Mal dia para buscar

26 de abril de 2025

La necesidad de pudor humano.

Alguien se ha dado cuenta que, en esta sociedad libre y tolerante, existe un problema con el reciclaje de juguetes eróticos.

En el Reino Unido, lugar de burocracia, formalidad, cielos grises y vicio en la intimidad, se calcula que la industria de los juguetes sexuales produce 229 millones de toneladas de residuos !al año!. Lo que sucede es que a nadie le importa llevar las pilas, el transistor del abuelo o el Nokia 3310 al punto limpio pero hay un pudor no comentado en llevar ese vibrador que reproduce el pene de Rocco Sigfredi a reciclar al mismo recipiente del supermercado al que vas con tu marido y tus hijos.

En cierta ocasión me llamó una clienta. "Tengo un problema que seguro que me lo puedes solucionar"- me dijo. "Tú arreglas cosas electrónicas"-puso como premisa. "Ordenadores, si"-apostillé. "El caso es que, bueno, el otro dia me compré algo pero no me gusta tanto como otra cosa que tengo pero que se me rompió". "Bien"- añadí yo sabiendo que iba por mal camino. "Y la verdad es que mi anterior vibrador me gustaba mucho más y estoy segura que me lo puedes arreglar tú, porque el nuevo no es lo mismo". Entonces hubo una pausa y yo sabía que debía responder. "Ya lo siento pero yo no sé nada de arreglar vibradores". "Eso es que no me lo quieres arreglar"- afirmó con un cierto tono de indignación. "No es eso"- dije intentando rebajar el tono- "es que jamás me he puesto a desmontar y arreglar un vibrador y no creo que vayan con Windows". No fue un acierto. Se enfadó y aunque gané quitarme de encima una reparación probablemente imposible perdí una clienta.

También participé, en aquel podcast politicamente incorrecto bajo los parámetros actuales, titulado Esto No se Hace, de un momento en el que preguntaba a mi compañero el motivo por el que las mujeres ponen nombre a sus vibradores. Él consideró no saber si ese dato era correcto. Después, y tomando una cerveza con la que era su pareja, aproveché para preguntarla por qué ellas ponen nombre a sus juguetes y confesó que el suyo se llamaba Enrique. "¿Quien cojones es Enrique?"- le asestó Dani mirándole fijamente.

Siguen existiendo tabúes por mucho que juguemos a ser ultratolerantes. Quizá no es nada parecido a la sensación de pecado o lo innombrable del tabú convencional pero siguen siendo cosas de las que produce recato hablar y que no son de aparición común en las conversaciones.

En el Reino Unido y en Australia existen servicios de reciclaje a domicilio de juguetes sexuales. En España se hizo la campaña "El placer de reciclar" ( nombre muy bien visto) diferenciando entre los que tienen y los que no tienen motor.

Sinceramente me la trae absolutamente al pairo con lo que juegues o lo que hagas en tu intimidad. Nací cuando la Iglesia me decía con quien, de qué forma, cuantas veces y con qué propósito debía sentir satisfacción. También vivo la matraca incesante de la izquierda moralizante que me insiste con quien, de qué forma, cuantas veces y con qué propósito está bien sentir atracción sexual siendo hombre, mujer o caracol. Me la pela ( expresión ad hoc) lo que te guste y mi opinión ha de ser importante en el exclusivo caso de que yo sea parte o si tus filias incorporen a alguien, animal o cosa, que no desea participar.

Lo curioso de todo esto es reconocer que, y he utilizado los juguetes sexuales como ejemplo, tenemos nuestras cositas íntimas que no nos gusta hacer públicas. No quiero decir con ello que tengas que ir con un dildo en la mano blandiéndolo orgullosa por la calle cual Tizona, pero sí aceptarlo con naturalidad. Yo me masturbé el jueves pero tampoco voy a poner un cartel en la ventana. 

Si hemos legado a la conclusión que hay que reciclar, pues se recicla todo con normalidad. A ver si todavía te crees que tu novia es virgen.

