Las cucarachas no mueren patas arriba en la naturaleza y sin embargo en tu casa, cuando te las encuentras cadáver, están al revés porque se resbalan en el parquet (dado un alto centro de gravedad hecho por un Dios cabrón) y luego no pueden ponerse en su posición habitual. No es una invención, es un hecho.
Es una de esas anécdotas que tiene la vida y que las cucarachas, en su pequeña conciencia, desconocen. La muerte está a un paso del abrillantador de suelos. Es casi un efecto de la teoría del caos, del mundo de las casualidades, de no volver a ver esa mirada más que fugazmente en el metro y no poder dejar de recordarla los últimos segundos de vigilia antes de dormir de lado, o mirando al techo sin fallecer hasta mañana. Un perro agradecido y confiado duerme con las patas arriba y si fuera una cucaracha estaría muerta. No se puede hacer extensivo lo de uno al otro, lo tuyo a lo mio ni mi verdad a la tuya. Tampoco sé si la cucaracha soy yo o eres tú.
El caso es que no somos los mismos aquí o allí, en la naturaleza o pasando el Pronto. El entorno y el pasado, a veces como un interruptor que nos enciende una luz de alarma o simplemente como una cicatriz que va con nosotros, nos genera mil maneras nuevas de morir, de confiar o de deshacernos. Y no nos afecta igual ni nos hace lo mismo. Soy incapaz de comprender que alguien no se estremezca con alguna canción y sin embargo hay muchas canciones que nunca me pueden sonar a verdad. Tengo mi mochila, mi trolley azul con pocos kilómetros en sus pequeñas ruedas y todas mis cicatrices. Las tengo alrededor del tobillo derecho, en un costado y una casi imperceptible donde empieza el agujero izquierdo de la nariz. Me caí miles de veces de la bicicleta de pequeño y tuve el problema de que mi padre siempre me enseñó a levantarme solo para no aprender a gestionar el concepto de solicitar refugio. A eso es a lo que tiendo: a ponerme en pie otra vez porque si no lo hago quedaré cadáver hasta el martes. Es algo aprendido. Y no pedir ayuda porque el concepto de orgullo nunca lo entendí correctamente.
A veces sólo hace falta que te pongan en tu posición para empezar a corretear hasta nuestros escondites. Las veces que hagan falta y de forma recíproca. Si no lo haces, mueres dando patadas al aire siendo algo pequeño, casi invisible.
Por mi parte: No soy mal levantador, creo. Me está costando aprender que cicatrices tenemos todos, no siempre en el mismo sitio y no siempre nos estremecen las mismas canciones. El centro del mundo es un paraboloide hiperbólico.
A veces sólo hace falta que te pongan en tu posición para empezar a corretear hasta nuestros escondites. Las veces que hagan falta y de forma recíproca. Si no lo haces, mueres dando patadas al aire siendo algo pequeño, casi invisible.
Por mi parte: No soy mal levantador, creo. Me está costando aprender que cicatrices tenemos todos, no siempre en el mismo sitio y no siempre nos estremecen las mismas canciones. El centro del mundo es un paraboloide hiperbólico.
3 comentarios:
Me has hecho buscar como mueren las cucarachas. Por cierto, hay veces que aunque estén boca arriba, no están muertas, están sobreviviendo.
Las cucarachas tienen un problema de diseño y su manera de morir natural es estirando la pata pero en las casas, debido a su centro de gravedad y las superficies lisas, resbalan. Cuando se ponen del revés sobre el parquet, sobreviven hasta que mueren de hambre. (ese es el dato dado por un documental de esos que me acompañan y que no me quité de la cabezota)
Publicar un comentario