Mal dia para buscar

31 de julio de 2025

Click.

(literatura)

A veces escribo cosas.

Tengo la mala suerte de no vender demasiados libros como para hacer realidad mis sueños. Eso no significa que, cada día, se me escapen unas líneas. Supongo que es parte de la esquizofrénica capacidad de observar alrededor sin perder los detalles.

Vivimos en un mundo impaciente en el que siempre parece que queramos ser el centro. En una plataforma de opciones en la que damos por seguro que el algoritmo va a saber lo que deseamos antes, incluso, de poder adivinarlo.

No puedo hacer más que imaginar lo que pasa por tu cabeza y siempre es algo que lleva consigo la mirada perdida que tiene pasar por los títulos de las películas esperando una señal que tampoco sabemos cual es.

Cerrar puertas amparándose en una supuesta línea roja que no está dibujada en el suelo, dadas las circunstancias, es algo así. Pasar de título con el mando sin haber visto el trailer o leído una crítica. He vivido demasiadas veces la sensación de expulsión sin opoder contar que a veces me falta el aire y siento los latidos en los párpados, sin haber esplicado si alguna vez tuve un perro. No dar oportunidad a que te cuente que fue la sexta vez que aparecí en Londres cuando me percaté que no había visto el Big Ben.

Lo mismo es no oir un disco porque te dijeron que una vez, aquel cantante, tuvo una novia de Tel Aviv. Te queda la tranquilidad de saber , positivamente, que hay muchos más cantantes en el espectro global.

A veces, como las aventuras, la magia está en no esperar un destino, en saborear lo que va pasando por el trayecto. Esa es el alma de motero. Te diré, sin que nos oiga nadie, que esa manera de vagar por la vida sólo tiene dos opciones: sale muy bien o terminas en una cuneta de Despeñaperros, a las dos de la mañana, echando de menos un cigarrillo y aguantando el sonido de la soledad. Salir muy bien, al contrario de lo que pudiera ser, es poder ser uno mismo. Y eso puede ser una larga conversación en ningún lugar o despertarse sin querer salir de la cama. Pero no darle la oportunidad a eso, lo bueno y lo malo, hacer un click con el mando para pasar a la siguiente portada, tiene la misma probabilidad de éxito y fracaso que la anterior. La estadística, en el mundo infinito de las posiblidades, no cambia.

A veces hay que ver las películas, oir los discos o conocer lo que piensan otras personas para saber lo que te puede comunicar. Sobre todo, si te permite ser tú. Incluso si no vamos de viaje o a todos los conciertos y hemos decidido sentarnos en un banco sin hablar, mirando una cuidad vacía y llena de prisas.

Quizá el problema es que a alguien se le olvida saber quien es y espera que, mágicamente, el próximo siervo se lo recuerde o se invente una historia bonita.

Claro que si hay que hacer un esfuerzo, el botón de pasar al siguiente cromo está ahí al lado, a ver si alimenta un sesgo que ya tenemos.

Click.

30 de julio de 2025

Mashups

Como me encantan esas canciones que mezclan cosas imposibles y como no hay una cancion del verano que merezca la pena ( por ahora), me he perdido en ellos.

Allá vamos:








El cáncer burocrático obligado en la empresa privada occidental.

El gobierno de España, en el que nadie sabe de cine porque normalmente han vivido de dinero público desde que nacieron, ha decidido que cualquier producción cinematográfica en la que existan escenas íntimas ha de constar con un "coordinador de intimidad". Es decir, que si te vas a hacer una porno con tu pareja o estás grabando un cortometraje con tus colegas y en esa grabación interactúan dos personas, tienes que contratar a alguien con una determinada formación para que certifique que no se tocan demasiado o de manera patriarcal. Viene a ser como eso que dijeron hace poco en donde cualquier empresa, hasta la que formas tú contigo mismo disfrazado de autónomo solitario, habrá de disponer de un delegado en prevención de riesgos. No importa que seas escritor de artículos de prensa freelance, que tienes que cumplir las normas. Por supuesto también es obligado que haya un sistema de control de horarios auditable, que los presupuestos que hagas a Maria del Carmen para alicatar el baño lleven una perspectiva de género y que se lleve un registro de los residuos ecológicos de tu labor.

Como se puede observar nada, absolutamente nada, tiene que ver con el rendimiento laboral o la productividad. Antes incluso de empezar a facturar ( y la facturación ha de estar certificada digitalmente por la hacienda a la que se corresponda) tienes que cumplir una serie de requisitos importantísimos. No digo que si me voy a hacer una fábrica de baterías industriales con seiscientos empleados deba de preocuparme por normas lógicas pero que esa misma legislación se aplique a la empresa de reformas Pepe o incluso a Pepe, el autónomo, es una locura.

Aun así imaginemos que Pepe se esfuerza y tiene trabajo como para dar de comer a un empleado. Entonces resulta que hay que preguntar a Jose Ramón, alias "el empleado", si es gay o se identifica con alguna cosa, por si hay que implantar perspectivas de género. O que si se queda embarazado cobra sin venir, lo cual es lógico. O que tenga sus asuntos propios o contingencias varias. La crítica no está en eso sino que en que las sociedades modernas legislan con la idea que el empresario es infinitamente rico. Por ello se le puede sodomizar por todos los lados y sus beneficios se consideran apabullantes. El dueño del bar debajo de tu casa, el mismo que está a las seis de las mañanas los domingos, es Amancio Ortega. Además, como el chip de la caja registradora está diseñado en Israel resulta que es un peligroso sionista y eso te exime de culpa si te orinas fuera de la taza cuando vas a mear beodo.

