Una de las excusas más empleadas por los delincuentes ocasionales es que estaban borrachos. Esa posesión alcohólica es la que les exime de la tontería o delito que hubiesen cometido.
En verano, independientemente de la ingesta alcohólica, el sol, el calor y la estación son ese eximente.
También visualicé a un nutrido grupo de personas, alrededor de un banco del parque que hay debajo de mi casa, con unas mesitas de camping y unas sillas de esas plegables de plástico que parece tela y se te pega al culo, devorando unas tortillas de patata traídas expresamente en tuppers, mientras los niños se refrescaban en los chorrillos de la fuente más cercana.
Algo más adelante, como si fuera una ofrenda al Sol, una veintena de inmigrantes ecuatorianos, y lo digo por las banderas que ondeaban mientras bailaban lo que adiviné como folclore popular, cohabitaban felizmente a la sombra de otro de los escasos árboles de la zona verde urbana que tengo la suerte de visualizar al ir por el pan.
No me he inventado nada. Me sabe fatal caer en clichés.
El resto del año, sin embargo, compras todas las papeletas para acabar en el psiquiátrico si vas en pantalón corto abrazando a la gente e intentando bailar con ellos como si fuera tu mejor amigo.
¿Es el verano la excusa para volverte un imbécil?
La respuesta es si.
Hay gente estupenda, pero solo salen en los anuncios de la tele. Tampoco he querido decir nada de las personas que, como están de vacaciones descuidan su higiene y, por defecto, su fuerte olor corporal.
Yo no tengo pantalones cortos pero sí una camisa hawaiana.
Ahora voy a seguir buscando una canción del verano que, entre otras, deberia ser la de Lizzo pero no lo va a ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario