Mal dia para buscar

26 de octubre de 2025

El minority report de la intolerancia (explicado con un filete).

Hace unos años, supongo que en momento de alguna moda, nos disponíamos a comer en un restaurante del centro. María, que siempre fue una de esa personas que van de aqui para allá intentando convencerte que su decisión de este mes es la mejor, había iniciado su cruzada vegana. En realidad me daba un poco igual porque dos meses antes había asistido feliz a cenar, junto con el resto de las personas que nos juntábamos, unos filetes de dos dedos de grosor que me había regalado un buen cliente carnicero. Ella, como buena mujer corporativa, se definía intensa con las cosas de nuevo cuño. A saber: hizo un blog, porque en aquella época se llevaban los blogs, ensalzando a la empresa que la despidió después y contra la que se llegó a manifestar acusándoles de todo lo contrario de lo que la hemeroteca (suya) contaba que no hacían. También le dio por gritar enfurecidamente contra los toros lanzando cosas a quienes iban libremente a los toros, que es un grupo al que había pertenecido años antes. En otro momento de su vida miraba con muchísimo desprecio a quien llevaba abrigos de piel pero antes tuvo problemas de liquidez por su afición a comprarse bolsos de trescientos euros. Reconozco que nunca fue mala persona pero sí que se descubría como alguien de criterios extremos, contrarios y excesivos que jamás se quedaban en el medio de nada.

El caso es que yo pedí un filete.

En el momento en que me pusieron el plato sobre la mesa ella me miró con asco. Ahí estaba, con su brócoli o lo que fuera, esperando el momento en que fusilarme con su argumentario. -¿Cual es el problema?- le dije. -Mira- y empezó con un tono de superioridad intelectual que no iba bien- Si vas a cometer un asesinato y una salvajada te tengo que pedir que no lo hagas delante de mi, Si te vas a comer eso- que reconozco que tenía una pinta fenomenal ya que todavía lo acompañaba un juguillo caliente- me veré obligada a marcharme.

Como es lógico, y dada mi naturaleza, le quise recordar que el ser humano lleva comiendo carne millones de años y que, de una forma absolutamente tolerante, a mi me la traía completamente al pairo lo que ella se fuera a comer de la misma forma que yo no la iba a obligar a probar mi filete. Entonces hizo la siguiente analogía brutal: "Como comprenderás hay cosa que una persona de bien no puede tolerar. Si te vienes a comer con tu esclavo negro descalzo, sujeto con una correa de pinchos en el cuello y me dices que no me obligas a tener un esclavo, yo no debo de tolerar esa barbaridad. Con este caso es exactamente lo mismo". Se quedó muy satisfecha de su argumentario convencida que su notoria intolerancia resultaba ser la opción más adulta, digna y satisfactoria para el mundo mundial. Que, obviamente, iban a crecer más flores, reducirse el agujero de ozono, nacer terneros felices y acabar con diez o doce guerras.

Me comí el filete.

Me dejó de hablar y sé, porque miro de reojo al mundo alrededor, que en algún momento me ha podido acusar de homófobo, fascista, racista, machista y algún que otro -ista que viniera a cuento. Por supuesto, y de eso no hay ninguna duda, yo soy el intolerante miserable que no fue capaz de actuar como persona razonable.

Esa es una anécdota que ha vuelto a mi mente de manera recurrente durante los últimos tiempos. No por la actitud psicótica de una activista de la moda intelectual hace unos años sino por la tremenda similitud con discursos de guerra, censura y desprecio social que vienen de lugares que anteriormente se definían como paradigmas de la pluralidad de pensamiento. Conozco a quien le han intentado cancelar, le han apartado de una cuadrilla y le han acusado de fomentar el asesinato de niños árabes por decir que Ada Colau se está convirtiendo en el rubio de los Pecos.


Nuestro querido ex vicepresidente hizo unas declaraciones la semana pasada diciendo que controlar RTVE por parte del gobierno y poner a los suyos está muy bien porque si no lo hacen los buenos luego vendrán a hacerlo los malos. Su señora esposa, maravillosa defensora de la paz en el mundo ( no a la guerra pero la de Rusia un poco), ha arengado una intervención militar contra Israel para matar a los malos a manos de los buenos. La universidad, que debería de ser un lugar de expresión de ideas libre, ha demostrado varias veces a lo largo de los últimos tiempos que existe un poderoso ejército de personas de bien a favor del entendimiento entre las personas radicalmente en contra de que quienes no piensan bien tengan posibilidad de expresarse en libertad. El peor feminismo que existe es ese que jura que las mujeres son libres de hacer con su cuerpo y su vida lo que quieran pero no pueden participar de la gestación subrogada, ser modelos, cocinar para sus parejas o preocuparse demasiado por su aspecto. Nunca he entendido ese "tu eres libre de hacer lo que yo te permito" pero seguro que Bildu me lo  puede explicar susurrándome con amor, en la nuca, los motivos por los que hay que prohibir a los que no toleran a quien no piensan como ellos.

