Mal dia para buscar

8 de julio de 2025

Verano de imbéciles

Una de las excusas más empleadas por los delincuentes ocasionales es que estaban borrachos. Esa posesión alcohólica es la que les exime de la tontería o delito que hubiesen cometido.

En verano, independientemente de la ingesta alcohólica, el sol, el calor y la estación son ese eximente.

Ayer me crucé con demasiados hombres de mediana edad con zapatos, pantorrillas blancuzcas y pantalón corto. En la parte superior existen dos versiones: la camiseta reivindicativa o la camisa hawaiana.

No es algo exclusivamente masculino. Aunque sea una época idílica para los vestidos vaporosos y las camisetas con un hombro al aire, aunque unas piernas con ese pequeño bronceado sean parte del brillo o incluso entrever las primeras marcas del sol pueden aparentar el acceso a lo prohibido, aparece ante ti una obesa embutida en un pantaloncito corto que si no la miras puedes imaginar que es de un finlandés jubilado. Va con la misma camiseta que usaba antes de tener el novio que le hizo el primer hijo ( ahora tiene seis) y cree que el pelo desordenado hace que se parezca a Farra Fawcett. El ombligo casi está para afuera y luce un prominente cinturón de jamón ( eso es una metáfora). 

También visualicé a un nutrido grupo de personas, alrededor de un banco del parque que hay debajo de mi casa, con unas mesitas de camping y unas sillas de esas plegables de plástico que parece tela y se te pega al culo, devorando unas tortillas de patata traídas expresamente en tuppers, mientras los niños se refrescaban en los chorrillos de la fuente más cercana.

Algo más adelante, como si fuera una ofrenda al Sol, una veintena de inmigrantes ecuatorianos, y lo digo por las banderas que ondeaban mientras bailaban lo que adiviné como folclore popular, cohabitaban felizmente a la sombra de otro de los escasos árboles de la zona verde urbana que tengo la suerte de visualizar al ir por el pan.

No me he inventado nada. Me sabe fatal caer en clichés.


El uniforme del verano, entiendo, es como la canción del verano. No me vale una canción cualquiera y sus virtudes no están en su calidad. Parece que más que nunca el verano es la excusa para ir como alguien que se ha puesto lo que estaba al fondo del armario, actuar como si no le importara la opinión social y, por supuesto, hacer eso tan incómodo de intentar hacer partícipe a los demás de su deriva estética y cultural. Yo no quiero oir tu música en la playa ni quiero enterarme del chiste que estás contando, a más decibelios que una vespino estropeada, tres mesas más allá en el chiringuito. Con las fiestas populares pasa lo mismo que en las bodas: parece que te obligan a apuntarte a la mierda de la conga cuando suena paquito el chocolatero.

El resto del año, sin embargo, compras todas las papeletas para acabar en el psiquiátrico si vas en pantalón corto abrazando a la gente e intentando bailar con ellos como si fuera tu mejor amigo.

¿Es el verano la excusa para volverte un imbécil?

La respuesta es si.

Hay gente estupenda, pero solo salen en los anuncios de la tele. Tampoco he querido decir nada de las personas que, como están de vacaciones descuidan su higiene y, por defecto, su fuerte olor corporal.

Yo no tengo pantalones cortos pero sí una camisa hawaiana. 

Ahora voy a seguir buscando una canción del verano que, entre otras, deberia ser la de Lizzo pero no lo va a ser.


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