Nuestros abuelos no hablaban de sexo y nosotros probablemente no reconocemos ver TreceTV antes de dormir. O que si nos cruzamos con una pandilla de jóvenes ruidosos que procuran no comer jamón, nos cambiamos de acera.

Me pregunto si el ser humano necesita tener sus intimidades , tabúes o secretos. Nuestros abuelos era una cosa , las tribus del Amazonas será otra y nosotros tenemos cosilla de llevar el satys al punto limpio, no sea que Maria del Carmen, la cotilla del cuarto A, vea lo que nos metemos en el coño las noches de soledad e insomnio.

Quizá solamente es eso. Es como oir música: Todas las culturas y en todas las época lo hacen aunque cada uno tiene la suya. Pero parece que es intrínseco al ser humano.

24 de abril de 2025

La productividad y el tiempo.

 


Creo que lo he contado más veces.

Un día, por la mañana, una mujer se despereza sobre la cama. Abre las sábanas, se pone una bata, levanta las persianas, destapa al loro, camina hasta la cocina, enciende la cafetera y suena el teléfono. "Cariño, soy yo. Acabo de aterrizar. Voy a casa". Ella sonríe y cuelga el teléfono. Apaga la cafetera, vuelve a la habitación, tapa al loro, baja las persianas, deja la bata en su sitio y se vuelve a la cama. Entonces dice el loro: "Joder, qué día más corto".

Obviamente todo tiene que ver con la concepción del paso del tiempo.

Ante la oposición a Santo Padre una de las cosas que comentó un tertuliano es que, en estos tiempos veloces como un Cadillac sin frenos, el tiempo en la Iglesia Católica va a un ritmo diferente al que estamos acostumbrados a vivir.  Las pautas, los ritmos y las acciones son más sosegadas sin que eso repercuta en que no se hagan cosas. No en vano es una de las primeras empresas del mundo y disfruta de bastantes exenciones fiscales. Probablemente un cura, si fuese la mujer del chiste, hubiese pensado que levantarse era irrelevante dado que el avión debería de llegar en hora y , de esa forma, no le haces pasar un mal trago al loro.

Sin embargo últimamente recibo notificaciones de lo que se hace llamar "task making" que significa "aparentar estar ocupado para tocarte todo lo que puedas las pelotas". A ver si vas a poner en duda la productividad de alguien que va de un sitio para otro como si la vida le fuera en ello. O que dice cosas técnicas en voz alta mientras se sujeta los auriculares y te hace señas para que no le interrumpas.  Una operadora de la Xunta de Galicia fue despedida por llamarse más de 100 veces y así aparentar estar trabajando. Correr de un lado a otro con cara de urgencia no hace que las cosas se hagan antes o se hagan mejor, pero te cansas más. No sé si alguien se acuerda de Los Lemmings. Era un juego ( disponible en html aqui) en el que unos muñecos que parecen los diminutos ( que nadie sabe donde están) se dedican a caminar hasta recibir una orden. La ejecutan. Y continúan. No paran. Eres tú quien tienen que decirles que se detengan porque siempre están en movimiento. Pasas de nivel si logras que lleguen a su casa. ¿Son productivos? . Pues no porque carecen de criterio, razonamiento previo y además las partidas, cuando te enganchabas en un nivel, no duraban excesivo tiempo. Existen demasiados trabajadores que se parecen a Los Lemmings, que es una variante del personaje "coger piedra" del Age of Empires.

Definitivamente hay quien está todo el día de un sitio a otro y no hace gran cosa mientras alguien va despacito, pero sabe a donde va, y lo termina antes. La productividad, como la liebre y la tortuga, es por lo que haces y jamás por lo que parece que te mueves o lo que dices que vas a hacer. Me da lo mismo el tiempo en que los chicos del taller estén en el taller siempre que las cosas se hagan y se hagan bien. Trabajar 8 horas es una formalidad pero más de uno necesita que le lleven de acá para allá como si fuera un personaje de un videojuego. Después, como un loro, llega a casa diciendo que estuvo en seis reuniones, rellenó tres informes, hizo cuatro copias y no le dio tiempo a terminar su cometido.