No soy capaz de recordar ni una sola medida que tenga que ver con la idea básica de ser más productivos, innovar, mejorar y conseguir que dado que hemos logrado una tasa de beneficio superior, suban los salarios. Aquí parece que han de subir los salarios y trabajar menos, aparte de incorporar a unos cuantos coordinadores de intimidad, delegados, liberados, bancos morados y cursos obligatorios. Un buen amigo, al contratar a una mujer en su empresa de tres empleados, recibió una notificación en la que le instaban a realizar un curso homologado para que él y el otro empleado no tuvieran la tentación de violar a la nueva compañera. Da la sensación que simplemente la burocracia, como un cáncer que se extiende, genera sus formadores y puestos variados que jamás apoyan el rendimiento de la empresa. Llámame loco pero una empresa es una máquina de hacer dinero con el que se pagan los salarios y se recompensa a quien arriesgó el suyo. Una empresa privada no debería de ser un nido de burócratas empeñados en anteponer todo lo que se les ocurra a la razón principal de la actividad. Siempre he pensado que si tengo una empresa deberé de hacer las cosas mejor que la competencia con los mejores trabajadores que encuentre y de manera rentable. Así les podré hacer felices a fin de mes y luego ya, si eso, que se follen a una cabra o entre ellos, porque a mi lo que me importa es que su cometido lo hagan mejor.

Pero no. En España, y me temo que en demasiados países más, se legisla con unas ideas preconcebidas que, aparte de la subida incesante de impuestos, quitan las ganas de emprender.

De emprender, grabar un cortometraje, crear empleo o vivir.

No es muy diferente a cuando te decían que planchases de madrugada. Plancharé, si me da la gana, cuando me salga de ahí. A ver si se están aburriendo gritando que llega el fascismo mientras nos van a imponer un tipo de pensamiento único, en casa y en la oficina, por gente que piensa poco y no sabe lo que es vivir de tu propio rendimiento laboral.


Claro que como hay muchos más empleados que empresarios, decirte que te van a pagar más trabajando menos, te mola y votas.

Luego llega Amazon, hace un anuncio ecologista, y tú, que eres solidario como el que más con tus banderas palestinas en el perfil, pides las cosas el sábado para que te las entregue el domingo un tipo falso autónomo que tiene que mear en una botella de plástico en la furgoneta para llegar a fin de mes.

24 de julio de 2025

Esclavistas de los demás.

Probablemente todos los esclavos han fantaseado, alguna vez, es ser esclavistas. La persona más racista que conozco nació en Tetuan y afirma, con muchísima determinación, que los sudamericanos son una raza inferior. Así de tranquilo se queda mientras cobra dinero público por cuidar a menores que hablen árabe y sean conflictivos. A su lado los fascismos de Bildu, Vox y Alianza Catalana son monjas de la caridad.

En realidad todos sentimos por algún lado nuestra condición de esclavo. De hacienda, de los conflictos del trabajo, de hijos o padres absorbentes, del cambio climático o de los temporizadores de los semáforos.

Quizá es por eso por lo que las reacciones públicas, demasiadas veces, son de faraones molestados por los albañiles de nuestras pirámides. Hoy he visto a una señora de mediana edad que entraba en un comercio hablando al teléfono. No he dicho hablando por teléfono sino al teléfono. Una conversación de esas en las que se ponen el dispositivo como una tostada que se vayan a comer y, literalmente, le gritan. Al otro lado el altavoz responde y así, como si fuera el arquetipo de una familia de gitanos conversando a gritos en la sala de espera de un hospital, interrumpió la paz del local. Alguien la miró con gesto reprobador. Ella, sin colgar, inquirió: "!Eh, que estoy hablando por teléfono!" mientras movía el cuello como una navajera negra del Bronx de 1984. 


Cada vez es más a menudo encontrar casos similares. Maltratadores de camareros. Adelantadores de atascos por el carril derecho. Coladores profesionales de colas de supermercado. Denunciadores (normalmente anónimos) en redes de supuestas estafas. En cierta ocasión, charlando con otro veterano de la guerra cara al público, comentaba que un día al año nos deberían dejar ajusticiar a uno solo de los clientes que nos han hecho la vida imposible. "¿Sabes cual es el problema?- me dijo- Que terminaríamos yendo a por el mismo. Porque el que te la lía a ti también lo hace en el banco y en la oficina de correos.". Tiene razón. Enrique me pidió un ordenador a medida. Trajo su equipo viejo y solicitó que traspasáramos los datos de uno a otro. Al entregárselo me preguntó por sus datos. "Ahí los tiene, en un acceso que pone DATOS DE ANTES". Enrique lo miró y se detuvo en una fotografía. "¿Qué hace aquí una foto de mi cuñado?". Yo dudé por un momento e incluso titubeé. "No sé. Estaría en el otro equipo". Me miró como si yo hubiese hecho algo. "Yo no me hablo con mi cuñado. No sé si quiero un ordenador que tenga una foto de él". Creo que en ese instante lo que esperaba es que le propusiera algún tipo de trato o rebaja. Le miré. "Vamos a ver, Enrique"- le dije aguantando mi enfado- "¿tú te crees que voy a hacer un ordenador para tí, ir a la calle, buscar a tu cuñado, hacerle una foto y ponerla en él para que no me lo compres?". Unos meses después de vender ese equipo y tras algún otro episodio con el mismo sujeto, lo encontré en el banco, entorpeciendo el buen funcionamiento de la cajera con alguna reclamación absurda. Me salté la cola y me hice el encontradizo. "Hombre"- subí el volumen- "Enrique, el único cliente que tiene prohibido entrar en mi negocio porque es IM BE CIL". Me dirigí a él: "¿Qué?, ¿haciendo cola con alguna de tus imbecilidades?. Anda"- dije haciendo gestos de expulsión- "vete a tu puta casa a dar el coñazo a otros". Reconozco mi falta de elegancia pero diré que se marchó y que la cola de gente, a la que volví a mi sitio, me lo agradeció. La cajera, al llegar mi turno, me comentó que ella no puede echarle porque se queda sin trabajo pero que me lo agradecía porque, como era de esperar, aquella no fue la primera vez.

Ese es el problema. La mayor parte de las ocasiones quien recibe los malos modos está incapacitado para meterle un guantazo (verbal o físico) a quien es desaprensivo o maleducado. El trabajo cara al público debería de ser atenuante en caso de delito u homicidio.

Sostengo la teoría que, salvo defecto neuronal, todas esas personas son así como consecuencia de otros conflictos. Que si te quedas sin trabajo, te pone los cuernos tu pareja, te cortan el gas y se te rompe el rodamiento de la rueda trasera izquierda del coche, gritas al médico o a la buena muchacha del puesto de información de Renfe porque les ves como un saco de arena donde golpear con tus frustraciones.

