Cuando, buscando paraísos perdidos, conseguí tumbarme en la playa entre un grupo de adolescentes que se van cambiando los tirantes de la parte de arriba del bikini y una pareja de esas en las que él está a disgusto mientras ella deja que sus costillas vayan cogiendo el cobrizo color de los primeros rayos de abril intenté por un momento dejar que el sonido abortargante de las olas fuera penetrando entre las neuronas que dejé en alerta por si algún perro desaprensivo intentara orinar en mi bolsa.
Tuve, como siempre y por el mismo motivo por el que en verano aborrezco los tumultos soleados de las playas, la inoportuna visita acústica de mis pensamientos.
Así que tras consumir un capítulo de la prosa directa y autobiográfica del protagonista de 38 años de "el periodista deportivo" de Richard Ford, me dispuse a regular el volumen de la cámara de skinner que son los auriculares cuando sólamente dejas un reducto al sonido del mar.
Y oí dos veces esta canción, sin saber el motivo. Me quedé como una vaca mirando el tren a las personas que caminan por la orilla. Un grupo de muchachos cool de esos que llevan un cartel con su sexualidad juegan con una pequeña perrita que es ansiosamente perseguida por un perro excitado y con las patas negras de la arena. "Está en celo" le decían con una sonrisa a una delgada señorita incapaz de parar los arranques olfativos del final, peludo y sucio, de su correa. Un hombre de pelo blanco y piernas delgadas pasea con una bolsa a la espalda con la mirada perdida en los barcos del horizonte donde las palas molineras de la nueva electricidad sostenible parece que despiden los cargueros o a los aviones de pasajeros que llevan, de vuelta o de ida, los sueños de algunos.
Una playa, cuando se empieza a formar a media primavera, no tiene los mismos pobladores que en su ocaso de septiembre. Además la luz parece más fuerte, como la de la mañana cuando te abren la persiana y aún estás en la cama.
Yo siempre decía que la playa no me gustaba porque no tenía enchufes.
Pd: misma canción, en directo con un audio algo flojo, aquí.
1 comentario:
Las cenizas del pasado crecen
y abrigan este espacio inventado,
esta raíz que cambia constantemente, que sostiene y a la vez destruye.
Esta gruta olorosa
a invierno y a membrillo.
Debajo de la cama habita el miedo
y espero, con mis ojos de aguja el aroma de la playa que nunca tuve.
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