Probablemente hemos visto de una forma tan clara las tropelías de la Alemania Nazi o aquellas cosas que hizo el franquismo. Así que los de la derecha brutal, (aquella que mataba negros, acuchillaba maricas, señalaba y gaseaba judíos, metía en la cárcel a gente por hablar euskera o sacrificaba a los bebes menos sanos) no existen. Yo no conozco, aunque alguno habrá, a ningún chalado que haga cualquiera de esas cosas. Pero sí que conozco a quien cree que está perfectamente bien hecho cerrar un medio, golpear a quien no piense igual, prohibir la libertad diferente o incluso vandalizar a un comerciante que no rotule en el idioma adecuado o tenga un apellido de origen que no te guste. No vamos a hablar ahora de los que deciden que la mejor manera de pasar la mañana es joder un cuadro de hace 300 años porque les han contado que un español, hace 500 años, se folló a una colombiana que no  había consentido la relación. A ver si los romanos no se cepillaron sin consentimiento a una lozana de Albacete cuando llegaron y no voy yo a quemar el Coliseo.

Últimamente, y eso es peligroso, asisto estupefacto a actos de censura, intolerancia y hasta violencia por parte de personas que me dicen que lo hacen por la libertad y que además, se sienten orgullosísimos de ello. Están esperando, como Samantha, que les den una buena medallita institucional y, a ser posible, un billete de vuelta en Bussiness y una pensión pública.

Es perfectamente conocido que, tal y como pasó con aquel filete, en el momento en que te plantas e intentas hacer ver el acto de infame imposición que se está intentado cometer, se certifican en lo necesario de su acción y el violador, eres tú.

A ver si vamos a terminar prefiriendo a alguien que te dice que es un hijo de puta y se comporta como un hijo de puta a otro que te jure que es un adalid de la pluralidad y luego se comporte como un hijo de puta.

Anteayer echaron a patadas a un tipo que fue disfrazado de oficial Nazi a una fiesta de Halloween, donde se supone que se va vestido de algo que de miedo. Alguien me comentó que el disfraz fácil y eficiente de este año es ponerse un pasamontañas, una cinta verde en el pelo, un cinturón con granadas y un fusil de bandolera, 

Llevo un tiempo diciendo que la misma lógica de superioridad moral que hacía el chiste de "obreros de derechas" puede decir ahora que es absurdo ser "LGTBQ+ a favor de las leyes árabes", pero si lo dices alguien se va a sentir con el deber moral de reventarte a hostias y, además, se va a sentir orgulloso de ello. Aunque luego sea el mismo esquizofrénico paranoico,

Es jodido ver, quizá desde fuera, lo orgullosos que están algunos de hacer lo que critican en los demás. A veces incluso porque suponen que los otros, que solamente se preguntan el por qué, lo van a hacer. 

Si pones en duda cualquiera de las cosas que yo pienso eres un fascista miserable asesino cabrón. Es el minority report de la gilipollez dictatorial.

Y, joder, Ada, la marinera, se parece al rubio de los Pecos una barbaridad.


Pd: el problema es que como la sociedad es estúpida y pendular, tenemos un riesgo cierto que no tarde mucho en pasar lo mismo desde el otro lado. Al fin y al cabo si hemos tardado 90 años de gasear a quien no piensa bien a aceptar que matar a un facha es un acto de bondad... quizá en veinte volvamos al otro lado. Más o menos cuando los niños de ahora se conviertan en niños con cargos y se rebelen contra un poder absurdo que les criminalizó injustamente cuando eran menores.  Lo sé. Carezco de esperanza en la capacidad intelectual humana, salvo para piratear el fútbol o ver porno gratis.

Pd2: al que me saque la paradoja de la intolerancia de K. Popper, le reviento.

22 de octubre de 2025

Mr Wonderful, la quiebra (y Luis Aragonés).

Mr Wonderful se muere.

Deben casi 7 millones de euros y todo indica que se van al garete. Angela y Javier, mientras preparaban su boda, hicieron unas invitaciones chulísimas y positivísimas que gustaron tanto que decidieron lanzarse al mundo de la creación. No en vano eran diseñadores gráficos y gente feliz. Aquello era 2011.

Se pusieron a vender sus cositas por internet y les iba tan bien que decidieron dar el salto al comercio global. Hicieron colaboraciones con todo lo cool. Hasta lanzaron una línea de preservativos.

En 2016 facturaron 30 millones de euros. Un 25% desde redes sociales e internet. 150 empleados en 2017, 1800 puntos de venta, 40 comercios franquiciados. Todo chuli, no lo vamos a negar.

Entonces llega el momento excusa y la excusa son dos: que en internet los márgenes se reducen muchísimo y que la pandemia hizo que vendieran menos. Al menos eso es lo que dicen las fuentes acreditadas.

No me escondo si soy de los que creen que el futuro es la publicidad escéptica. Yo regale a mi sobrina, en su época de negatividad adolescente, una taza que ponía: Nadie Te Quiere. Soy un fan de la empresa de publicidad en la que Dudley Moore prepara una campaña sobre los coches Volvo , cuando eran suecos, con el eslogan: Feos pero seguros. Crazy People, se llamaba la película. El truco de su éxito, en la ficción, era decir la verdad.

La verdad, tal cual, no suele ser una estrategia de éxito. La sinceridad, y es un buen momento para recordarlo, consiste en decorar la verdad de una forma que salvaguarde los sentimientos de aquellas personas que te importan.