En una lluvia de ideas empresariales regada con cerveza pensamos que una especie de sala de escape donde el cliente nos dijera previamente qué desea golpear o romper era una buena idea. Poner un saco de arena con la foto de tu cuñado y dejarte golpearle hasta desfallecer. Forrar las paredes de relleno blandito y alquilar un espacio durante un rato para que te des cabezazos. Dejarte una silla en medio de una sala abarrotada de papelillos de esos con burbujas de aire para que las explotes. Una maza bien gorda y maniquíes con caras de políticos. Dianas con las fotos de tus ex más odiados y una escopeta.

Es mucho mejor eso que discutir con el frutero o picarte en la autopista. En realidad y en todas esas ocasiones el motivo es poco importante y llega un momento en el que solamente queremos conflicto. Por eso si es de color le llamamos negro y si tiene mucha tripa le llamamos gordo. O moro. O sudaca. O godo de mierda, que es lo que me llamaron a mi en Tenerife. No es odio sino intentar, como hacen los psicópatas, llevar la discusión a un nivel de agresión superior. 

Sin embargo como nuestra idea de negocio no prosperó, cada día hay más personas que intentan ser los esclavistas de los demás. Quizá no son tantos, pero hacen mucho ruido.

23 de julio de 2025

Deberes infinitos.

Hay una escena de Terminator 2 en la que el doctor Dyson,  que ha trabajado con el brazo biónico en Cyberdine Systems, está herido sujetando la bomba que hará saltar por los aires el laboratorio. Les mira, sudoroso y temblando. Les dice: "No sé cuánto tiempo podré aguantar". Todos sabemos que en el mismo instante en que sus fuerzas se vayan, activará el detonador.


Cuando ya no puede más, todo revienta.

Conozco esa sensación, con la salvedad que no soy científico y que alguna de las veces en las que he sentido que el aire no me llega al pecho el mundo ha seguido girando sin percatarse del hecho que ya no estoy pendiente de él. Nada explota después de morirte ( salvo que lleves una bomba, claro está). Asocio la muerte al silencio y,  psicóticamente, al descanso. Tengo una edad en la que ya he visto, conocidos y desconocidos, algunos cadáveres. Absolutamente siempre me recorre una sensación de silencio y de extraña comunicación entre el montón inerte de piel y huesos con mi cabeza. Suele suceder que una comunicación sincera, intima y personal se establece entre los dos. Los borrachos, los niños y los muertos dicen la verdad.

El ser humano occidental, como decía Tuiavii a los habitantes de Papúa tras volver de conocer el mundo, se empeña en vivir recordando el pasado y preparándose para el futuro. Se le olvida el presente.

Considero que hay roles que aceptamos sin quererlo. Pensemos en un viaje. Alguien se encarga de la ruta. Alguien de que el vehículo esté en orden. Unos son los que reservan los alojamientos. También hay quien simplemente se deja llevar. Mi hermana, por ejemplo, es de esas personas que se están quejando de tener que hacer todos los papeleos. Curiosamente cuando yo intento hacerlo me mira inquisitoria y me dice que no lo estoy haciendo bien. Me quita los papeles y los hace ella. Luego vuelve a quejarse.

A mi me resulta agotador tener gente en casa. Me gusta, no lo niego, pero siempre estoy atento de que puedan necesitar algo. Me levanto a recoger. Pienso si tengo un aperitivo mejor o si el sonido de la tele es suficientemente envolvente. Adopto un rol de anfitrión sirviente que tampoco me hace ningún bien. Laboralmente hay ocasiones en las que no se si me he esclavizado por culpa del cliente o porque , en realidad, soy el Jose Luis Lopez Vazquez de la informática y me considero un admirador, un siervo y un esclavo. Paso demasiado tiempo pensando en todo lo que hay pendiente, en si aparece un argumento perfecto para otro libro. Anoche pasé un trapito por la cocina mientras se hacía el huevo frito. Arrastro un poco los pies por el parquet, si estoy con calcetines, para que brille. Sigo, cuando estoy en casa, el recorrido de los pedidos del trabajo. Leo compulsivamente revistas de informática y me siento en la obligación de estar al día con la prensa. Llamo a mi madre, siempre y sin falta, todos los días a las 21:30. No he fallado ni un solo día en 17 años pero siempre tengo la sensación que hoy será el día en que no estaré al nivel que se espera de un hijo que desea ser modélico. Ojo, y que nunca lo es porque siempre se puede hacer mejor. Se pueden ordenar mejor los cables del último ordenador, volver a escribir aquel texto, aguantar unos minutos más en la cama, aprender un nuevo lanzamiento de frisbee, querer como esperas que te quisiera, coger las curvas mejor con la moto. Cuando escojo una canción creo que había otra más adecuada. Nunca estuve satisfecho con una nota, salvo que fuera un diez. El problema es que no fui un niño de diez, así que siempre existía un margen de mejora. Siempre existía alguien mejor con el que compararse: Alvarez era mejor en ciencias, Rubio en el equipo de baloncesto, Martín con las chicas. Roberto era un interlocutor mucho más ocurrente. No es que quiesiera, y ahí está el error, es que debía ser todos en cada momento. El Lichis tiene una canción en que se pregunta "Qué haría Loquillo". Cuando me deprimía quería ser Tom Waits. Estoy en disposición de afirmar que el esfuerzo que supone todo eso es ímprobo, agotador y siempre decepcionante.

Luego llega un día en el que parece que puedes parar, hacer uso de la libertad y dedicarte a aquello que te gusta y te relaja. Coges aire. Lo escuchas salir de tus pulmones, a veces silbando entre los dientes haciendo temblar el labio superior. No eres capaz de recordar qué era lo que te gustaba.

En Agosto no voy a irme de vacaciones. Puedo convencerme que hay demasiadas cosas que hacer pero, en realidad, se me ha olvidado la lección aquella de no hacer nada.

