El gobierno de España, en el que nadie sabe de cine porque normalmente han vivido de dinero público desde que nacieron, ha decidido que cualquier producción cinematográfica en la que existan escenas íntimas ha de constar con un "coordinador de intimidad". Es decir, que si te vas a hacer una porno con tu pareja o estás grabando un cortometraje con tus colegas y en esa grabación interactúan dos personas, tienes que contratar a alguien con una determinada formación para que certifique que no se tocan demasiado o de manera patriarcal. Viene a ser como eso que dijeron hace poco en donde cualquier empresa, hasta la que formas tú contigo mismo disfrazado de autónomo solitario, habrá de disponer de un delegado en prevención de riesgos. No importa que seas escritor de artículos de prensa freelance, que tienes que cumplir las normas. Por supuesto también es obligado que haya un sistema de control de horarios auditable, que los presupuestos que hagas a Maria del Carmen para alicatar el baño lleven una perspectiva de género y que se lleve un registro de los residuos ecológicos de tu labor.
Como se puede observar nada, absolutamente nada, tiene que ver con el rendimiento laboral o la productividad. Antes incluso de empezar a facturar ( y la facturación ha de estar certificada digitalmente por la hacienda a la que se corresponda) tienes que cumplir una serie de requisitos importantísimos. No digo que si me voy a hacer una fábrica de baterías industriales con seiscientos empleados deba de preocuparme por normas lógicas pero que esa misma legislación se aplique a la empresa de reformas Pepe o incluso a Pepe, el autónomo, es una locura.
Aun así imaginemos que Pepe se esfuerza y tiene trabajo como para dar de comer a un empleado. Entonces resulta que hay que preguntar a Jose Ramón, alias "el empleado", si es gay o se identifica con alguna cosa, por si hay que implantar perspectivas de género. O que si se queda embarazado cobra sin venir, lo cual es lógico. O que tenga sus asuntos propios o contingencias varias. La crítica no está en eso sino que en que las sociedades modernas legislan con la idea que el empresario es infinitamente rico. Por ello se le puede sodomizar por todos los lados y sus beneficios se consideran apabullantes. El dueño del bar debajo de tu casa, el mismo que está a las seis de las mañanas los domingos, es Amancio Ortega. Además, como el chip de la caja registradora está diseñado en Israel resulta que es un peligroso sionista y eso te exime de culpa si te orinas fuera de la taza cuando vas a mear beodo.
No soy capaz de recordar ni una sola medida que tenga que ver con la idea básica de ser más productivos, innovar, mejorar y conseguir que dado que hemos logrado una tasa de beneficio superior, suban los salarios. Aquí parece que han de subir los salarios y trabajar menos, aparte de incorporar a unos cuantos coordinadores de intimidad, delegados, liberados, bancos morados y cursos obligatorios. Un buen amigo, al contratar a una mujer en su empresa de tres empleados, recibió una notificación en la que le instaban a realizar un curso homologado para que él y el otro empleado no tuvieran la tentación de violar a la nueva compañera. Da la sensación que simplemente la burocracia, como un cáncer que se extiende, genera sus formadores y puestos variados que jamás apoyan el rendimiento de la empresa. Llámame loco pero una empresa es una máquina de hacer dinero con el que se pagan los salarios y se recompensa a quien arriesgó el suyo. Una empresa privada no debería de ser un nido de burócratas empeñados en anteponer todo lo que se les ocurra a la razón principal de la actividad. Siempre he pensado que si tengo una empresa deberé de hacer las cosas mejor que la competencia con los mejores trabajadores que encuentre y de manera rentable. Así les podré hacer felices a fin de mes y luego ya, si eso, que se follen a una cabra o entre ellos, porque a mi lo que me importa es que su cometido lo hagan mejor.
Pero no. En España, y me temo que en demasiados países más, se legisla con unas ideas preconcebidas que, aparte de la subida incesante de impuestos, quitan las ganas de emprender.
De emprender, grabar un cortometraje, crear empleo o vivir.
No es muy diferente a cuando te decían que planchases de madrugada. Plancharé, si me da la gana, cuando me salga de ahí. A ver si se están aburriendo gritando que llega el fascismo mientras nos van a imponer un tipo de pensamiento único, en casa y en la oficina, por gente que piensa poco y no sabe lo que es vivir de tu propio rendimiento laboral.
Claro que como hay muchos más empleados que empresarios, decirte que te van a pagar más trabajando menos, te mola y votas.
Luego llega Amazon, hace un anuncio ecologista, y tú, que eres solidario como el que más con tus banderas palestinas en el perfil, pides las cosas el sábado para que te las entregue el domingo un tipo falso autónomo que tiene que mear en una botella de plástico en la furgoneta para llegar a fin de mes.
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