Los extremos, como en todo, son mentira.

Nadie es tan malo como para levantarse por la mañana buscando las formas de generar dolor por el dolor. Nadie sonríe al lechero , al cartero y al policía. Visto desde ese punto de vista y basándonos exclusivamente en cuestiones de marketing, Mr Wonderful era un negocio basado en una mentira. Debo decir que si le regalé una taza a mi sobrina significaba que al menos una persona, yo, la quería un poco.

A mi personalmente siempre me han producido urticaria las frases de coach barato de Mr Wonderful. Eso de "Levántate con una Sonrisa", "Hoy va a ser un dia fenomenal", "Sonríe que la vida vuela" atenta contra la realidad. Si me despierto en invierno, aún de noche, con dolor de espalda, un catarro incipiente, unos granos fruto de una alergia y me dices : "Lo único imposible es aquello que no intentas" te reviento de una hostia en la cara.

También es verdad que para decir frases de besugo no hace falta ser una empresa internacional. Conozco a quien montó un bar y quebró, puso otro bar y tuvo que cerrarlo. Después cogió un bar en funcionamiento y acabó en concurso de acreedores. Ahora da charlas sobre emprendimiento hostelero. Junta a personas, que sorprendentemente pagan por oírla, y les explica las fases del éxito en unas diapositivas con colores pastel. Los reyes del intrusismo en la psicología están a tres likes de aparecer antes de los videos de Youtube vendiéndote sus cursos de autoconocimiento feliz. Existe un mercado, que hace años monopolizaba la religión, de personas crédulas necesitadas de oír que van a ser felices siguiendo doce sencillos pasos. The Secret fue un libro de éxito que, como todos los libros de autoayuda, solamente colaboran en la felicidad económica del pastor.

Una de las cosas que se conoce poco es cuando, siendo ya una empresa de las de verdad, Mr Wonderful intentó llevar a juicio a todo el que hiciera frases positivas casi como si la ñoñería infinita fuera propiedad intelectual de una marca. Probablemente, quiero pensar, harían reuniones creativas a primera hora de algún lunes, quizá con resaca, en donde el jefe tendría que dar algún golpe en la mesa mientras grita: "¿Pero es que no hay cojones de sacar una puta frase positiva en esta empresa de vagos?". O , yo que sé, no creo que te mandaran frases positivas en la carta de despido: "Tienes un bonito futuro delante ( pero aqui no, inútil)". Porque la vida real no puede ser felicidad todo el rato, y mucho menos en la empresa cuando debes 8 millones de euros.

Otra de las cosas que tiene la felicidad empalagosa encremada de merengue es que termina saturando. Es probable que en 2011 viviéramos en una sociedad que necesitase, como un niño magullado, que le dijeran cosas chulas aunque fueran mentira. El problema es que después, como con los políticos populistas, descubres que son mentira, que no funcionan y tu decepción es doble. En 2011 aparecieron con fuerza dos grandes mentiras, preludios de decepciones: el 15M y Mr Wonderful. Casualidad. Casualidad también que estén prácticamente en quiebra dos creadores de frases molonas que te intentan hacer creer que eres mejor persona de lo que eres en realidad y que deseándolo mucho se puede cualquier cosa. Solo han tenido que pasar unos años y la realidad.


A veces se nos olvidan las enseñanzas de Luis Aragonés. Nadie ha dicho jamás que fuera un mal tipo y muchos de los jugadores a su cargo han afirmado que lograba sacar de ellos el máximo. Una de sus frases más conocidas es: "Digo más veces vete a tomar por culo que buenos días". Esa sí que es frase para una taza. 


21 de octubre de 2025

Escondiéndose en 1985

El pasado es un lugar del que aprender y también un sitio en el que esconderse cuando el presente te supera sin tener ninguna perspectiva de futuro.


De alguna forma casi todas las generaciones han tendido a esconderse en esos momentos en los que fueron felices. De alguna forma, también, suelen asociarse a esa edad de descubrimientos que se encuentran en ese espacio de tiempo entre dejar de hacer lo que dicen los padres y tener que hacer lo que obliga la vida.

Ahora que mi señora madre tiene mucho más claros los recuerdos de su infancia soy capaz de ver en sus ojos un poco de luz cuando se ubica en los años cuarenta y cincuenta. Los bailes y quizá un poco de resquemor de ese del que genera el "qué podría ser". Es ahora cuando, quizá por la incontinencia verbal que le da superar los 93, hemos conocido a Enrique y a Paquito. Paquito fue un muchacho que le regaló una medalla con su nombre antes de irse a la mili.  75 años después hemos encontrado esa medalla y ella, sin ningún rubor, nos confesó que era un pretendiente que tuvo pero que, al volver de la mili, dejó de parecerle interesante. Enrique, por el contrario, fue un chico con el que salía a bailar antes de conocer a padre. Cuando mi tía, gemela de madre, falleció, descubrimos una pequeña pulsera, supuestamente de plata, con su nombre y una fecha. La guardaba entre las piezas supuestamente valiosas y es más que probable que, aún sin valor dinerario, tuviera una significación importante en su vida. 