Soy ese tipo que tiene un detonador en la mano y te mira agotado afirmando que no sabe el tiempo que podrá aguantar. Es el deber, y mata. También el tabaco. Yo soy de los que no se mueren porque Dios me ha dado demasiadas cosas que hacer. Ese es un buen argumento para un libro: un tipo, incapaz de disfrutar de nada, de descansar o de morirse porque tiene la pena eterna de las obligaciones. Al final del libro, despues de haber buscado al culpable por todos los recovecos, resulta que es él mismo.

22 de julio de 2025

Juana y Fran.

Francesco y Juana se conocieron en un viaje. Cosas que pasan en la vida, que se enamoraron. Entre hormonas y amores sucedió lo que tenía que pasar y la naturaleza hizo su trabajo. Tuvieron un hijo. Como él era italiano y ella española valoraron qué hacer y tomaron la decisión de venirse a España. Mientras ella, que tenía contactos, trabajaba duramente él se quedaba en casa cuidando de su hijo. Como a veces sucede cuando te vas de parranda con unas amigas hubo una noche en la que Juana llegó algo perjudicada a casa y a Francesco no le pareció bien que durmiera con su hijo, por mucho amor que ella sintiera. Eso la molestó y tuvieron una discusión. Él, según las pruebas, tenía arañazos por el cuerpo y ella marcas de haber sido sujetada por las muñecas. Eso lo sabemos porque fue la primera ocasión que Juana le denunció. Como se sabían seres racionales él dijo que vale, que ya está y aceptó una condena de mierda. Ella, que probablemente también sabía que aquello no era más que un bache en su historia de amor personal, volvió a estar con él incluso hasta mudándose a Italia. Allí, años más tarde, tuvieron un segundo hijo. Sin embargo el amor, como todo, se acaba. Juana se vuelve a su tierra y Francesco se queda en Italia. Como muchos otros divorcios las cosas se convierten en peleas y las peleas en ánimos destructivos. Se enfadan, se insultan, probablemente se digan una palabra por encima de otra. Juana descubre que es un momento en el que un tipo de feminismo combativo está en auge y, a mi parecer manipulada, decide que los hijos van a ver a su padre por encima de mi coño. Así que decide quedarse a los hijos en lo que podríamos llamar como un secuestro. Algo que, si lo hiciera un hombre, sería una acción agravada por el interés de hacer daño a la otra otra parte progenitora. Ahí es donde muchos pusieron el mensaje de Juana Está en Mi Casa, haciéndose los estupendísimos como si con eso se lograra algo más allá que los votos de algunos y nada en favor de los hijos. Después de ese momento Juana aparecía con una mezcla de dramatismo, lloros y ejemplo para algunas pero la justicia española y la italiana llegaron a la determinación de que dicho padre tenía el mismo derecho que la madre a vivir los años de sus hijos. La justicia italiana, incluso, monitorizó durante meses a Francesco para llegar a la conclusión que era un padre más que aceptable ya que en visitas semanales jamás encontraron nada que lo pudiera incriminar. Sin embargo Juana fue determinada como alguien con importantes problemas psiquiatricos que podrían llegar a desaconsejar la custodia de sus hijos, custodia que le fue retirada y que jamás cumplió (incluídas manutenciones). El hijo pequeño de Francesco, incluso, declaró que su madre le pedía que mintiera cuando le veía y que su hermano, próximo a la mayoría de edad, mentía. Ese hermano optó, en su libertad, por irse a Granada cuando ya fue mayor de edad. Juana, por su parte, ametralló con denuncias a Francesco que incluían hechos salvajes de abuso e intimidación, siendo desestimados absolutamente todos en ambos países. Cuando, según todas las justicias, el hijo menor ha de volver con su padre al lugar al que su madre le había prohibido volver e incluso le había prohibido ponerse en contacto con sus amigos, Juana vuelve a decir que ni de coña. El niño, el mismo niño que decia que su madre le obligaba a mentir, dice que tiene miedo de su padre y no se va a Italia. Eso pasó ayer, justo antes que Juana llorase muy fuerte y se desmayara delante de las cámaras como una actriz venezolana. 

Eso son hechos probados casi incuestionables.

Si algo sacamos en conclusión es que Juana es una esquizofrénica que se aprovecha de un discurso nada igualitario que no respeta nada más que una chaladura identitaria que se va dejando por el camino la psique de los hijos y hace un mínimo favor a todas aquellas mujeres e incluso hombres que tengan que lidiar con un paranoico victimista psicótico con quien hayan tenido la mala suerte de traer al mundo a una persona.

Como consecuencia quizá, solo quizá, algo no está bien en ese discurso en el que por defecto el hombre es el malo ya que tiene estas consecuencias. En la sudáfrica racista el testimonio de un blanco valia más que el de un negro. En la España que quieren algunas, el testimonio de Juana tiene más valor que el de Francesco, la justicia de dos paises, decenas de sentencias y la mente de dos hijos.

Al menos así lo veo yo.

Realidades así de obvias son las que ponen en entredicho los avances que conseguimos hace muchos años como sociedad. Y sí, por supuesto que hay denuncias falsas. No se las va a tener que comer todas Fran.

Juan Soto Ivars, que es más listo que yo, lo explica.

21 de julio de 2025

El efecto Fito.

Sin poder en duda el valor que tuvo Platero y Tu en los coletazos del rock vasco más de uno sabeis que siempre separo el Fito bueno del Fito malo. El Fito bueno es Fito Páez, que te puede gustar más o menos pero es un hombre con una carrera brillante, sólida, con pruebas en diferentes estilos, con un sonido propio y momentos magníficos tanto en lo personal como en lo artístico. El Fito malo es Cabrales. ¿Por qué?. Porque alguien capaz de desarrollar su trayectoria como puede ser el caso de su colega Robe ha terminado casi Sabinanizándose y teniendo tres canciones: la rápida, la lenta y la que no es suya ( que es del Lichis). Salvando muchísimo las distancias, porque los dos ejemplos que voy a poner tienen a sus espaldas mochilas increíbles, Elton John y Phil Collins tuvieron una época en que hicieron lo mismo. La cancion de Diana de Gales y Anothers day in Paradise se repetían con diferente título cada vez. Brian Adams tuvo su momento de baladas coñazo ( no confundir con Ryan Adams) y muchísimos de los que ahora son mainstream y reyes del autotune se dedican, desde el primer single, a hacer lo mismo una y otra vez. Voy a salvar a C Tangana porque su evolución es cristalina.

