Una de las quejas más habituales de los periodistas es que cualquier idiota con un blog o con una cuenta en twitter también se define a si mismo como periodista, aunque lo haga mal, sin criterio, gratis (como muchos periodistas) y con faltas de ortografía. Un tronista, un contertulio o uno que pasaba por allí.
Algo que no soy capaz de entender son los carteles en las farolas en donde curanderos se atreven a ofrecer sus servicios para sanarlo todo casi como quiromantes de la salud que hablan de la tradición milenaria de matar un carnero para arreglar un fístula por mucho que hace mil años la esperanza de vida fuera de menos de 30 años.
Yo me topo, personalmente, con cuñados avispados que juran ser capaces de arreglar cualquier ordenador para que haga absolutamente todo, aunque eso incluya el tuneup y descargas de softonic. Sin embargo ese desparpajo al contar lo que van a hacer, incluído lo imposible, engaña y estafa al supuesto cliente porque el cliente, en todos los casos, es más permeable a las barbaridades que a la verdad.
Es más emocionante una curación milagrosa, una solución de la crisis de veinte minutos, una polémica o unos polvos mágicos que la lentitud de una recuperación, una opinión razonada o la realidad. Es mucho más vendible ser runner que corredor ocasional, bloguero que escritor, místico que científico o dj que músico.
Sexualmente hablando Tony Manero sigue siendo un éxito. Ligan más los idiotas porque es una cuestión de marketing. Tienen más audiencia los que gritan, más votos los que hablan de milagros, más atención la pose que la acción, la autocomplacencia que los resultados.
Así que, de alguna manera, en los semáforos pone, el conductor del coche de al lado, una pose de automovilista de carreras. En una cena, a la hora del postre, alguno empieza una conversación sobre dietética o economía como si fuera el mismísimo Krugman. Miran en los bares con la mirada azul acero. Escriben imitando a Houellebecq y graban videos en vertical considerándose a si mismos el nuevo Bergman. A lo largo del día son médicos, informáticos, periodistas, deportistas, escritores, economistas o los nuevos hombres del renacimiento alimentado por la wikipedia.
-¿Por qué ha hecho eso?- pregunta el profesional al ver el desastre del resultado - Porque me lo ha dicho mi cuñado, que sabe mucho.
A veces la información no nos hace más sabios, sino más atrevidos. Y el atrevimiento, en determinadas ocasiones, es el germen de la estupidez. Claro que el camino está lleno de cadáveres de hombres precavidos y profesionales formados muertos.
1 comentario:
Si señor. Incluso, cómo no, ya tenemos palabro para ello (y milagrosamente no es un anglicismo).
DILETANTE: Que cultiva un arte o una disciplina como aficionado, no como profesional, generalmente por no tener capacidad para ello
Ávidos de tocarlo todo, incapaces de profundizar en nada...
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