Sin embargo todo eso se corresponde a una generación sin impacto global. La juventud de los años cincuenta en España era radicalmente diferente a la americana, la británica o la polaca. Quizá fue la de los setenta la que empezó a igualarnos mundialmente. El cine, probablemente, y la música empezaron a igualarnos, al menos en influencias. Los Beatles fueron, quizá, el segundo fenómeno mundial por detrás de las grandes películas. Un señor de Ohio y tu tío el hippy que se había ido a Londres habían visto a Gregory Peck en el final desgarrador de "Duelo al Sol", aunque fuera del 46. Los Rolling, los vuelos intercontinentales, el crecimiento de la clase media, el turismo y la publicidad hicieron de nuestro mundo un lugar mucho mas pequeño. La ventaja es que si te gustaba La Guerra de Las Galaxias podías encontrar a un tipo en Trieste tan apasionado como tú, aunque fuera del lado oscuro.

Así que si bien nuestros hermanos mayores nos intentaron aleccionar sobre los fenómenos globales y lo buenos que fueron los tiempos pasados, hemos sido el ejército que maduró entre los 70 y los 80 los que  jugamos inconscientemente a imponer nuestros recuerdos a la conciencia global. No porque fuera mejor o porque después no hubiesen suficientes "tips" sino porque somos mayoría. Nuestros padres, al descubrir que podían mantener una familia, se dedicaron a tener hijos. Nosotros, al vernos incapaces de convertir en realidad nuestros sueños, nos acurrucamos en posición fetal delante de la televisión consumiendo una y otra vez Los Gonnies, Regreso al Futuro, El Equipo A y La Abeja Maya. Ni siquiera lo puntualiza la terrible sensación que tuve, después de conseguir todos los capítulos de Mazinger Z, lo horribles que me parecieron aquellos dibujos en comparación con el recuerdo de mi cerebro.

En el recuerdo amable, por cuestiones psicológicas, todo parece mejor. Mi abuela, que sacó adelante a una familia tras la guerra civil, era de las que afirmaba que con Franco se vivía mejor porque aquello coincidió con sus mejores años. Carlos, constructor ya fallecido burgalés, afirmaba, sentado en una silla de ruedas frente al mar, que la época de Felipe Gonzalez fue la mejor y lo fue porque supusieron esos años en los que ganó dinero y estableció las bases que luego sustentaron a su descendencia.

Lo que no hicieron ni mi abuela, ni Carlos, ni mi madre fue ese desparpajo moral de creer que lo suyo era mejor que lo anterior y lo siguiente. Ese es un pecado muy boomer: creer que lo que te gusta a tí debe de gustar al resto del mundo. No hay maldad sino inconsciencia. No es válida ninguna afirmación que lleve implícita la mayoritaria aceptación del público. Cuando Los Pecos llenan estadios no significa que sean mejores o peores sino que han hecho recordar a María del Carmen cuando estaba enamorada del moreno y cómo le rompió el corazón leer en el superpop que se había cortado mucho el pelo cuando se tuvo que ir a la mili. Somos capaces de endulzar ese recuerdo en el que jugábamos con una supuesta espada láser y magnificar los machacones estribillos de la época del pop. Hemos eliminado del cerebro el escenario gris de muchas de nuestras ciudades, los Seat 131 Supermirafiori aparcados en cualquier sitio y la gente fumando en El Corte Inglés. Se nos pasa muy por encima la lacra de la heroína y el Sida. Lo que nos queda es Madonna vestida como una mamarracha cantando Like a Virgin en una góndola y creemos que haber jugado en el barro era algo maravilloso. Que los columpios sobre cemento eran una fórmula de fortaleza contra los suelos de tartán de los flojos de nuestros pocos hijos de cristal.

Así que, siendo mayoría y habiendo edulcorado los recuerdos, nos hemos propuesto imponer aquella visión sesgada de los ochenta a todo el que tenga un ojo puesto en cualquier medio social de comunicación global. Los promotores, sabiendo que somos especialmente débiles, nos traen de nuevo a todas aquellas bandas y artistas que ahora se arrastran por escenarios repitiendo sus ancestrales éxitos. Todas las giras de los Rolling son la última.

Más de uno, de dos y de un grupo de gente capaz de llenar cualquier estadio, ha decidido esconderse en una época que ya no existe y que quizá no existió nunca tal y como la recuerda.

Hay toda una generación intentando esconderse en la época en la que cree que fue feliz. Aunque Thriller fuera del 82. Purple Rain, del 84. Pero eso no quita que la más brillante actuación conocida fuera la superbowl del 2007.
 
Dentro de 5 años los ochenta cumplen 50.
Dentro de 50 no sé qué parte de lo que estamos viviendo ahora estará idealizado.

15 de octubre de 2025

Vida de Subscripción

Hace dos semanas me comentó un gran conocedor del ocio contemporáneo que la gente, así, en general, tiende a no hacer planes ni siquiera del tipo "tomar una aqui, cenar allí y bailar allá". Eso son tres cosas a pensar. "Por eso"- decía- "lo de los tardeos y las fiestas funcionan. La gente no quiere pensar y está esperando que se lo des todo hecho".