¿Cual es el problema?

Que hay un enorme mercado de personas que consumen música para quien no le gusta la música.

No quieren poder diferenciar el sonido del bajo o agradecer que haya una sección de viento. No quieren conocer la historia de la canción o disfrutar de unos arreglos diferentes si es que van a un concierto. No hay que pensar la letra ni buscar algún mensaje. Es un modo de disfrutar de las artes, extensible a otros campos, en los que "el usuario" solamente quiere estar siendo entretenido.

Con el cine pasa lo mismo. "He ido a ver una película y me ha parecido maravillosa"- "¿Qué has ido a ver?" - "Padre no hay más que uno. Cinco". Joder, a ti no te gusta el cine.

Por supuesto que todos somos muy libres de ser entretenidos por expresiones artísticas mediocres. Yo me lo paso fenomenal con las interpretaciones de Los Gandules y me gusta el primer disco de Los Ronaldos. Sin embargo acepto la consideración obvia de no ser obras de arte. Me he visto casi todas las de superhéroes porque una vez descubrí que eran perfectas para las siestas, pero no suelen ser arte. Incluso he sido capaz de reconocer que algunas películas y discos son obras increíblemente bien hechas que no me han tocado la fibra. Los discos pop de Prince son así en mi percepción.

Si fuera sexo podríamos decir que una rubia turgente de firmes pechos, alardes sexuales de complejidad media y una gran capacidad oral es sexo para los que no les gusta el sexo. Luego hay una cosa llamada cariño y que aparece cuando necesitas acurrucarte que es lo que lo convierte en verdadero.

El caso es que hay arte para quien no le gusta el arte. Breaking Bad es una serie para los que no les gustan las series. Weeds es la buena, sin ser fantástica. A Dos metros Bajo Tierra es la GRAN serie, pero hay que hacer un esfuerzo. Ahí está la clave. Cuando haces el esfuerzo de buscar, de investigar, de prestar atención y de encontrar la puerta de entrada a ese arte y, maravillosamente, descubres un mundo. Ahí es cuando empieza a ser arte.

Los mediocres utilizan el argumento infame de que si les entretiene es que es bueno. Y no es verdad. Solamente les entretiene y hay hamsters que se entretienen dando vueltas a una rueda.

El efecto Fito, en mi idioma, es cuando disfrutas indudablemente de algo de fácil consumo, como una hamburguesa. Pero si quieres un menú trabajado por alguien que lleva años cocinando diferentes tipos de comida, es Páez.

Si dices que sabes de música porque te gusta Fito, Leiva (el gran imitador), el Sabina después del Mentiras Piadosas, Queen en Wembley o las baladas heavys... es como decir que te gusta la literatura porque leíste un libro de Bucay. Me sorprende demasiadas veces cuando alguien me habla de algo increible, nuevo, original y majestuoso... y pienso que ya lo había visto antes. Antes de mucho Bunbury, Le punk, Garcia o Perezas estaba Buenas noches Rose. La publicidad premiada suele ser copias bien pagadas de ideas brillantes de otros, que se lo digan a los creativos de Telefónica.

Hay tantos expertos de arte como espectadores de un partido de futbol diciendo que son expertos entrenadores. O cuñados que saben más que el médico. O informáticos que montan equipos con los tornillos al revés (de esos he encontrado más de dos).

El efecto Fito es cuando me intentas convencer de tu superioridad cultural y solo has oído tres canciones.


Pd: hay una forma de desenmascarar a quien sufre de ese efecto. Si te dicen, por ejemplo, que les gusta Nirvana, les pones a Soundgarden. Y si no les gusta, son un fraude. Incluso en los casos más extremos, si te aseguran que son grandes fans de David Bowie ( esto lo hice yo cuando Bowie murió y alguien me dijo que era de Bowie de siempre), les preguntas si les gusta Ziggy Stardust. A mi me respondió, la super fan, que a ese otro no le conoce. No hubo más preguntas, señoría.

17 de julio de 2025

Cabrito, prensa, squash, sesgos y lectores infantiles.

Cuando mi cuñado se murió, su hija, que es mi sobrina, tenía un poco más de dos años. Al volver del hospital con el resultado definitivo consideramos que hablar de la muerte era algo excesivo y optamos por el comodín del viaje. Es lógico y es un acto de bondad.

Más adelante, se supone, la realidad se va imponiendo y el propio raciocinio humano va haciendo real lo que sucedió en aquel momento.

Unos años después estuvimos en el verdoso pueblo de Arredondo. Mi señor padre gustaba de llevarnos allí a comer cabrito. Lo específico de aquel lugar era que, al igual que sucede en algunas marisquerías, ibas unos días antes, escogías un cabrito de los que pastaban en los campos del restaurante y era ese, y no otro, el que te zampabas. Creo que mi sobrina tenía cerca de siete años. Después de comer y de mordisquear los huesos grasientos y bien asados del cabrito, ella se percató que había unos animalillos brincando por la hierba y se quedó ojiplática disfrutando de la magia de la naturaleza animal. Me acerqué a ella y le dije: "te acabas de comer a uno como ese". Ella empezó a llorar desconsolada sintiéndose culpable por haber devorado con gusto a un animal tan simpático y ese trauma le duró unas semanas. A día de hoy, a sus 26, todavía lo recuerda.

Probablemente esa misma lógica, basada en el trato que se hace con los infantes, y aquello de que la manera en la que utilizamos las palabras afecta a nuestra concepción de la realidad es el motivo por el que, muchas veces, los discursos y las noticias se maquillan bondadosamente. Es decir, existe una excusa para decorar la verdad de manera que nos haga menos daño porque se presupone, y eso es así, que como sociedad somos unos niños indefensos e irracionales incapaces de gestionar las cosas como son.

