Cuando oigo el audio en el que "el bigotes" afirma que "Camps es un gilipollas" y que los empresarios son una "banda de gorrones" recuerdo sin poder evitarlo el personaje de Javier Bardem en Huevos de Oro que, allá por el 93, describía al tipo de empresario inculto, sin gusto y sin moral que ha cercenado la sociedad en la que vivimos hasta el punto de hacer prácticamente cierta la creencia popular que afirma que no se puede triunfar sin ser un soberano gilipollas (y un poco ladrón).
En realidad no deja de ser el reflejo del compañero de clase macarra y agresivo que se compra el coche que hace más ruido, sale con la tía que tiene las tetas más gordas y da la sensación de estar por encima de la verdad, la moral y los profesores a lo largo de todo el bachillerato. Es el mismo al que te encuentras en la puerta de un bar acabándose el último cigarro e intenta convencerte que nunca llegó a nada porque no quiso o que lo tuvo todo y por culpa del destino lo perdió en una mala jugada.
Es el mismo que descubrió a quien sobornar en aquel ayuntamiento para hacer unos chalets adosados con mano de obra sin regular porque tenía en nómina al hijo del inspector de trabajo, el que se compró un Porche Cayenne para irse de caza con el concejal de urbanismo o el que tenía de nómina un euro más que su jugador de fútbol favorito, que es con el que se iba de putas si el equipo ganaba por más de dos.
Es el mismo, por supuesto, que dejó la empresa quebrada, a los proveedores sin pagar, a los trabajadores sin cobrar y ahora, como una mala cigarra, aparca el todoterreno en zona de minusválidos vestido con ropa sin clase de hace tres temporadas y te intenta dar lecciones de cómo se mueve en realidad el mundo mientras eres tú quien paga el whisky.
En un estudio de la escuela de negocios de Stanford, a colación del liderazgo, se ha llegado a afirmar que la bondad y la generosidad no son unos párámetros que te ayuden a convertirte en un líder. Los compañeros suelen identificar esas cualidades como algo prestigioso, pero siguen resaltando a aquellas personas, al estilo Capone (dominante y egoísta), como quienes quieren que se conviertan en sus líderes. Supongo que es el mismo caso de aquella temporada en la que tuve más admiradoras que nunca, salí elegido delegado de clase en la universidad, conducía un coche de 140cv y puedo recordar como una época en la que me comportaba como un tremendo soplagaitas, pero soplagaitas exitoso.
Ser gilipollas es una cuestión endogámica: terminas rodeado de gilipollas. Es como ser yonki o ser alcohólico. Los chorizos que han arruinado nuestro país se han comunicado entre ellos y se han pasado subvenciones, coca, trajes y algún que otro contrato mientras alardeaban de ello ante su chófer, su puta o su camello.
Los demás, como cuando eres un adolescente, hemos pensado que aquella actitud dominante, sumada a la belleza de su novia de turno, el ruido de su coche y la limpieza de su traje, eran muestras de un liderazgo que les dejábamos tener.
Da igual que la corrupción fuera como la paella, que no hay mejor que en Valencia.
Da igual que el yerno del rey terminara hablando con todos y cada uno de los (ma)cacos que necesitaban regodearse de sus fórmulas1 o de sus bodas en El Escorial (que, en ese caso, viene de escoria)
Da igual, incluso, que un gallego corrupto del PP acabara cenando con un andaluz corrupto del Psoe mientras llamaban por teléfono a un corrupto del PNV que era el interlocutor válido para un corrupto de CiU con amigos en un pueblo gobernado por IU.
El caso es que nos hemos dejado llevar por la arrolladora creencia de la chulería, de la prepotencia y de la personalidad embriagadora del macarra de la clase.
Y ahora nos sorprendemos al descubrir que eran macarras.
Y lo que eran es gilipollas con coches caros.
Habrá que revisar cuáles son las capacidades que queremos en un líder, aunque uno de Stanford diga que es un error innato del ser humano elegir al que elegimos.
2 comentarios:
Yo tengo claro las cualidades de un líder.
Hace un tiempo lo dejé por escrito:
http://comunsinsentido.blogspot.com/2011/10/liderazgo.html
Espero que resulte de interés.
Un saludo
el problema está en que los gilipollas somos nosotros, que les hemos aguantado, adulado, envidiado y, a la postre encumbrado. Ahora nos cagamos en sus progenitores pero, eso sí, mientras pagamos a escote sus desmanes.
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