Hoy he leido que la cultura de la subscripción se está haciendo fuerte. En EEUU el gran negocio es la subscripción a lavar el coche.  El artículo termina con una frase del nuevo rico del lavado de coches: "Veremos modelos similares en peluquerías, centros de estética o servicios para mascotas. La gente está dispuesta a pagar por la comodidad de no tener que pensar".

Es, exactamente, la misma conclusión.  Aunque ya sabíamos que pensar no está de moda y que la estupidez es un componente de éxito en una sociedad en la que no destacar en nada es sinónimo de tranquilidad y admiración del vecino.

El principal problema es, curiosamente, el grandísimo abanico de la posibilidad de elegir. Puedes elegir lo que quieres escuchar, la película que quieres ver, si te entra hambre a las tres de la mañana puedes encontrar pan y si te apetece que te lama los pies una indígena boliviana a las seis de la tarde estoy convencido que existirá la oferta, bombín incluido. Solo hace falta dinero y quizá ni siquiera mucho. Hay toda una generación pagando más de mil euros por móviles que no usan más allá de los primeros doscientos. El renting es una subscripción más.

También hemos hablado más de una vez del Efecto Tinder ( también denominado efecto Tyndall). Al existir un exceso de estímulos y de opciones , el usuario termina paralizándose y no eligiendo nada. Eso sucede, entre otros motivos, por la sensación de que quizá el siguiente perfil será el bueno. Es vivir en una máquina tragaperras infinita donde nunca se gana aunque haya pequeñas recompensas que caigan por el camino. Por otra parte no es más que intentar no pensar esperando que el algoritmo haga el trabajo que no queremos hacer.


Toda esta modernidad y sensación de tener cualquier elemento a nuestro alcance no ha generado en nosotros la mágnifica enseñanza de convertirnos en más sabios sino que nos hemos ido escondiendo en cubículos donde el confort está exactamente en no pensar. Leer la prensa que nos haga sentir bien , creer que estamos más sanos porque pagamos el gimnasio, ver el cine de la plataforma a la que nos abonamos y esforzarnos ya no en ampliar nuestro mundo sino encontrar las líneas marcadas que haya que recorrer, como un tren tonto que jamás se sale de su lugar y de sus rieles.

He leído, ultimamente, que quizá estamos ante algunas de las últimas generaciones libres. Cuando no haya dinero en metálico, se imponga el pensamiento único y nos globalicemos hasta el punto de no poder diferenciar a un jubilado de Ohio de otro de Valdemorillo, se habrá acabado todo.

Eric Fromm decía que la mejor manera de manipular a una sociedad es hacerles creer que pueden perder algo si se mueven. Ni siquiera es que puedas perder el sustento sino perder el Opel Corsa de 1987 que te queda en el garaje. Eso hace que te lo pienses dos veces antes de intentar rebelarte porque si no tienes nada eso mismo te convierte en una persona peligrosa. Desde hace años el sistema premia al mediocre y castiga al que destaca. El efecto Dunning-Krugger es tan poderoso que los más mediocres han aprendido a creerse superiores. La rentabilidad del victimismo junto con la tendencia a mantener una clase social votante subvencionada ha hecho que las democracias se perviertan con tremenda facilidad. Si con los impuestos de uno sin hijos mantengo a una familia de 7, son 7 votos contra uno. Sumemos ahora el cortoplacismo y adoptemos esa máxima en la que "para cuando reviente todo yo ya estaré muerto".

Por mil motivos como esos no pensar es rentable y no es raro descubrir que cada vez más haya personas que se suscriban a lo que sea solamente por no pararse a razonar lo que están haciendo. Se dejan arrastrar por el viento y eso, sinceramente, debe de ser mucho más cómodo que ir contracorriente.

El sueño de mucho es ser funcionario, hacer lo que le dicen, vestir a la moda, ir a las discotecas que salgan por la tele, ver los memes que ven todos, las películas más taquilleras, pagar con tarjeta, ser solidario con la movilización del mes y suscribirse a un lavado de coches porque hay que ir brillante al tardeo del sábado.

¿Por qué bebes? Porque es viernes. Pero, ¿te gusta?. No lo sé, pero he pagado la barra libre.

14 de octubre de 2025

Música de mentira.

Algunos sabeis que si Perales me cantase que "a qué dedico el tiempo libre" una de las respuestas sería empeñarme en oir un poco de todo. Los algoritmos musicales no han llegado a mi ecléctico nivel. Será por eso por lo que , últimamente, me bombardean con canciones que son COMPLETAMENTE FALSAS.

Por eso he decidido hacer una selección breve.

A partir de aquí todo lo que escuches no existe.









y así podríamos seguir casi hasta el infinito.

