Mal dia para buscar

18 de abril de 2011

WORDS


Los vídeos en los que vuelves a descubrir que la mayoría de las cosas que puedes llegar a sentir son absolutamente universales siempre me dejan el pequeño remanso de tranquilidad similar a ese momento en el que descubres que eres capaz de comunicarte con aquella persona que, por una u otra razón, pensabas que nunca te entendería.

Es la misma satisfacción sin palabras que expresas con una sonrisa cuando eres capaz de hacerte entender con un turista francés de los que visitaban el lugar de veraneo de mis padres allá por los finales de los 70.

Afortunadamente la capacidad que tiene el ser humano de comunicarse es mucho mayor que todos esos esfuerzos educativos en recalcar, fomentar y gastar horas lectivas en los aprendizajes de aquellas cosas que algunos sistemas políticos regionales intentan hacer como elementos diferenciadores respecto del invasor extranjero que viene a imponer su lengua. No podemos evitar pensar que en estos momentos de crisis global muchos de aquellos defensores de lo propio en detrimento de lo foráneo (aqui y en Finlandia) tienden a razonar que la culpa siempre es del otro.

En vez de aprender francés los amigos que consideraban que los niños franceses eran el enemigo hablaban el rudimentario euskera que aprendíamos en el colegio y que, como todos sabemos, te hace desenvolverte por el mundo con una magnífica soltura idiomática.

Cuando mi padre llamaba por teléfono a la fábrica de Barcelona y le respondían en catalán siempre decía "colóndelarreategui" que es el nombre de una calle del centro de Bilbao, porque él había nacido en la madrileña calle Menendez y Pelayo de Madrid, a unas manzanas de la casa de Lavapiés donde había nacido mi señora madre.

En este mundo globalizado que vivimos empiezan a primar las maneras universales de comunicación. Eso me agrada porque nunca fui brillante aprendiendo euskera. Estaba con razón falto de motivación.

Aunque estoy orgulloso de poder pedir el pan en el idioma de mi tierra no se si acaso hubiera sido más feliz sabiendo alemán, francés, mejor inglés o chino y haber dejado aquello como un conocimiento cultural como puedo tener del latín. Conocería más gente, eso sí. Y más tipos de pan.


Pd: es un desprecio cultural, lo se. Pero mi sobrina sabe , con 12 años, chapurrear en ingles, aleman y su autóctono castellano. Eso me da envidia mientras le enseño pequeñas frases en euskera batua (no bizkaino ni gipuzkoano).

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