Mal dia para buscar

12 de julio de 2011

Perlas en las manos


Mi tía Paquita decía que cuando quieres aprovechar el sueño lo que hay que hacer es dormir con los puños cerrados para aprovechar mucho más las noches.

Probablemente mi tía es mucho más sabia que Lady Gaga porque con su remedio también pueden disfrutar el sueño los pobres sin glamour como yo.

Lo cierto es que la soledad, como las malas experiencias por las que hay que pasar (casi como una gastroenteritis), es un concepto socialmente regulado. El dia 7 hace 30 años que se publicó en el BOE la ley del divorcio que, al estilo del efecto Coolidge, Esteso y Pajares lo consideraban una bendición para una vida sexual sana, considerando sana la variedad cuando, en este caso, en la variedad está el disgusto.

Hoy en dia, que no en la época de mis padres, el divorcio es una actividad social con tanta enjundia como pueden tener las bodas de postín a las que te invitan en una bucólica población costera de la costa cantábrica para que luzcas palmito y te tantee sexualmente un invitado borracho. Hasta hace nada el divorcio llevaba consigo el estigma del fracaso, la sensación de ser un mierda que no ha sido capaz de reconocer o mantener a su lado al que consideraba el gran amor de su vida. Lo cierto es que para algunos es más que probable que todo eso siga existiendo pero también es verdad que cuando alguien llega a sus segundas, terceras o más nupcias que la mismísima Elizabeth Taylor siempre existe el tremendo envidioso sin cerebro que considera que la vida sentimental y sexual del "multicasado" es mejor que la suya (y cada vez es mayor el número de divorciad@s que se recasan, más que el número de los que se prequieren).

Es exactamente el mismo motivo por el que algunos casados creen que los solteros somos cimbreles con patas (o vaginas asesinas) que saltan castigando los muelles de algunos colchones los días impares del calendario. Y es exactamente el mismo motivo por el que los solteros vivimos en la obsolescencia programada sentimental de las relaciones que no duran más allá del tercer asalto sexual (por miedo o por incompetencia). A nosotros, que estamos fuera, nos gustaría estar dentro porque creemos que el césped del vecino es más verde y porque nos duele mucho el silencio los días que estamos con fiebre temblando en nuestra enorme cama vacía. A algunos casados, que sólo conocen la parte atlética de la soltería, les gustaría estar fuera porque creen que vivimos en un desenfreno sexual digno de la serie Física o Química.

Y no saben que en vez de dormir abrazados dormimos con los puños cerrados, si somos pobres, o con perlas en las manos, como Lady Gaga, para espantar la soledad.

No soy objetivo. Es que me han dejado muchas veces. (A veces al estilo petit suisse, que es de dos en dos).

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