Dice un artículo, hablando sobre las oficinas de nuestras comunidades autónomas en el extranjero que a mediados de 2010, Cataluña era la comunidad que encabezaba la lista, ya que tenía 48 de esas unidades administrativas. Por detrás se situaban la Generalitat Valenciana, con 23, y Andalucía, con 22. A más distancia estaban País Vasco y Asturias, con 13 oficinas cada una. El siguiente escalón lo ocupaban Murcia y Galicia (ambas con 12); la Comunidad de Madrid (11); Castilla y León, Aragón, Canarias y Navarra (con cinco oficinas cada una); Extremadura (4); La Rioja, Baleares, Castilla-La Mancha y Cantabria, que tenían dos cada una. Aparte de, debido a aquello del gobierno europeo, que todas tienen una oficina en Bruselas.
Haciendo la suma: 199+17 oficinas. Supongo que, por lo menos, trabajaran dos personas en cada una, lo cual hacen 432 personas que estarán por ahí cobrando un dinerito por hacer algo que se supone que hace también cualquiera de las embajadas españolas, porque españoles somos todos, que están en los mismos lugares (hoy el gobierno vasco decia que somos estupendos porque hay 501 trabajadores más)
Cuando te sientas a ver una película americana de esas en las que Harrison Ford sale buscando a los malos y se ve involucrado en una trama de espionaje como otra cualquiera a donde va es a la embajada americana, nunca le oí que se fuera a la embajada de Texas. Es exactamente lo mismo que exclamó la delegación americana cuando vinieron a ver nuestro chulísimo AVE y dijeron que sí, que estaba muy bien y que probablemente este era un país rico a consecuencia de los pedazo de trenes que nos gastamos. Lo mismo, supongo, que pensará un serbio al ver a un catalán llegando a Belgrado y le pregunte por la embajada catalana, porque no es lo mismo un chorizo de cantimpalo que un buen fuet.
Las diferencias culturales que nos diferencian de nuestros vecinos autonómicos siempre han resultado un clavo de exclusividad al que cada uno de nuestros gobiernos se han gustado de agarrar. Es la mejor forma de echar la culpa al vecino cuando las cosas salen mal y la mejor manera de saber que has pasado de una comunidad a otra: que el asfalto ha cambiado de color.
Se han cometido auténticas barbaridades sociales al abrigo de lo cultural, y eso es una obviedad. En Euskadi, que es de donde puedo hablar, es mucho más importante saber euskera con soltura que tener una buena nota en la escuela de ingenieros, aunque sea la escuela del señor Torrontegui, que está al lado del autóctono campo de San Mamés. Como todo el mundo puede saber y deducir, es muy importante diseñar máquinas en euskera porque funcionan mucho mejor que las que están diseñadas en español.
No pongo en duda que el mantenimiento de las raices culturales que nos han visto llegar es una de las mejores maneras de aprender quienes somos, de donde venimos y a donde vamos, como en la canción de Siniestro, que siempre han sido unos orgullosos gallegos, pero educar a nuestra juventud, formales y darles una patada en el culo porque no hablan gallego con soltura es una de las mayores estupideces que puede hacer una sociedad que debería de preocuparse por la calidad de sus profesionales por encima de sus diferentes perfiles lingüísticos. Cantabria, Madrid, La Rioja y Burgos están repletos de fantásticos profesionales pagados con dinero euskaldún. Y alguno sigue manteniendo que un médico es mucho mejor si te hace un tacto rectal en euskera (caso verídico).
En estos tiempos de recortes de esos que yo no llego a comprender y que afirman que apretando un poco de aquí, un poco de allá y pagando un impuestito de nada se ahorran miles de millones de euros me pregunto si acaso no será el momento de hacer lo que se hacía con el latín, que es aprender un poquito y pasar el resto del tiempo con las ciencias y las letras vivas de verdad para aprender a competir en un mundo que tendrás que viajar y en el que no se me ocurre encontrarte, tirado en el desierto, preguntando por la embajada de Murcia.
O que no puedas echar un polvo en Gijón porque no sepas Bable.
O que sea más importante algún baile regional que una ayuda social a una persona sin trabajo.
O que quiten dinero de la sanidad catalana y se niegue, Artur Mas, a quitar a ninguno de sus enviados al extranjero con la frase de "Colaborar, sí; subsumirnos, no", que es, he de decirlo, una manera correctísima en la utilización del castellano.
Hablo de prioridades, que no de exclusiones. Yo sigo prefiriendo el mejor médico, el mejor profesor y hasta el mejor diplomático. Si habla euskera, fantástico. Pero si echamos a nuestros jóvenes porque no hay trabajo y los que pueden trabajar no lo hacen porque se preocuparon de aprender inglés, alemán, chino o simplemente porque nacieron en otra comunidad autónoma, somos unos gestores de mierda, pero con el Txakoli y más de un traje típico, subvencionados.
3 comentarios:
En serio, me estoy volviendo un adicto a tu blog, para cuando un tema basado en la "teorica culpabilidad de las generaciones anteriores en la situacion española actual"
¿le vas a echar la culpa a tus padres de lo que estas viviendo ahora?. Si tienes mas de 30, lo dudo. La evolución hacia al abismo ha sido mucho más rápida.
Con tu permiso, remember: http://maldiaparadejardefumar.blogspot.com/2010/02/nuestro-pais-de-mierda.html
Me voy a cenar chopped y a ver la1 sin anuncios, hasta que los vuelvan a poner.
Hombre, yo creo que la responsabilidad de la generación de mis padres es muy grande, se han aprovechado demasiado, han tomado al pie de la letra la película de woody allen coge el dinero y corre. Se han aprobechado y lo saben.
Me jode es que no aceptan su parte de culpa (que no la tienen toda), no paro de oir a gente de mas de 40 años que cuando tenian mi edad (25) estaba igual de mal, yo siempre les pregunto cuando empezaron a trabajar, cuando a recibir un sueldo, cuando se independizaron y cuando se compraron su primera casa.
Pero sin duda lo que mas me jode es que la gente siga comportándose igual, sigan pensando lo mismo y sigan chupando del bote los que aun pueden y los que no, no dudarían en volver a chupar de el.
No se si es cuestión generacional o cuestión de país
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