno: el agua, la luz, el teléfono. la gasolina, el gas. Casi como en Chinatown parece que hay un grupo de mafiosos detrás del control de cada uno de ellos ante los que debemos rendirnos como súbditos. En realidad, si quitamos a Zara y sus talleres clandestinos, son las únicas facturas que crecen sin parar.

Y vuelve a venir esa idea de que es imposible cambiar nada porque, al fin y al cabo, para escribir esto necesito luz y ayudarme a tragar con agua.

Así que aparecen en televisión superhéroes de barrio de esos que llevan zapatillas deportivas y cuentan que han inventado una aplicación de móvil o que tienen una empresa que manda jamón cortado a los titulados españoles en el extranjero. Y les va bien. Y se compran un coche. Y llega la revolución.

Y bajan a ver si se lo han quemado mientras esperan a que pase todo para intentar volver a hacer lo mismo, que ese es el riesgo.

Sobre todo si empieza a no haber donde mirar.

Claro que quizá ahora lo que nos queda es el frutero, el carnicero y el tipo que nos sonríe al cruzarse por la calle o al bajar en el ascensor. Son esos que, aunque los bancos no les dan créditos y viven temerosos del mañana, siguen vivos. Son los que dejan que los vecinos les deban un favor, los que sonríen a los niños cuando entran en su comercio, en su oficina o pasan a su lado. Los que te recuerdan al verte. Esos son los nuevos referentes porque (desconozco si tú lo harás) son los que se arriesgarán a quemarse cuando arda tu casa de la misma manera de Brad Pitt no va a ir a tu cama mientras aquel con el que no contabas sigue preocupándose de qué tal estás cada día que pasa.

Elegimos los héroes de la misma forma que los amantes y todos nos hemos equivocado más de una vez,  hemos aspirado a imposibles o hemos creído que merecíamos una top model que además fuera inteligente. Luego, sin maquillaje, era mucho más guapa y agradable la vecina.