10 de octubre de 2025

El amor materno vs El activismo occidental

Ayer hablé con mi nonagenaria madre. Le conté, intentando disfrazarme de monologuista, que me había levantado con dolor en un hombro fruto de haberme pegado con alguien mientras dormía. Una molestia de esas que se despiertan contigo cuando no las habías invitado a dormir. Al principio de la mañana, le dije, un jubilado que venía a configurar su móvil se percató que me movía con dificultad. Así que me explicó que tenía, como suele ser, un remedio infalible. Se puso tras mi espalda. Sujetó con una mano mi tronco y con otra presionó el hombro con intención de desencajar los dolores. Me hizo daño y me explicaba que eso significa que la contractura estaba solucionada y que en unos instantes me iba a encontrar mejor. Me lo dijo con ese orgullo del que ha hecho la buena obra del día. Se lo agradecí y decidí no cobrarle nada por eliminar esa aplicación de supuesta limpieza que le había llenado el teléfono de publicidad y lentitud. Tres horas después no me dolía el hombro. Me dolía el hombro, la espalda y hasta debajo del sobaco. Tosí un poco notando unos pinchazos horribles a lo largo del costado y descubrí, con sorpresa, que era incapaz de mirar a la derecha ( cual intransigente zurdo medio). A mi me parecía, por la noche y con los dolores ya más reducidos a base de medicación y cuidado, una anécdota divertida para dar la sensación de compartir con mi señora madre el día a día. Al fin y al cabo ella disfruta sintiéndose parte de la vida de sus hijos.

Curiosamente ella actuó de forma refleja y me preguntó si había ido al médico. Hoy me mandó un mensaje preguntándome por mis dolores.

El motivo, en su punto último, es que quien es madre lo es siempre. Que incluso necesita seguir siéndolo aunque ya haya pasado esa labor con mayor o menor éxito. Si no lo es, si no se siente útil en esa labor, es atrapada por la tristeza de la irrelevancia. A veces las madres que tienen esa sensación de que los hijos ya no les necesitan se centran en los nietos. Cambia el objeto pero porque necesitan mantener la actividad. No hay ninguna crítica sino la certificación de una obviedad.

Es algo extensivo a otras facetas, edades y activismos de la vida.

Un aficionado a su equipo de balompié, de esos que van de viaje con el club, se busca otro cuando el suyo baja más allá de tercera. No es que no ame sus colores pero siente más amor al hábito hooligan. Hay quien necesita siempre actuar como un ser enamorado hasta el merengue, aunque cambie el objeto del amor de vez en cuando. No quiere tanto a su amor sino a las actividades intrínsecas al enamoramiento.

Existen, como todos sabemos, manifestantes muy enfadados por motivos justos. Se juntan, se identifican y consumen merchandising fabricado en china con simbología incuestionable. El problema o el vacío aparece en el momento en que aquello por lo que se manifiestan se soluciona o cambia. En ese caso viven un síndrome de abstinencia ideológica que rellenarán con la nueva reivindicación. No quita, en ningún caso, que esas reclamaciones sean injustificadas. Significa que es tan importante su satisfacción moral como la desigualdad por la que gritan. Normalmente, en este mundo modernísimo y sobreinformado, la desigualdad les importa algo menos porque hay conflictos que siguen vivos pero no es cool manifestarse por ellos.

La primera reacción ante la madurez de los hijos o los conflictos en proceso de solución es convencerse de que no se ha arreglado nada o que los hijos siempre son niños. Algunos necesitan creer que , después de llevar 50 años muerto, Franco está vivo. Otros necesitan vivir con la certeza falsa de que la banda terrorista ETA todavía mata a gente por la calle, culpables de pensar mal. Normalmente, como mi madre, han estado tan acostumbrados a que su vida gire alrededor de esa certeza que cuando no es tan cierta, la inventan.

Dispongo de la suficiente edad como para haber visto manifestaciones de todo tipo. Conozco a quien se ha manifestado por todo lo que estuviera de moda moral en ese instante. Da igual que fuera el hambre de Africa, las matanzas de la disolución de Yugoslavia, las mujeres que viven en países árabes, Ucrania, el asesinato miserable de Miguel Angel Blanco o incluso la defensa de una Euskadi independiente. Hay quien ha vivido reivindicaciones en forma de oximorón como quien ha votado a Podemos y luego a Vox, porque lo que necesita es fastidiar. (Conozco un caso).. Ahora resulta que estamos en un momento en el que salir a la calle con un palestino al cuello y gritar muy fuerte puede que deje de ser de actualidad. Soy de los que creen que da lo mismo si el propio Satanás evita muertes porque lo que importa es que deje de morir gente. Espero, con expectativas casi infantiles, que esa guerra infinita de dos niños enfadados irracionales y armados se reduzca e incluso pudiera parar hasta la próxima temporada.

Igual que hace mi madre cuando parece que necesita que me duela algo, observo cómo hay quien necesita que no se arregle nada porque se quedarían sin manifestación.

Si, por lo que sea, se arregla la ultima injusticia number 1 en las listas de conflictos, estoy ansioso de descubrir cual va a ser la siguiente moda reivindicativa. Es lo mismo que iba a pasar si en vez de no tener descendencia, me pidiera mi madre cuidar a mis hijos porque ya que ha descubierto que no tiene que cuidarme a mi. La diferencia, y siento decirlo de manera cruda, es que a mi madre le importarían sus nietos mucho más que a algunos activistas sus pobrecitos mártires lejanos. Mi madre se mancha las manos limpiando los mocos de los niños, que eso es más sucio que gritar de seis a siete. 