En una de las pocas entrevistas de trabajo a las que fui como aspirante me preguntaron si estaba familiarizado con los protocolos de la empresa. Que si sabía los documentos a rellenar cada día. Les respondí, porque me parece lógico, que primero había que vender y cobrar y que después, si me quedaba tiempo, ya rellenaría los papeles que quisieran pero que para que haya papeles e informes, hace falta el dinero con el que se compran y eso sale de las ventas. Que no se vive de informes. Jamás me volvieron a llamar.

En un mundo de burócratas nos vamos todos a la mierda y España es un pais de productividad de risa donde está bien visto tocarse las pelotas que tiene, por primera vez, más funcionarios que autónomos. Y eso es muy mala noticia porque menos del 50% de los que trabajan generan el dinero para dar de comer a la otra mitad y pagar los documentos que se empeñan en rellenar.

Si te tienes que llevar a alguien a una isla desierta te llevas a un carpintero, un médico, un albañil... pero jamás te llevarías a un funcionario, aunque estés opositando para ello como más del 70% de los parados.



Pd: De todas formas nos tenemos que preparar para unos tiempos en los que todo habrá de estar ya. Cuando el funcionario que te ha citado para dentro de dos meses y medio , exactamente a las seis y cuarto, vaya enfermo al médico, querrá curarse con una pastilla que le den ya mismo. Si te falla el ordenador, estás convencido que el técnico conoce una tecla mágica que lo arregla todo gratuitamente de forma inmediata. Además, para las dos cosas has visto un video de un sudamericano en internet que lo hace en menos de lo que te dice "subscribete y dale a la campanita". Cuando conoces a alguien el amor eterno habrá de surgir ipso facto. Ir de un sitio a otro es lento si tarda más que la teletransportación. Incluso dormir, que es uno de los pocos placeres gratuitos que nos van a quedar, será condenado como una pérdida de tiempo y, sin embargo, estar en una fiesta de música electrónica atronadora con personajes químicamente exaltados te lo van a vender como una experiencia de vida. Con lo que me gusta a mí dormir y lo poco que se valora.

23 de abril de 2025

Algunas cosas que nos arrastran

Aunque en realidad fue una cuestión de dinero, como casi siempre, la selección inglesa de futbol siempre cuenta que no participó en las tres primeras ediciones de los mundiales (1930, 34 y 38) porque se creían mucho mejores que los demás y llegaron a la conclusión que competir con gente inferior era degradarse. Después solamente ganaron en 1966, y en casa con polémica.

Al contrario que los ingleses pero también con sangre anglosajona, los americanos del norte mandaban a los chiquillos a jugar baloncesto en las olimpiadas hasta que les sacaron los colores. Llamaron a Jordan, Magic, Bird, Ewing, Barkley, Stockton y demás familia. Ganaron todos los partidos con una media de 43 puntos de diferencia. Yo era fan de ese equipo, y lo sigo siendo. Sobre todo porque Chuk Daly, el entrenador, les cogió en un entrenamiento y les convenció que allí se iba a trabajar y que daba igual ir ganando de 50 porque tenían que darlo todo. Y lo dieron. Las imágenes de ese entrenamiento en el que el equipo de Magic perdió contra el equipo de Jordan, mientras Larry estaba en la banda con dolores de espalda, son míticas. También tuvo que ver que un equipo de universitarios les ganó en un partido a puerta cerrada y eso les hizo ver que también eran mortales.

Supongo que la enseñanza de todo eso es que aunque seas muy bueno, hay que currárselo. Disponer de una alta valoración de uno mismo puede tener la virtud de ayudarte a sobrepasar el inquieto filo de la incertidumbre pero después, si sale mal, el ridículo es mayor. Quizá por eso y por una protección mental, algunos tenemos asumido que nunca vamos a ganar y, mira tú, tampoco ganamos. Ir con la derrota por delante tampoco es una buena idea, aunque seas la selección de futbol de San Marino. Los coach de tercera división te intentan convencer que has de pensar que lo puedes todo pero la obviedad es que hay aceptar hasta donde eres capaz de llegar. No es una novedad afirmar que jamás estoy contento con la ejecución de mis actividades y que eso me ha llevado a no presentarme a exámenes que hubiese aprobado porque no me valía un 5 y no me veía para un 10.  El caso es que nunca fui Inglaterra ni el Dream Team.

