Supongo que era 1992. No creo que esté mucho más lejos o cerca en el tiempo. En aquella mesa estábamos Cesar y Lola, una pareja moderna y ocurrente. Estaba Oscar con alguna novia estupenda, que no estoy muy seguro que no fuera la jefa de Estibaliz. Juan y Marian, los anfitriones. Ellos también eran los padres de un antiguo compañero de colegio, Jon, al que llamábamos "conejo" porque tenía las paletas muy salidas y unas orejas despegadas de la cabeza. Él no estaba. Estibaliz, su hermana, y yo sí, como jugando al juego de la tercera generación. Los mayores tenían 50, los que estaban en medio y disfrutando de la opulencia de los noventa rondaban, sin llegar, los 40 y nosotros acabábamos de dejar atrás los 25.
A lo largo de todos estos años han pasado muchas cosas y ayer, en un tanatorio que es uno de esos lugares en los que se certifica que la vida pasa, nos volvimos a ver todos juntos.
Juan y Marian se separaron poco después de aquella cena. De él no sé gran cosa pero parece que se dedicó a vivir como quien tiene un jardín detrás de la casa del pueblo. Ella fue dando más de un bandazo. Dijo que trabajaba en propiedades inmobiliarias. Una vez nos quiso vender una a Esti y a mi porque se suponía que nos íbamos a casar. También cobró algo de labores comerciales que ahora no recuerdo y a lo largo de estos años ha aparecido por mi trabajo con la excusa de preguntarme qué tal estoy pero siempre con algún problema de contraseñas. Nunca recuerda que todas las contraseñas son su número de carnet. Aunque la hija más pequeña se fue de forma prematura, estoy convencido que tiene la casa siempre perfecta por si aparecen los hijos con los nietos.
César es un tipo que siempre me ha caído bien. Lola sabe que es una mujer afortunada pero eso no quita que quizá sea ella la estrella y el motivo de la luz de su pareja. Años después de aquella cena le puse unos ordenadores en la empresa de publicidad que desarrolló. Las mejores felicitaciones de navidad siempre venían de allí. Eran creativos, brillantes y osados. En sus oficinas se respiraba algo parecido a Mad Men pero sin el humo. Jamás he oido a nadie hablar mal de él y, sin embargo , aquel sueño se murió. Oscar dice que parte del problema tuvo que ver con que César es una buena persona y antepuso a sus trabajadores antes que a él mismo, y eso le arrastró. Afortunadamente creo que Lola le sostuvo mientras caía. Supongo que es importantísimo que alguien te pueda, como la Sertralina, rebajar tus subidones y sujetar cuando te hundes.
Jon, que no fue un estudiante feliz en clase, es de esas personas que antes de formarse socialmente se asocian a un grupo para sentir que son alguien. En 1993 fue grabado, junto con otros imbéciles, dando una paliza a un ertzaina y su propia adolescencia mal entendida le llevó a recibir una condena ejemplar que le hizo pasar por la cárcel. Su madre, Marian, me decía que era una putada que estuviera en una cárcel gallega porque ella no era culpable de nada, pero era su madre. El caso es que aquellos años los aprovechó para estudiar y enamorarse. En la sala del tanatorio me presentó a su mujer y a su hija mayor. La pequeña es como la hija de Estibaliz, que ya tiene 9 años. Eliah, se llama. Es profundamente británica. Blanca aunque sin pecas. Habla en un inglés con voz infantil y juega al pilla pilla, al menos conmigo. Nos hacemos gestos y nos miramos de lado a lado de la mesa vacilando. Al contrario que otros muchachos que conocí, al padre de Eliah nunca me lo presentó. Supongo que Esti sabe que no me iba a caer bien. Nunca dejamos de hablarnos aunque ella me dejara, el mismo día de la boda de mi hermana, por un cocainómano molón con el que se fue a vivir al Reino Unido. Tres meses le duró Germán, pero se quedó allí. Entre unas cosas y otras siempre tuvimos contacto. Conocí a un macarra de barrio llamado Niall y a un pan sin sal que respondía a Simon. Una vez me fui a visitarla. Hicimos la cena y nos quedamos viendo la BBC como la pareja estable que nunca fuimos. A las tres de la mañana se levantó y yo me acerqué a la cocina con mis legañas. ¿Donde vas?- le dije. -Salgo de Heathrow, luego a Amsterdam, de ahí a Roma, de Roma a Málaga y de Málaga a Barcelona-. A las tres de la tarde estoy aquí. Yo hice una tortilla de patata para esa hora. La vida de azafata es ajetreada pero no pisas los destinos. En pandemia se quedó sin trabajo como un futbolista que no da la edad, se separó y no me cuenta claramente de qué vive ahora, pero reconozco que siempre la veo bien.Ultimamente ha vuelto a ese pelo negro cerrado que la hace resaltar. Hace diez años apareció por mi tienda, se sentó. Yo estaba con un cliente y me la quedé mirando. "Estás embarazada"- dije sin pensar el motivo por el que lo sabía. Pero acerté. Supongo que es una de esas cinco personas con las que puede que no hables en años pero todavía puedes ver cosas que no están más que a los ojos de quien te ve diferente.
Su primo es mi contable. Un contable circunstancial. Oscar es de aquellas personas que disponen de una vida laboral exitosa, porque es listo. No en el sentido de disponer de más datos o de alguna habilidad extrema, sino por la capacidad del ingeniero convencional, que es saber dividir un problema irresoluble en pequeños problemas fáciles de arreglar. Se regaló un barco por su 60 cumpleaños. Yo nunca me compraría un barco y la única vez que salí a la mar con él, me mareé mucho. Ya sabemos que me gustan más las motos y son más baratas. También me lo llevé de fiesta el año pasado y me di cuenta, mientras le veía perdido con una copa en la mano poniendo cara de estar entretenido, que no se pueden tener virtudes para todo. Así que sigue trabajando porque es su manera de vivir y eso no es un hándicap cuando lo que te gusta es lo que haces. Creo que ha sido al único que he dado un abrazo en la despedida de su madre.
Lo curioso de todo esto es que ahí estaba, reunido con la familia que no fue. Sentado al lado de Lola, un momento, recordamos aquella cena y cómo el tiempo ha ido pasando. Nos sentimos, al menos yo, como alguien que ve una serie de larguísima duración y recuerda las subtramas de todos los personajes. -Al fin y al cabo- le dije- tú y yo somos los secundarios de la serie-. Hice la misma apreciación cuando salimos, en 1992, a fumar a la terraza.
No me arrepiento de no pertenecer a esa familia y, sin embargo, tuve la sensación de ser uno más. Supongo que tiene mucho que ver con desconocer ese tipo de relaciones familiares en las que por muy diferentes que sean todos, vuelven a estar juntos cuando se necesitan. Dicen que la familia es algo que no se elige pero hay familias en las que tienes una sensación amable. Alguna vez me ha pasado y muchas veces ni siquiera entre gente con lazos sanguíneos porque las amistades también son familias. Es una cuestión de correas invisibles forradas de terciopelo.
Pd: basado en hechos reales.