Claro, que también hay progenitores que maltratan o no cuidan a sus hijos aunque vayan por ahí jurando lo muchísimo que les quieren, salvo que haya partido. O manifa. O concierto. O.


Pd: Leo a estas horas que Maria Corina Machado, opositora venezolana (y quizá, su equipo, ganador democrático de las ultimas elecciones en aquel país sin haber llamado a la revuelta armada contra una dictadura poquito encubierta) ha ganado el premio Nobel de la Paz. Estoy esperando a ver cuando llaman fascista al jurado y recuerdan que Alfred propuso los premios porque se sentía culpable por haber inventado la dinamita. Así que es un responsable de muertes y, por tanto, facha. Claro que también se lo dieron a Obama por nada. Y Marie Curie, dos veces facha. En fin...

Pd2: no han tardado ni una hora.

7 de octubre de 2025

La telenovela social.

 En "Amanece que no es poco" se hace una asamblea entre las mujeres del pueblo para decidir quien serán las adulteras y la puta ese año. Democraticamente se lleva a votación.


En realidad pone en evidencia que hay puestos que nunca se pueden dejar vacantes. Tonto del Pueblo, Abusón, Empollón... Existen un grupo de personajes que siempre existen, que no pueden no estar. Da lo mismo que hablemos de una serie de dibujos animados como de la obra más magnífica de un guionista y director sueco. Siempre está el abuelo, el mendigo, la madre, la cotilla, la niña repelente, el niño cabrón, el gordo o la guapa. Está quien tarda mucho en la cola del supermercado o el que va a 30 por hora en las zonas de 30 por hora. Hay personajes que siempre están. Y cuando se mueren son sustituidos por otros simplemente por el hecho de que deben de existir. A todos nos toca, en mayor o menor medida, cubrir algún papel que haya quedado vacante. También es verdad que el papel puede ser variable y haber sido al que le pegan en el recreo del colegio para, con más edad, ser el yonki o el pijo desagradable que te mira hacia abajo.

Paseando por la calle veo a personas que, inconscientemente, han ido adquiriendo roles. Hace muchos años impartí clases de informática a un grupo de jubilados. Uno me preguntaba, todos los días, si ese era el que íbamos a ver chavalas en el ordenador. Era el viejo verde. Una señora me trajo, al finalizar el curso, una gallina (viva) para agradecerme que le había enseñado a moverse por la wikipedia y a aprender de la historia de su pueblo. Esa es la señora que también le pone un tupper para llevarse a todos los nietos. Le puse la misma cara que había puesto, años antes, a Diego (traficante de drogas reconocido) cuando apareció con cocaína para agradecerme no sé qué configuración que le hice en su ordenador. Para ellos es una forma de agradecimiento y así lo valoré por mucho que ni maté a la gallina ni me metí nada. También es una manera en la que certifican y se rebozan en el papel que han aceptado.

Existen papeles, como sucede con los actores, para los que se ha nacido. Hay quien lleva en los genes ser el imbécil de la reunión de vecinos. En mi caso son dos, el del sexto A y el del septimo B. Yo he vivido muchos años con el papel no correspondido de crápula sexualmente activo mujeriego, y no lo soy. También he vivido con el puesto de polemista profesional, y ese me sale solo. Tengo un don para llevar la contraria. He intentado, sin éxito, convertirme en ese tipo que cumple lo que promete siempre pero no se me ha tomado en serio. Conozco a quien ha sido muchos años la marica sobona que disfruta de la atención de jóvenes para alimentar su ego y, por edad, asisto como espectador al cambio de actor en dicha telenovela. He conocido a la descocada recién separada, con alma de princesa, que jura buscar el amor eterno hasta que dan las tres. A partir de ahí con atención le vale. También he asistido a la rendición por amor fatuo de un amigo tras un divorcio, a manos de alguien que no le interesaba más que por el soporte económico vital, pero que le mentía con dulzura. Hay jubilados que adoptan el rol de acumulador de actividades variadas, y van a clases de salsa tras haber subido tres montes. También hay jubilados que se abandonan, como esperando la muerte. Mi vecina de abajo, castigada por el fallecimiento de su, apreciado por mi, marido, se ha convertido en la compañera de juegos de sus nietos. Hay una cajera en el Mercadona que tiene pinta de haber llegado a una cuidad lejana por amor y quedarse abandonada reinventándose de nuevo. El mes pasado, un antiguo compañero del equipo de baloncesto pasó por mi comercio para contarme que esta vez si, que ahora había dado con el gran negocio de su vida. Lleva, de ilusión en ilusión, desde que le conozco. Supongo que es el que tuvo un videoclub, una tienda de cigarrillos electrónicos, que importó algún container de china, invirtió en bitcoins y jugó a ser asesor inmobiliario. Nunca con la suficiente constancia o intensidad. Será por eso por lo que se ha separado tres veces.

Mantengo la teoría que hay cosas que siempre son las mismas, aunque les demos nombres diferentes. Poliamor son cuernos. Muffin es magdalena. Queremos creer que somos diferentes que lo que eran nuestros abuelos y, sin embargo, los personajes de nuestro entorno no cambian aunque lo hagan los actores. Hay un profesor, un intelectual, una dama, un ladrón, el que te da el coñazo ideológico, un yonki y una puta.

