Mal dia para buscar

2 de febrero de 2012

Notarios en los tiempos del call center


"Amor en los tiempos del Call Center". A ese disco pertenece la foto. Todo el mundo habla por teléfono, todo el mundo aparece viviendo de una manera más importante aquello que está al otro lado de la conexión mientras que en el centro de la imagen la única pareja que no habla parece que se quiere.

Quererse es dificil, al menos quererse a la vez. Echar un polvo, casi como el resultado de pasar un rato alimentando el ego de la contraparte para terminar en la cama como pago por el halago, se supone que es sencillo si somos capaces de eliminar el elemento moral del acto, como si fuera una obra teatral que se acaba sin aplausos o una manera de sentir que sigues vivo sin pensar que quizas seas un trozo de carne devorado por algún animal (normalmente carroñero) que pasaba, habriento, por la meseta de tu sexualidad.

A veces lo imposible es matar al recelo del "yo". "Voy a perder mi libertad"- aunque mi libertad sea esperar a que un clon de mi termine adorándome como en las películas. "Voy a fracasar de nuevo". "No voy a poder". "No soy capaz". Nuestro yo está lleno de negaciones y pensar que escapar a las seis de la mañana con el cuerpo arañado es ser moderno es no poder admitir que a las seis se va el sexo de pago y que en el tren, a esas horas, caminan los perdedores, los madrugadores y los que no duermen caliente, a no ser que aún seas un adolescente al que arropa su madre por la mañána, al descubrir que ha vuelto a casa.

Ahora resulta que casarse es más fácil que nunca. Te puede casar el cura y puedes ir de blanco inmaculado, lanzar el ramo y ver cómo tus damas de honor se acuestan con los invitados y van con los zapatos en la mano, despeinadas y borrachas, buscando su habitación por el pasillo del hotel. Te puede casar tu alcalde y visitar el ayuntamiento para algo que no sea pagar una multa. Hoy en día se alternan las protestas laborales y las parejas enamoradas sobre la escalinata de la casa consistorial. Te puede casar el concejal de urbanismo y ahora parece que casi te puede casar el notario, y de paso , por el mismo precio, firmar la hipoteca y la separación de bienes.

Casarse, visto así, parece sencillo. Nadie dijo que necesitaras una dote, una casa, media docena de vacas como en las tribus de Africa y ni siquiera se dijo que necesitaras sentirte enamorado. Se va al notario.

El notario, por lo menos todos los que yo conozco, son unos señores con un traje de cortefiel de hace seis temporadas que se sientan en la mesa en la que llevas un rato esperando, leen ,muy rápidamente y sin mirarte, las letras de un papel amarillento lleno de sellos y, al terminar, te preguntan si lo has entendido con una cara que parece decir que si dices que no van a sacar un bate de beisbol de debajo de la mesa para golpearte con él. Así que dices que sí y firmas, con un boli bic cristal azul, donde te han señalado. Después se van sin hablar de dinero, como hacen los ricos. Más tarde su secretaria te habla de la minuta, que es más o menos el tiempo que han gastado contigo.

Y ahora resulta que casarse va a ser eso.

Son tiempos extraños en los que es mucho más sencillo tocar cien sexos o casarse cien veces que conseguir querer durante cien días, si es que querer es una actividad bidireccional que intentas que no sea censurada por tu "yo" censor sin que te tengas que convertir en la persona que no eres y, además, no se marche.

Esa es la actividad que debería ser certificada por esos notarios que viven en los tiempos del call center.

2 comentarios:

iparrajose dijo...

Olvídate, al final el casorio es un contrato comercial en el que estipulas hasta el formato de empresa que deseas crear para que hacienda (vete a saber quién es) te cobre en adelante.
Cuando hablamos de matrimonio, hablamos de economía, de régimen fiscal, de herencias, que al fin y al cabo, en una sociedad mercantilista es lo que cuenta y lo que se cuenta.
El amor, estimado "escritor", está sobrevalorado, más que nada porque estamos en una crisis de valores (no solo los económicos) y, a fin de cuentas, el sexo es cuantificable pero el amor no.

pesi dijo...

...pero cuantificar el sexo es de meretrices que se sienten mejor haciendo caja.