Quizá por eso mismo cuando se cumplían unos años de los acontecimientos que llevaron a la desaparición de Miguel Angel Blanco unos medios hablaban del aniversario del asesinato salvaje y los medios próximos a los herederos de aquellos asesinos titulaban, en pequeñito, que ese día hacía X años de la muerte de Miguel Angel. Que podría haberse muerto de un empacho de lentejas igualmente que de darse un cabezazo contra una bala que estaba en manos del tipo que se va de copas con el demócrata de Arnaldo.

El problema que tiene la comunicación en el mundo actual es que no resulta muy complicado buscar un par de versiones a un mismo hecho y, con un poquito de trabajo mental, conseguir una aproximación a la verdad. Algunos, normalmente los más ruidosos e intolerantes, creen que solamente existe lo que les viene bien pero eso no quiere decir que la mayoría tenga en su mano puntualizarlo o cuestionarlo. Lo peor de todo es que cuando descubrimos que nos han ocultado alguna parte de la verdad, jode. A veces es de una forma chusca. Ayer la ministra portavoz, en un intento de demostrar que los malos en cuestiones de delincuencia somos los españoles ( de siempre o recientemente españolizados), afirmó que el 73% de los delitos los cometemos nosotros. Es cierto. Eso significa que el 27% los comete quien no es español, que es el 14% de la población. La realidad es que el 100% de los delitos los cometen delincuentes y el problema de descubrir que están intentado aprovechar algo para introducir una idea suele hacerte desplazar al lado contrario. Lo peor que puedes hacer es ametrallar a alguien diciendo que no toque algo para que tenga ganas de hacerlo.

Cuando mi sobrina llegó a la adolescencia y, obviamente, sus hormonas se empezaron a volver locas ( que siguen), tuvimos que valorar el hecho de que se iba a encontrar con el mundo del porno ( y demás derivas humanas) en cuanto se perdiera unos minutos por internet. Como yo soy un bruto, rasgo que me caracteriza, me senté con ella y le conté lo que se iba a encontrar. Dicho eso fue ella la que se reguló y, creo, fue capaz de discernir qué hay entre todo lo que le va apareciendo. Ahí nos salió bien. Creo, no sé si de forma acertada, que tratarla como alguien que puede tener criterio propio y ponerle delante de la cara la realidad, resultó adecuado.

Ahora vivimos un momento en el que más de uno ha descubierto que si un grupo de marroquíes ( es un ejemplo) roban y violan a una joven, en las noticias no ponen el origen cultural de los delincuentes. Sin embargo, si lo hace un guardia civil borracho de Jaén, lo pone seguro. Al preguntar a los medios el motivo te pueden decir que ellos no buscan fomentar el odio al inmigrante, lo cual es loable, pero si es el guardia civil de Jaén te indican que lo hacen para explicar que nadie está libre de ser un violador. Nos están diciendo que somos imbéciles e infantiles y necesitamos que nos maquillen la verdad. A mi me jode mucho cuando me tratan como el niño que hace años dejé de ser.

La consecuencia lógica a la que estamos llegando es que ponemos en duda casi todo lo que nos llega. Al ponerlo en duda rellenamos los huecos con el sesgo que nos interesa. Soy de la opinión que los delitos los comenten delincuentes. Que hay madres malas y padres malos, herederos culturales que pueden llegar a creer que su hijo está poseído por el demonio y han de matarlo ahogado en la sangre de un cordero, mujeres muy hijas de puta y hombres cabronazos. Que hay empresarios buenísimas personas y trabajadores que viven de bajas falsas. Creo que Juana es una chalada esquizofrénica que hace daño a su descendencia. También soy capaz de afirmar que la pobreza y la necesidad incrementan la posibilidad de considerar el robo como una forma de sobrevivir y que nadie emigra si estaba estupendamente bien en su lugar de origen.

Por supuesto que estoy a favor de tratar todos los casos igual, con honestidad brutal, y dedicarnos a contar los hechos sin adjetivarlos porque eso, como el principio de Heissenberg, altera la propia observación.

Claro que esperar que el periodismo sea lo que debería de ser es un imposible, ya que es un negocio y necesita conseguir visitas, subvenciones y vender audiencia a base de apostar por el sesgo de sus lectores. Por otra parte ansiar que nos traten como adultos es complejo, porque una sociedad infantil es más maleable.

Es cristalino afirmar que esa idea alocada de que todos los hombres han nacido para denigrar a las mujeres es tan estúpida y racista como creer que todos los inmigrantes vienen a robarte y vivir del estado del bienestar que pagas tú.

Es exactamente igual que lo que se dice o no a mi sobrina: puedes pensar que es lo mejor o puede que no lo sea. La verdad es que su padre se murió, el cabrito se lo comió y en internet hay porno.


Pd: Una vez me pidieron, desde el ayuntamiento, que no contara en televisión que me habían robado porque eso generaba alarma social. "Ya"- les dije- "pero es que me han robado". Así que llegué a estar con un responsable de seguridad ciudadana en un debate donde sacó unos datos de la policia municipal en los que no había delitos en mi zona. "Quien hizo atestado fue la ertzaintza"- le dije. "Bueno, es que esa no es mi competencia"- respondió. En algún titular ponía: sin delitos. Bueno, yo no he perdido ningún partido de squash en la última década. ( Tampoco los he jugado). Aquí no miente nadie.

11 de julio de 2025

El hacker era el gato. ( salud mental)

Ayer apareció una señora por mi comercio. No era muy mayor pero tampoco especialmente joven. Se sentó, tranquilamente, a esperar su turno. En realidad me gusta prepararme a lo que me voy a enfrentar y suelo preguntar cual es el motivo por el que viene. Si es algo sencillo, a veces, hasta les cuelo. "Tengo hackeado el móvil". Así que decidí dejarla para después.

La experiencia me dice que a nadie que está en su casa sentado sin hacer nada ni tocar nada le intervienen en el teléfono. Cuando hay algo , si es que lo hay, procede siempre de un engaño (instale esto, que es buenísimo) o de otra persona que físicamente ha interactuado con ese terminal. Jamás he visto que por arte del espíritu santo alguien se embarace o lean los mensajes de tu whatsapp. Otra cosa es la leyenda o la religión. Por eso suelo preguntar: ¿qué le lleva a usted a pensar que le han intervenido el teléfono?

