En las oposiciones a policía celebradas la semana pasada en Barakaldo tuvieron que custodiar a una persona y dejar activo todo el protocolo hasta que llegara la media noche porque su religión, adventista, le impide hacer nada en sábado. De las 3700 personas que se presentaron hubo una que pidió el respeto por sus creencias y el sistema tuvo que amoldarse a ella. No es la primera vez porque en Valencia, en 2022, ya pasó lo mismo.
Quizá pueda sonar insolidario pero si alguien que quiere ser policía resulta que el día del examen ya pone pegas, no le veo haciendo una detención de un delincuente, ni siquiera peligroso, en sábado. Puede que nos hayamos convertido en una sociedad que amplifica y tolera un grado de gilipolleces en demasía. A veces, y esto es un ejemplo, confundimos la tolerancia con los caprichos infantiles de una forma excesivamente fácil.
Ya sabemos que la estrategia del victimismo es algo intrínsecamente arraigado en nuestra sociedad contemporánea. Que si el camarero marica te roba, le pillas y le despides siempre te dirá que lo haces por intolerancia a su sexualidad. Eso, igual que lo de los divorcios y algunas denuncias instrumentales, lo que hace es perjudicar la presunción de verdad de la denuncia y, por defecto, a todos los maricas. Algunas defensas idiotas de los hechos diferenciales perjudican al hecho diferencial. Yo tengo clientes jubilados que me piden descuento por ser jubilados y lo que consiguen es que cada vez que me llega un jubilado, recelo. No tengo ningún problema con los jubilados, la mujeres, lo moros, los cojos o los maricas. Mi problema está con aquellos que creen que por poner un hecho diferencial encima de la mesa han ganado otros derechos. Me la pela que seas adventista como si adoras a una cabra sagrada pero si el examen es el sábado, lo haces en sábado.
El problema está en que a nadie le gusta sentirse señalado y eso nos hace, como sociedad, incapacitarnos del atrevimiento a decir obviedades. En las universidades americanas han señalado a docentes por no tener en su equipo a un determinado porcentaje de negros o de mujeres, o de hispanos o de lo que sea. La respuesta de "he contratado a quien me ha parecido mejor y da la casualidad que las mejores notas no cumplen cuotas" resulta que no es válida, que es racista. Después, por alguna razón de marketing social, han despedido al docente y contratado un 90% de lo que haya que contratar, independientemente de su valía laboral. No es el mejor, pero es negro transexual. Ah, entonces perfecto. Pues no.
Debería de existir un punto medio entre volvernos idiotas y el respeto a lo que cada uno es o se identifica. En el reino unido, no sé si ahora se hace igual, se presentaban los curriculums sin nombre ni foto. Una vez hecha la elección, se llamaba a la gente. A mi personalmente me resulta una solución adecuada. Lo que me resulta hasta miserable es cuando me encuentro a un político, una empresa o cualquier estamento jactándose de tener más minorías que nadie. Es como si una clínica te dijera, en vez de "te vamos a curar mejor que nadie, ven", que "somos la clínica con más árabes homosexuales del pais, ven". En tu elección personal se supone que estará tu salud pero si tu amigo no va a esa clínica le acusarás de homófobo, y a nadie le gusta que le acusen.
En realidad tengo la sensación de que la sociedad se está dando cuenta, a golpe de realidades, de lo que es cierto. Que nos estamos dando cuenta que el fuego quema lo mismo independientemente de que el bombero sea bombero o bombera. Que mover a un herido de un accidente pesa igual independientemente de la religión que profese el/le/la salvador. Que quizá , en calculos estadísticos, los hombres somos más fuertes y las mujeres más flexibles. Que los tenistas golpean la pelota más fuerte que las tenistas. Que a un hombre que se identifica como mujer no pasa nada por llamarle Maria del Carmen pero en las pruebas de lanzamiento de peso le tienes que poner con los hombres. Y eso no es machismo sino realidad. No somos seres discriminantes malévolos cuando decimos que el cielo es azul. No tengo ningún problema porque una modelo gane mucho más que un modelo porque entiendo que genera más dinero y por eso se le puede pagar más. "Es el mercado, amigo", decía un condenado.
Sin embargo, que es de lo que va todo esto, nuestra sociedad acepta demasiadas gilipolleces demasiadas veces. Quizá es tiempo de dejar de hacer tanto el canelo. Hagamos puentes, mejoremos la sanidad, investiguemos, entrenemos, compitamos, resolvamos problemas sin pensar en quien lo hace sino en que lo haga.
Crezcamos.
Y sí, se puede hacer sin discriminar a nadie, sin poner adjetivos en ninguna dirección.
Lo que debería ser, que por ahora no lo es, es que estamos discriminando a la inteligencia.
pd: lo cual no quita que haya tremendas discrminaciones y salvajadas legalmente admitidas en, afortunadamente, otros países y culturas. No sé qué porcentaje de valientes homosexuales que se besan delante de carpas de los radicalizados de Vox se irían a besar en medio de la plaza roja o en unos zocos marroquíes. No me les imagino luchando por los derechos de los transexuales palestinos o las mujeres afganas en el centro de Kabul. No soy consciente de ningún acto de valor institucional contra las ablaciones africanas. Pero eso es otro tema.