Entre todos esos papeles nosotros vamos asumiendo alguno. Es como si nos estuviéramos riendo de los viejos sentados en el parque, viendo pasar gente, y sesenta años después los del banco seamos nosotros.

Ley de vida en la telenovela social.

2 de octubre de 2025

Homenajes inconscientes.

La mayor parte de las veces no somos conscientes, en realidad, de cuales son los hábitos y las costumbres que vamos forjando. Mantengo la teoría que la forma más sincera de poder valorar la importancia de las personas en nuestras vidas tiene mucho que ver con las acciones adquiridas. No son grandes cosas sino pequeños detalles que se nos quedaron por una frase, un comentario o una enseñanza. A veces solamente puede ser algo que aprendimos a hacer con la sana intención de agradar.

Uno es capaz de darse cuenta de ello cuando analiza las cosas que hace de manera inconsciente. Tener la costumbre de poner la mesa antes de comer, porque es lo que hacía en casa antes de reunirse la familia. Limpiarse el culo de arriba hacia abajo, o al revés, que es como lo aprendió de pequeño. Dejar enfriar la sartén antes de ponerla bajo el agua, porque alguien le contó una historia sobre el daño de la rotura térmica en los materiales. Descongelar pan en el microondas envuelto en un papel, porque lo leyó en algún lugar. Hay cientos de cosas que son costumbres y que resulta complejo adivinar el momento en que pasaron a ser parte de nosotros mismos. Movimientos reflejos.

Jorge era un compañero de clase que tenía que rascarse la nariz si veía que alguno nos tocábamos la nuestra. Cuando lo descubrimos le hicimos pasar una tortura y alguna vez que le he visto, muchos años después, me he tocado la nariz mientras hablaba con él para descubrir que seguía haciendo lo mismo.

Todas esas acciones que realizamos de manera inconsciente y que no son respirar o dar un paso después de otro tienen, en mi teoría, el valor de la importancia de quien nos las añadió. Llevar agua a la mesilla. Lavarse los dientes con el grifo abierto o cerrado, de arriba abajo o de izquierda a derecha. Subirse a la moto poniendo el pie en el estribo o subiendo la pierna con la otra en el suelo. Esperar a que las agujas del coche se pongan en su sitio antes de arrancar. Comprobar el gas antes de salir de casa, aunque ya no tengas gas. Cada vez que salgo del portal y me enciendo un cigarro en la puerta me acuerdo de esa mujer que lo hacía cada vez que iba a buscarla a casa. Antes, casi, de que se cerrara la puerta, en esa cadencia que tiene el final de los portales, ya estaba encendiendo un cigarro. Cuando me pongo a partir tomate recuerdo una vez que la madre de alguien me quitó un tomate de las manos porque no lo partía bien, y me fui a casa a aprender cómo se hace correctamente. Con menos de diez años me gustaba una chica pero le hizo más caso a un turista que era capaz de hacer juegos malabares con dos pelotas de tenis. Enfadado me fui a mi casa, cogí tres. Soy perfectamente capaz de mantener tres naranjas en el aire a la vez. Lo hago con balones de baloncesto y con casi cualquier cosa que pese parecido, si es que son tres y lo puedo sujetar con una mano.

Hay personas que han sido detestables en su paso, cual Atila, por tu vida pero un día te das cuenta que dejas el trapo de la cocina de la forma en que ella te obligaba a ponerlo. Y eso jode. Hay acciones que te recuerdan a personas como lo hacen los pueblos de algunos caminos, o algunas canciones. A veces te ves en el otro carril de la carretera, paseando acompañado porque ese lugar ya tiene persona propietaria. La pregunta que viene después es si a ella le pasará lo mismo, pero quieres pensar que no tiene corazón para no echarla de menos. Crazy, de Aerosmith. Lights, de Archive. Rock de Casbah,de los Clash. Puede ser, de Coque. Extrema pobreza es una canción que hay quien ni siquiera sabe que tiene su nombre, porque ya nos habíamos matado.

Cuando echo la sal a la comida siempre dejo los últimos granitos para lanzarlos. Eso lo hacía la rubia pija aquella que también me dejó la puta costumbre asquerosa de girar la toalla en la playa para aprovechar el sol. A veces la pongo al revés de como debo para recordarme del error. Ir en contra también es una forma de acordarse.

Un profesor, del que no recuerdo ni la asignatura, me metió en la cabeza la forma de diseccionar un problema irresoluble en problemitas fáciles. De alguien se adquiere echar el azucar al café y empezar a dar vueltas antes que se sumerja o dar tiempo a la inmersión. De alguien que nos importaba aprendimos a valorar el buen cine, o la música de verdad, aunque sea americana. También hay quien nos quiso enseñar, en mi caso sin éxito, a divertirnos o a viajar. 

Lo único que quiero decir es que tenemos millones de acciones, mayormente inconscientes, adquiridas. Todas y cada una de ellas son debidas, a veces muy a nuestro pesar, a personas importantes que pasaron o están en nuestras vidas.

Supongo que es el homenaje que hacemos a nuestro pasado conviertíendolo en nosotros mismos.