-Hace cosas raras

Lo enciendo y salen mensajes de error, es verdad. -¿Esto?

-Por ejemplo- me dice.

Así que voy a los ajustes, despues de cerrar mensajes de error de sistema, miro el almacenamiento y veo que es un terminal de 80€ con el almacenamiento completo. Elimino algunas de esas aplicaciones que van instaladas de forma publicitaria ( el netflix, booking, temu, aliexpress y mierdas varias de amazon) y me encuentro que hay 40gb de fotos y videos. Lo conecto a mi ordenador, accedo a las imágenes y le comento:

-El telefono no tiene nada raro, solo que está lleno. Es como meter barras de acero en el coche hasta un punto en que el coche no puede con ello. Y no está mal el coche.

-Pues me lo habrá llenado el hacker.

Entonces giro la pantalla de mi ordenador y le pregunto: "¿Este gato de quien es?"

-Mio

-El problema, señora, es que su movil, aparte de ser una chufa con poco almacenamiento, tiene 40gb de fotos de un gato.

-Es que es muy bonito y le hago muchas fotos.

Dejé, entonces, una pausa dramática para ver si ella llegaba a algún tipo de conclusión sola.

-Le voy a pasar las fotos a un pen drive pero si vuelve a hacer lo mismo, volverá a pasar lo mismo.

Obviamente desaparecieron los errores.

Sin embargo, cuando ese proceso se estaba llevando a cabo, me empezó a comentar que cuando está en casa el hacker, a veces, le baja las persianas. Que entra en su casa y le cambia las cosas de sitio. Que la sigue por la calle y que está segura que cualquier día la va a matar. -Sabrá entonces quien es- le dije. -No, pero estoy segura.

La miré con escepticismo y pregunté: "¿Usted, y no se moleste, ha ido a algún psiquiatra que le haya valorado su esquizofrenia?". Pensé que en ese instante iba a sacar un cuchillo jamonero del bolso y respondió: "¿Conoces a mi psiquiatra?".

Como el número de fotos del gato era extenso tuvimos tiempo y empezamos a charlar. En ese caso mi actitud se basó en mantener que desde mi racionalidad lo suyo carecía de sentido  y, sinceramente, fuera de toda la paranoia resultó ser una mujer encantadora. Viuda. Con el hijo trabajando en otro país y un entorno social inexistente. Quizá, llegué a considerar, echar la culpa a una trama de espías en donde ella es el centro de la película es mucho más entretenido que aceptar la realidad. Que, como los niños que se hacen amigos imaginarios, ella tenía hackers imaginarios con quien vivir aventuras. Que cada uno escapa de la soledad absoluta de manera que su cabeza entiende.

Terminamos de pasar las fotos, le cobre una asistencia técnica y me trajo un refresco del bar.

-Te voy a decir algo- comentó al irse- Me has proporcionado mucha calma.

Yo creo que lo único que pasó es que durante un breve espacio de tiempo no se sintió sola.

Las mentes son increíbles y se protegen y se dañan de maneras sorprendentes. Llevo 30 años oyendo, cada semana, algún caso de hacker y siempre, sin excepción, es otra cosa. Pero al igual que hacemos todos en algún momento, necesitamos crear una película que nos excuse y nos valga como comodín para todo lo que nos incomoda. Puede ser Franco, los bolivarianos, el capitalismo o un hacker que te sube las persianas porque si aceptas que no recuerdas a qué fuiste a la cocina, estás echándote la culpa.

8 de julio de 2025

Verano de imbéciles

Una de las excusas más empleadas por los delincuentes ocasionales es que estaban borrachos. Esa posesión alcohólica es la que les exime de la tontería o delito que hubiesen cometido.

En verano, independientemente de la ingesta alcohólica, el sol, el calor y la estación son ese eximente.

Ayer me crucé con demasiados hombres de mediana edad con zapatos, pantorrillas blancuzcas y pantalón corto. En la parte superior existen dos versiones: la camiseta reivindicativa o la camisa hawaiana.

No es algo exclusivamente masculino. Aunque sea una época idílica para los vestidos vaporosos y las camisetas con un hombro al aire, aunque unas piernas con ese pequeño bronceado sean parte del brillo o incluso entrever las primeras marcas del sol pueden aparentar el acceso a lo prohibido, aparece ante ti una obesa embutida en un pantaloncito corto que si no la miras puedes imaginar que es de un finlandés jubilado. Va con la misma camiseta que usaba antes de tener el novio que le hizo el primer hijo ( ahora tiene seis) y cree que el pelo desordenado hace que se parezca a Farra Fawcett. El ombligo casi está para afuera y luce un prominente cinturón de jamón ( eso es una metáfora). 

También visualicé a un nutrido grupo de personas, alrededor de un banco del parque que hay debajo de mi casa, con unas mesitas de camping y unas sillas de esas plegables de plástico que parece tela y se te pega al culo, devorando unas tortillas de patata traídas expresamente en tuppers, mientras los niños se refrescaban en los chorrillos de la fuente más cercana.

Algo más adelante, como si fuera una ofrenda al Sol, una veintena de inmigrantes ecuatorianos, y lo digo por las banderas que ondeaban mientras bailaban lo que adiviné como folclore popular, cohabitaban felizmente a la sombra de otro de los escasos árboles de la zona verde urbana que tengo la suerte de visualizar al ir por el pan.

No me he inventado nada. Me sabe fatal caer en clichés.


El uniforme del verano, entiendo, es como la canción del verano. No me vale una canción cualquiera y sus virtudes no están en su calidad. Parece que más que nunca el verano es la excusa para ir como alguien que se ha puesto lo que estaba al fondo del armario, actuar como si no le importara la opinión social y, por supuesto, hacer eso tan incómodo de intentar hacer partícipe a los demás de su deriva estética y cultural. Yo no quiero oir tu música en la playa ni quiero enterarme del chiste que estás contando, a más decibelios que una vespino estropeada, tres mesas más allá en el chiringuito. Con las fiestas populares pasa lo mismo que en las bodas: parece que te obligan a apuntarte a la mierda de la conga cuando suena paquito el chocolatero.

