Mal dia para buscar

2 de octubre de 2025

Homenajes inconscientes.

La mayor parte de las veces no somos conscientes, en realidad, de cuales son los hábitos y las costumbres que vamos forjando. Mantengo la teoría que la forma más sincera de poder valorar la importancia de las personas en nuestras vidas tiene mucho que ver con las acciones adquiridas. No son grandes cosas sino pequeños detalles que se nos quedaron por una frase, un comentario o una enseñanza. A veces solamente puede ser algo que aprendimos a hacer con la sana intención de agradar.

Uno es capaz de darse cuenta de ello cuando analiza las cosas que hace de manera inconsciente. Tener la costumbre de poner la mesa antes de comer, porque es lo que hacía en casa antes de reunirse la familia. Limpiarse el culo de arriba hacia abajo, o al revés, que es como lo aprendió de pequeño. Dejar enfriar la sartén antes de ponerla bajo el agua, porque alguien le contó una historia sobre el daño de la rotura térmica en los materiales. Descongelar pan en el microondas envuelto en un papel, porque lo leyó en algún lugar. Hay cientos de cosas que son costumbres y que resulta complejo adivinar el momento en que pasaron a ser parte de nosotros mismos. Movimientos reflejos.

Jorge era un compañero de clase que tenía que rascarse la nariz si veía que alguno nos tocábamos la nuestra. Cuando lo descubrimos le hicimos pasar una tortura y alguna vez que le he visto, muchos años después, me he tocado la nariz mientras hablaba con él para descubrir que seguía haciendo lo mismo.

Todas esas acciones que realizamos de manera inconsciente y que no son respirar o dar un paso después de otro tienen, en mi teoría, el valor de la importancia de quien nos las añadió. Llevar agua a la mesilla. Lavarse los dientes con el grifo abierto o cerrado, de arriba abajo o de izquierda a derecha. Subirse a la moto poniendo el pie en el estribo o subiendo la pierna con la otra en el suelo. Esperar a que las agujas del coche se pongan en su sitio antes de arrancar. Comprobar el gas antes de salir de casa, aunque ya no tengas gas. Cada vez que salgo del portal y me enciendo un cigarro en la puerta me acuerdo de esa mujer que lo hacía cada vez que iba a buscarla a casa. Antes, casi, de que se cerrara la puerta, en esa cadencia que tiene el final de los portales, ya estaba encendiendo un cigarro. Cuando me pongo a partir tomate recuerdo una vez que la madre de alguien me quitó un tomate de las manos porque no lo partía bien, y me fui a casa a aprender cómo se hace correctamente. Con menos de diez años me gustaba una chica pero le hizo más caso a un turista que era capaz de hacer juegos malabares con dos pelotas de tenis. Enfadado me fui a mi casa, cogí tres. Soy perfectamente capaz de mantener tres naranjas en el aire a la vez. Lo hago con balones de baloncesto y con casi cualquier cosa que pese parecido, si es que son tres y lo puedo sujetar con una mano.

Hay personas que han sido detestables en su paso, cual Atila, por tu vida pero un día te das cuenta que dejas el trapo de la cocina de la forma en que ella te obligaba a ponerlo. Y eso jode. Hay acciones que te recuerdan a personas como lo hacen los pueblos de algunos caminos, o algunas canciones. A veces te ves en el otro carril de la carretera, paseando acompañado porque ese lugar ya tiene persona propietaria. La pregunta que viene después es si a ella le pasará lo mismo, pero quieres pensar que no tiene corazón para no echarla de menos. Crazy, de Aerosmith. Lights, de Archive. Rock de Casbah,de los Clash. Puede ser, de Coque. Extrema pobreza es una canción que hay quien ni siquiera sabe que tiene su nombre, porque ya nos habíamos matado.

Cuando echo la sal a la comida siempre dejo los últimos granitos para lanzarlos. Eso lo hacía la rubia pija aquella que también me dejó la puta costumbre asquerosa de girar la toalla en la playa para aprovechar el sol. A veces la pongo al revés de como debo para recordarme del error. Ir en contra también es una forma de acordarse.

Un profesor, del que no recuerdo ni la asignatura, me metió en la cabeza la forma de diseccionar un problema irresoluble en problemitas fáciles. De alguien se adquiere echar el azucar al café y empezar a dar vueltas antes que se sumerja o dar tiempo a la inmersión. De alguien que nos importaba aprendimos a valorar el buen cine, o la música de verdad, aunque sea americana. También hay quien nos quiso enseñar, en mi caso sin éxito, a divertirnos o a viajar. 

Lo único que quiero decir es que tenemos millones de acciones, mayormente inconscientes, adquiridas. Todas y cada una de ellas son debidas, a veces muy a nuestro pesar, a personas importantes que pasaron o están en nuestras vidas.

Supongo que es el homenaje que hacemos a nuestro pasado conviertíendolo en nosotros mismos. 

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