Fui a una ciudad moderna.
Había un Starbucks, muchos muebles de Ikea, wifi gratis en la puerta de la Apple Store. Los repartidores entregaban paquetes de Amazon y hasta creí ver a un tipo orientándose con unas Google Glass. La policía lo domina todo con drones que señalan los lugares donde las viejas han resbalado. Las personas hacen running con wearables adosados al cuerpo. En el autobus se paga "contacless" y viven con emisiones cero. Hay árboles y pantallas táctiles. No fui capaz de encontrar papeles por el suelo y los músicos callejeros son todos una mezcla de Damien Rice con Glen Hansard, pero con la rubia, que viste de Zara, pero de temporada. Bolsos de Bimba&Lola, Yoko Ono en la música de los ascensores. Los chandal de Adidas no son de esos que llevan las líneas blancas en el lado del pantalón. No había gordos ni escuálidos. Todos los productos antes costaban mucho y ahora están continuamente en oferta.
Las personas se saludan con unos perfectos dientes sin intercambiar palabra. Tatuajes de diseño sin ser tribales. No hay rastro de Melendi. La comida no es alimento, es una experiencia. Las citas se sincronizan con Evernote y las presentaciones se hacen con Prezi porque Powerpoint es una herramienta del tercer mundo. Nadie paga en metálico. Se organizan grupos de coaching, ha estado cien veces el TED y han pagado a Coelho para que transcurra su próximo cuento entre sus calles. Todos los habitantes de la sonriente multiculturalidad poseen unos chacras bien abiertos. Algunos son contingentes pero todos necesarios. Los turistas van en bici y huelen bien.
Los columpios están acolchados, las luces son de bajo consumo. El agua: mineral. La Coca Cola lleva menos azúcar, los deportistas no sudan y todos llevan una GoPro.
La sociedad es homogéneamente rica y todos los césped son igual de verdes. La educación gratuita habla de las grandes hazañas de la historia y las guerras parece que han sido limpias, sin muertes y sin reconstrucciones porque todo estaba ordenado al llegar, como los armarios. Nadie tose en sanidad. No hay niños obesos que apesten. Las chocolatinas tienen fósforo para el cerebro, calcio para los dientes y vitaminas para la vista junto con un amable sabor a naranjas. Las naranjas llevan líneas de puntos por donde pelarlas y transgénicamente saben a mandarinas.
A nadie le suda la mano al darla. Los concejales dimiten y se respetan las colas del banco. No hay enfermedades venéreas o infidelidades. Todo el sexo es tántrico porque se aprobó en un referéndum a favor de las ocho horas de sueño. El sol calienta pero no quema. Los hombres no tienen pelo en el culo. Las mujeres se alternan en los anuncios de pelo Pantene. Los perros no babean ni huelen las entrepiernas. Los gatos hacen memes.
Los leones comen gambas.
3 comentarios:
Que tristeza de sociedad!
El otro día vi un LOW COST que avisaba de su próximo cierre y anunciaba "GRANDES REBAJAS".
Creo que te pagan si entras...
Mi madre me ha dicho, en su dislexia maravillosa, que ayer vio en la tele lo del "tigre que come langosta".
Es perfecta.
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