Mal dia para buscar

15 de octubre de 2025

Vida de Subscripción

Hace dos semanas me comentó un gran conocedor del ocio contemporáneo que la gente, así, en general, tiende a no hacer planes ni siquiera del tipo "tomar una aqui, cenar allí y bailar allá". Eso son tres cosas a pensar. "Por eso"- decía- "lo de los tardeos y las fiestas funcionan. La gente no quiere pensar y está esperando que se lo des todo hecho".

Hoy he leido que la cultura de la subscripción se está haciendo fuerte. En EEUU el gran negocio es la subscripción a lavar el coche.  El artículo termina con una frase del nuevo rico del lavado de coches: "Veremos modelos similares en peluquerías, centros de estética o servicios para mascotas. La gente está dispuesta a pagar por la comodidad de no tener que pensar".

Es, exactamente, la misma conclusión.  Aunque ya sabíamos que pensar no está de moda y que la estupidez es un componente de éxito en una sociedad en la que no destacar en nada es sinónimo de tranquilidad y admiración del vecino.

El principal problema es, curiosamente, el grandísimo abanico de la posibilidad de elegir. Puedes elegir lo que quieres escuchar, la película que quieres ver, si te entra hambre a las tres de la mañana puedes encontrar pan y si te apetece que te lama los pies una indígena boliviana a las seis de la tarde estoy convencido que existirá la oferta, bombín incluido. Solo hace falta dinero y quizá ni siquiera mucho. Hay toda una generación pagando más de mil euros por móviles que no usan más allá de los primeros doscientos. El renting es una subscripción más.

También hemos hablado más de una vez del Efecto Tinder ( también denominado efecto Tyndall). Al existir un exceso de estímulos y de opciones , el usuario termina paralizándose y no eligiendo nada. Eso sucede, entre otros motivos, por la sensación de que quizá el siguiente perfil será el bueno. Es vivir en una máquina tragaperras infinita donde nunca se gana aunque haya pequeñas recompensas que caigan por el camino. Por otra parte no es más que intentar no pensar esperando que el algoritmo haga el trabajo que no queremos hacer.


Toda esta modernidad y sensación de tener cualquier elemento a nuestro alcance no ha generado en nosotros la mágnifica enseñanza de convertirnos en más sabios sino que nos hemos ido escondiendo en cubículos donde el confort está exactamente en no pensar. Leer la prensa que nos haga sentir bien , creer que estamos más sanos porque pagamos el gimnasio, ver el cine de la plataforma a la que nos abonamos y esforzarnos ya no en ampliar nuestro mundo sino encontrar las líneas marcadas que haya que recorrer, como un tren tonto que jamás se sale de su lugar y de sus rieles.

He leído, ultimamente, que quizá estamos ante algunas de las últimas generaciones libres. Cuando no haya dinero en metálico, se imponga el pensamiento único y nos globalicemos hasta el punto de no poder diferenciar a un jubilado de Ohio de otro de Valdemorillo, se habrá acabado todo.

Eric Fromm decía que la mejor manera de manipular a una sociedad es hacerles creer que pueden perder algo si se mueven. Ni siquiera es que puedas perder el sustento sino perder el Opel Corsa de 1987 que te queda en el garaje. Eso hace que te lo pienses dos veces antes de intentar rebelarte porque si no tienes nada eso mismo te convierte en una persona peligrosa. Desde hace años el sistema premia al mediocre y castiga al que destaca. El efecto Dunning-Krugger es tan poderoso que los más mediocres han aprendido a creerse superiores. La rentabilidad del victimismo junto con la tendencia a mantener una clase social votante subvencionada ha hecho que las democracias se perviertan con tremenda facilidad. Si con los impuestos de uno sin hijos mantengo a una familia de 7, son 7 votos contra uno. Sumemos ahora el cortoplacismo y adoptemos esa máxima en la que "para cuando reviente todo yo ya estaré muerto".

Por mil motivos como esos no pensar es rentable y no es raro descubrir que cada vez más haya personas que se suscriban a lo que sea solamente por no pararse a razonar lo que están haciendo. Se dejan arrastrar por el viento y eso, sinceramente, debe de ser mucho más cómodo que ir contracorriente.

El sueño de mucho es ser funcionario, hacer lo que le dicen, vestir a la moda, ir a las discotecas que salgan por la tele, ver los memes que ven todos, las películas más taquilleras, pagar con tarjeta, ser solidario con la movilización del mes y suscribirse a un lavado de coches porque hay que ir brillante al tardeo del sábado.

¿Por qué bebes? Porque es viernes. Pero, ¿te gusta?. No lo sé, pero he pagado la barra libre.

1 comentario:

Ina Blackwood dijo...

Sin un valor trascendental uno difícilmente sale del corral; la rueda del hámster da la impresión siempre de llevarte a alguna parte. El problema es que los valores trascendentales históricos han sido, en muchas ocasiones, modos de manipulación de masas ( mi país, mi dios o mi ideal ) y las personas debemos escoger entre quedarnos en las satisfacciones más animales y mundanas o cribar todo aquello que damos por sentado con la consiguiente pérdida de aquello que sentimos que nos da valor, y que en realidad, no necesitamos.

Es una tarea ardua, lo sabemos, porque siempre es mal día para dejar de fumar, especialmente cuando ese día podría ser ya el último... "¿Para qué?" Te preguntas... olvidando que, en realidad, nunca hubo otro camino que el que te llevas toda tu vida resignándote a andar, porque drogarse es más sencillo... y victimizarse con excusas pseudointelectuales parece que sea el medio por el cual vas a ser escuchado.

Dios, no sé para qué he escrito esto. Quizás porque echo de menos comentar cosas así con unas cañas en el bar, en vez de hacerlo por medio de un sucedáneo digital. Espero que, al menos, te sientas leído por algo diferente que un robot de google, o el monstruo que alimenta alguna siniestra IA.

Un saludo, siempre un gusto leerte.