Nunca encontré el libro "¿es lícito matar a un fascista?" aunque siempre me parece una pregunta que guardar para rematar las discusiones con algunos.
Mantengo la teoría, quizá equivocada, en la que antes de ser obispo hay que pasar por fraile. Estoy seguro que no es el refrán correcto. Una de las cosas de las que carece la carrera universitaria es la capacidad de práctica. Defiendo la argumentación obvia que es imposible diseñar un destornillador si jamás has usado uno. Tengo una conocida, profesora universitaria de primer rango, que enseña a diseñar motocicletas. Un día le dije que podríamos ir con la moto a dar una vuelta y me respondió: "no, que me dan miedo". "Además, ni siquiera tengo carnet". Curiosamente parte de su trabajo consiste en emitir críticas sesudas y firmadas por su titulación sobre las motos de los demás.
Si algo ha capturado como propio parte de la juventud respecto de los jubilados es la capacidad de crítica delante de una obra. Sin embargo, al contrario de los jubilados, a algunos les importa más si un día un obrero le miró el culo a la vecina o si tuvo un amigo franquista que si hace su trabajo correctamente. Es más, si para salvar la vida a tu hijo enfermo localizas al único cirujano del mundo que lo puede salvar pero ese señor ha votado mal, no deberías salvar la vida de tu hijo. Será que ( utilizando un argumento idéntico) si caminando con maricas te vuelves gay, tratando con fachas te vuelves nazi. Así que mientras estás trabajando en la obra dispones de un grupo de jubilados diciendo que lo haces mal y una bandada de moralistas tuiteros llamándote fascista.
Todo eso, visto desde fuera, es hasta gracioso por lo ridículo. El problema es cuando la obra tiene que ver con los desagües de tu casa, o si te tienes que quedar sin luz hasta que terminen. En realidad lo que quieres es que acaben y te da exactamente lo mismo si lo hace uno que viola a gatos los martes. Vivimos en una sociedad en la que te puedes quedar sin luz en casa porque una asociación de defensa de la sexualidad gatuna denuncia al electricista porque un felino le tiene miedo. Si, mirando por tus intereses, pides que te den la luz tendrás a un grupo apedreándote porque te has convertido, sin saberlo, en un violador de gatos. Entonces valoras el riesgo de acabar en la cárcel de zoofílicos con la pena de pasar un curso de consideración sexual y tolerancia animal cuando lo único que deseabas es tener luz.
Las hordas saben perfectamente que su poder intimidatorio no está en la razón sino en el ruido, en la creación de una barrera con pinchos entre "buenos y malos", y en la utilización extrema de los silogismos.
Pero lo que pasa es que un día te quedas sin luz, o se te inunda la casa, o no tienes qué comer y cuando te acercan un bocata aparecen por detrás a tirarte piedras porque el ganadero que da de comer a los cerdos también tiene toros de lidia. Se te hinchan los cojones y te vas a los toros. Que a ti los toros te la pelan, pero les van a dar mucho por el culo.
Porque es muy diferente hacer que sentarse en casa, con una cerveza artesanal delante del ordenador y criticar alocadamente lo mal que lo hacen los demás y lo que se contagia la errónea manera de pensar.
Es como montar en moto, hay que caerse. Yo conozco a alguien que no se ha subido nunca pero vive de explicar la manera de hacerlo, hasta que un día tenga que subirse en una. También es verdad que hasta que no tienes el dato de su incompetencia, quieres creer que tiene razón.
(Es una metáfora basada en hechos reales, incluída la inundación)
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