Hace unos días se publicaba un anuncio que venía a decir, más o menos en una interpretación libre, que si escuchas a Beyoncé eres tonto.
Leyendo con algo más de detenimiento o mirando los gráficos como las vacas al tren podremos extender la estupidez al regetton. Lo curioso es que The Doors, Pearl Jam o incluso el Jazz en general no han aparecido reflejados en mentes inteligentes y Counting Crows, Radiohead o (oh, sorpresa) U2, si.
Si lo hiciéramos extensivo a nuestra música es más que probable que los gráficos se acumularan en la parte inferior con mil y un triunfitos, bisbales, perezosos, maluseros, pitbulleros, juanmaganeros o melindrosos.
Reconozco que soy un intransigente musical.
Sin embargo me niego a pensar que la inmensa mayoria es tonta porque no tengan gusto o cultura en lo musical, que son dos cosas diferentes. La inmensa mayoría es vaga.
Por vagancia, como un antisistema que paga con tarjeta haciendo ganar a los bancos por no ir al cajero, permanece lo fácil, lo primero, lo que hace más ruido. Por vagancia triunfan los simples en la competición afectiva. Por vagancia ganan las grandes superficies y las películas de tiros, de buenos y malos, de final feliz esperable.
Marc Parrot, cansado de ser silvestre, se inventó al chaval de la peca para hacer caja. Captó un anuncio, hizo un vídeo, se puso gafas grandes y lo reventó todo.
Hay música para los que oyen música, que cada vez son menos, y música para los que escuchan, que no es lo mismo. Hay decoración para los que han oído hablar de feng shui o devoran revistas de esas en las que aparecen casas que no podremos tener y están los vagos muebles de Ikea para los demás, que los compran como si no hubiera otra cosa. Existe la ropa industrial y la posibilidad de vestirse con clase pero esto último requiere un esfuerzo que una gran cantidad de personas no están dispuestas a hacer.
Hay una persona con la que poder ser feliz, como la canción adecuada, pero hay que trabajar esa felicidad en vez de vivir en las excusas. Muchas veces se ignora ese trabajo mientras se camina despistado como un niño al entrar en el parque de atracciones, aturdido por los ruidos de atracciones luminosas que están entre la puerta y el destino, entre la próxima copa y el abrazo al llegar a la cama.
No son tontos los que oyen a Beyoncé, Bisbal o un Dj ruidoso, aunque los habrá. En la mayoría de los casos son vagos, despistados o perdidos culturales. Un día, con una cerveza en la mano y cadena Dial en el aire, me tararearon una de Ricky Martin antes de darme un beso y decirme que no tengo gusto para vestir. "Me pasa lo mismo que a ti"- dije- "No le doy la importancia que pudiera tener"- y dejé la cerveza sobre la mesa para dejar que me quitara la ropa un momento después de que yo apagara la radio.
Nunca pude poner a Van Morrison o el Long Gone before Daylight, de los Cardigans, que es un disco para despertar.
Cuando no nos preocupamos por algo algunos quieren demostrar que nos hace tontos y no es verdad aunque, como más de un roce perdido y una convivencia no ejecutada, tener la posibilidad de disfrutarlo y no hacerlo sea un acto de tontuna. Simplemente se corrompe o se pierde. Como la música, como la estética, como el cariño, como la costumbre, como la falta de mantenimiento.
Ni siquiera es una cuestión de música.
1 comentario:
Puestos a ser contradictorios, el antisistema debería entrar en el banco, para dar sentido al empleado que está al otro lado y, empleando la libreta, pedir un reintegro.
Y, con calma, como una jubilada que va a cobrar íntegra la pensión para guardarla debajo del colchón, pedir que se le actualicen (la libreta, no la pensión; no pidamos imposibles que mayo del '68 nunca volverá).
PD - Sigue así. Animándome cada vez que te leo.
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