El resto del año, sin embargo, compras todas las papeletas para acabar en el psiquiátrico si vas en pantalón corto abrazando a la gente e intentando bailar con ellos como si fuera tu mejor amigo.

¿Es el verano la excusa para volverte un imbécil?

La respuesta es si.

Hay gente estupenda, pero solo salen en los anuncios de la tele. Tampoco he querido decir nada de las personas que, como están de vacaciones descuidan su higiene y, por defecto, su fuerte olor corporal.

Yo no tengo pantalones cortos pero sí una camisa hawaiana. 

Ahora voy a seguir buscando una canción del verano que, entre otras, deberia ser la de Lizzo pero no lo va a ser.


7 de julio de 2025

Discriminar a la inteligencia.

En las oposiciones a policía celebradas la semana pasada en Barakaldo tuvieron que custodiar a una persona y dejar activo todo el protocolo hasta que llegara la media noche porque su religión, adventista, le impide hacer nada en sábado. De las 3700 personas que se presentaron hubo una que pidió el respeto por sus creencias y el sistema tuvo que amoldarse a ella. No es la primera vez porque en Valencia, en 2022, ya pasó lo mismo.

Quizá pueda sonar insolidario pero si alguien que quiere ser policía resulta que el día del examen ya pone pegas, no le veo haciendo una detención de un delincuente, ni siquiera peligroso, en sábado. Puede que nos hayamos convertido en una sociedad que amplifica y tolera un grado de gilipolleces en demasía. A veces, y esto es un ejemplo, confundimos la tolerancia con los caprichos infantiles de una forma excesivamente fácil.

Ya sabemos que la estrategia del victimismo es algo intrínsecamente arraigado en nuestra sociedad contemporánea. Que si el camarero marica te roba, le pillas y le despides siempre te dirá que lo haces por intolerancia a su sexualidad. Eso, igual que lo de los divorcios y algunas denuncias instrumentales, lo que hace es perjudicar la presunción de verdad de la denuncia y, por defecto, a todos los maricas. Algunas defensas idiotas de los hechos diferenciales perjudican al hecho diferencial. Yo tengo clientes jubilados que me piden descuento por ser jubilados y lo que consiguen es que cada vez que me llega un jubilado, recelo. No tengo ningún problema con los jubilados, la mujeres, lo moros, los cojos o los maricas. Mi problema está con aquellos que creen que por poner un hecho diferencial encima de la mesa han ganado otros derechos. Me la pela que seas adventista como si adoras a una cabra sagrada pero si el examen es el sábado, lo haces en sábado.

El problema está en que a nadie le gusta sentirse señalado y eso nos hace, como sociedad, incapacitarnos del atrevimiento a decir obviedades. En las universidades americanas han señalado a docentes por no tener en su equipo a un determinado porcentaje de negros o de mujeres, o de hispanos o de lo que sea. La respuesta de "he contratado a quien me ha parecido mejor y da la casualidad que las mejores notas no cumplen cuotas" resulta que no es válida, que es racista. Después, por alguna razón de marketing social, han despedido al docente y contratado un 90% de lo que haya que contratar, independientemente de su valía laboral. No es el mejor, pero es negro transexual. Ah, entonces perfecto. Pues no.

Debería de existir un punto medio entre volvernos idiotas y el respeto a lo que cada uno es o se identifica.  En el reino unido, no sé si ahora se hace igual, se presentaban los curriculums sin nombre ni foto. Una vez hecha la elección, se llamaba a la gente. A mi personalmente me resulta una solución adecuada. Lo que me resulta hasta miserable es cuando me encuentro a un político, una empresa o cualquier estamento jactándose de tener más minorías que nadie. Es como si una clínica te dijera, en vez de "te vamos a curar mejor que nadie, ven", que "somos la clínica con más árabes homosexuales del pais, ven". En tu elección personal se supone que estará tu salud pero si tu amigo no va a esa clínica le acusarás de homófobo, y a nadie le gusta que le acusen.

En realidad tengo la sensación de que la sociedad se está dando cuenta, a golpe de realidades, de lo que es cierto. Que nos estamos dando cuenta que el fuego quema lo mismo independientemente de que el bombero sea bombero o bombera. Que mover a un herido de un accidente pesa igual independientemente de la religión que profese el/le/la salvador. Que quizá , en calculos estadísticos, los hombres somos más fuertes y las mujeres más flexibles. Que los tenistas golpean la pelota más fuerte que las tenistas. Que a un hombre que se identifica como mujer no pasa nada por llamarle Maria del Carmen pero en las pruebas de lanzamiento de peso le tienes que poner con los hombres. Y eso no es machismo sino realidad. No somos seres discriminantes malévolos cuando decimos que el cielo es azul. No tengo ningún problema porque una modelo gane mucho más que un modelo porque entiendo que genera más dinero y por eso se le puede pagar más. "Es el mercado, amigo", decía un condenado.

Sin embargo, que es de lo que va todo esto, nuestra sociedad acepta demasiadas gilipolleces demasiadas veces. Quizá es tiempo de dejar de hacer tanto el canelo. Hagamos puentes, mejoremos la sanidad, investiguemos, entrenemos, compitamos, resolvamos problemas sin pensar en quien lo hace sino en que lo haga.

Crezcamos.

Y sí, se puede hacer sin discriminar a nadie, sin poner adjetivos en ninguna dirección.

Lo que debería ser, que por ahora no lo es, es que estamos discriminando a la inteligencia.


pd: lo cual no quita que haya tremendas discrminaciones y salvajadas legalmente admitidas en, afortunadamente, otros países y culturas. No sé qué porcentaje de valientes homosexuales que se besan delante de carpas de los radicalizados de Vox se irían a besar en medio de la plaza roja o en unos zocos marroquíes. No me les imagino luchando por los derechos de los transexuales palestinos o las mujeres afganas en el centro de Kabul. No soy consciente de ningún acto de valor institucional contra las ablaciones africanas. Pero eso es otro tema.