Mal dia para buscar

25 de marzo de 2025

Vivir es ir en moto un frío día de lluvia.

No sé si alguna vez has ido en moto en un día de meteorología complicada. Uno se prepara, se abrocha la chamarra, se ajusta los guantes, se cierra la visera del casco y arranca. A partir de ahí lo único que queda es devorar kilómetros. Entonces descubres que hace frío y los dedos se entumecen, a veces hasta el punto de quemar por la baja temperatura. Los mueves sobre los puños pero no puedes soltarlo porque te vas al suelo si no lo haces con cuidado. En ciertas ocasiones sueltas una mano y la metes bajo el culo, pero tampoco es una gran solución. Sin embargo no es lo peor. Una de las peores cosas es cuando se empaña la visera y lo hace por dentro. Mucho peor si eso sucede con lluvia porque al abrirla para desempañarla se moja. Lo que haces es respirar poquito valorando si puedes alcanzar una velocidad que permita que los agujeros mágicos para el flujo de aire hagan su trabajo. La lluvia no es una buena compañera. Una sensación torturadora es notar, fría como el corazón de aquella mujer de la historia, una gota que se sitúa en la base del cuello y va deslizándose por la espalda sin poder hacer otra cosa más que sentirla. Es como estar atado con correas a un sillón inquisitorio mientras el verdugo abre en dos la columna vertebral.

No sentir las manos. Apenas poder diferenciar objetos con la vista. La humedad en la espalda y notar cómo la humedad encharca los dedos de los pies porque no te pusiste las botas adecuadas.

Sin embargo ir en moto es una actividad deliciosa. Supongo que es como vivir, pero sobre dos ruedas. Está lleno de sensaciones incómodas de las que uno no se puede librar excepto si encuentra un lugar donde detenerse, pero parar solamente es demorar lo que va a suceder. Por eso, quizá, los moteros casi siempre llegamos al final de la ruta, aunque sea embarrados. Yo he conducido de noche por largas carreteras de Castilla, he subido puertos detrás de quitanieves, se me han puesto las uñas negras por el frío y solamente un par de veces he terminado fumando un cigarro debajo de un puente jurando que soy el motorista más imbécil que conozco.

Creo que es algo parecido al montañero que disfruta de coquetear con las inconveniencias o el deportista que entrena en días de aguacero. Al final queda un extraño regusto de saber que fuiste capaz de hacer aquello que te propusiste por mucho que el universo confabulara en tu contra.

Una de las cosas que se ve, los días de lluvia en ciudad, desde dentro del casco, es la forma entre condescendiente y cómica en que miran a través de las ventanillas de los coches. Unos ponen ojos de "pobrecillo, que no tiene coche" y otros de "hace falta ser gilipollas". Da igual que llegues antes o que no tengas que pagar aparcamiento, eso no entra en la ecuación. Una de las máximas del ser humano es ratificarse en sus decisiones y procurar considerar, por defecto, que su decisión es la correcta. Al fin y al cabo no se mojan, derrapan menos, disponen de calefacción y en caso de colisión están menos predispuestos a fracturas. El confort siempre es un punto a favor. Es la baza que yo uso para afirmar que prefiero ver, con una copa, el mar cantábrico a bañarme en el helador mar cantábrico. Con lo cual no quito que alguien considere maravilloso bracear entre las olas cada día del año siempre y cuando no me quiera obligar a vivirlo en primera persona de la misma forma que yo no obligo a nadie a coger curvas con inclinación de más de 45 grados. Desafortunadamente vivimos en una sociedad incapaz de tolerar con esa facilidad las elecciones ajenas y que se empeña en prohibir actividades por tu bien. Prohibir, muchas veces, es poner trabas. Cualquier día seré libre de fumar y de conducir la moto previo pago de más de un impuesto disuasorio.

Lo único que quería contar es que conducir la moto en un primaveral día de tiempo adverso es algo parecido a vivir. Con algo empiezas, has de estar atento para no caerte, te tienes que sobreponer a los elementos y hay una cierta satisfacción al llegar al destino, incluso cuando solamente has salido a conducir sin rumbo. Eso si no te caes.

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