En cierta ocasión terapeútica me comentaron, con mucha razón, que intentamos llevar las cosas hacia los terrenos en los que creemos que podemos ganar o, al menos, no hacer el ridículo. Como no soy un gran boxeador yo siempre intentaré que una pelea sea dialéctica. Si es un duelo deportivo y puedo elegir armas, será un frisbee. Si es una lucha a muerte musical, música en español. Tendemos, por autoprotección, a llevarlo todo a esos lugares en los estamos cómodos. Hay quien lo está en un bar y quien lo está en un sofá. O en una tertulia. Hay personas invisibles que se convierten en mágicos sobre un escenario. Tuve un compañero de universidad insoportable (hasta desagradable) en grupo pero encantador y muy buen tipo en el cara a cara. Todo esto son esas pequeñas cosas que hacemos sin pensarlo, pero las hacemos. Nos arrastran muchas más veces de las que somos conscientes.

De todas formas nos gusta, en esa faceta tan hipócrita que nos define contemporaneamente, jurar lo que apostamos por los que lo tienen más dificil, los pequeños y los autónomos. Luego, en realidad, guardamos los ahorros en bancos poderosos, alardeamos de nuestras marcas universales y nos acercamos a aquellos que van por la vida perdonándosela a los demás porque son muy superiores al resto. O se lo creen. O nos han hecho creer que lo creemos. No seas tonto porque te gusta estar en el equipo del que te ha convencido que es el mejor del mundo. Por eso ganan las elecciones los que prometen cosas imposibles y jamás gana alguien que te asegura que la verdad es la que es y que hay que currárselo. Eso me da mucha rabia porque estoy seguro que ella se fue con quien le prometió el cielo y ni siquiera la llevó a ver la orilla del mar, o un tanque abandonado en el centro de Castilla, que fue lo máximo que yo pude llegar a comprometerme. Prometer exclusivamente aquellas cosas que sabes que vas a ser capaz de cumplir es empezar el partido con tres goles en contra.

Será que me he acostumbrado a no ganar, o que me he vuelto aburridamente existencialista.

Si me hago fan de algo, lo hago con todas las consecuencias. Si me hice fan de ti lo seré todo el rato y no como los presidentes de los club de fans que, como los minions, necesitan un líder que gane. Y que gane siempre. Hay quien ya no es del Madrid porque no ha ganado la copa de Europa este año. Pero hay más fans del Madrid que del Alcorcón. El 27 de octubre del 2009, en diezyseisavos de la copa del rey, el Alcorcón le metió 4-0 al Madrid. A veces pasa. Y a veces la presidenta de tu club de fans se hace presidenta de otro club. Es lo mismo: nos arrastran cosas que hacemos sin pensar más veces de las que somos conscientes.


17 de abril de 2025

Ok Go

Hace 16 años ya un grupo de musica ( bastante aceptable, por cierto) se hicieron famosos por el video.


Y eso les llevó a intentar repetir la fórmula una y otra vez. Desafortunadamente y como vivimos en una sociedd que ha aprendido a dejar de sorprenderse, es una pena que se hayan perdido lo que considero que son pequeñas obritas de arte que han ido publicando estos años. Así que las reivindico desde aqui. Con todos ustedes: OK GO.


14 de abril de 2025

El final del periodo de pago.

Hace unos días leí que hay quien paga 1000€ por una buena entrada para ver a Lady Gaga. Hoy me he encontrado la sorpresa que se puede solicitar una foto con Jennifer Lopez por 1210€ ( entrada y gastos de gestión aparte). Hoy he leído que el 60% de la gente que va al festival de Coachella pide créditos para asistir.

Conozco a quien se queja por la caradura inmensa de los gestores de los conciertos porque ponen las entradas a precios desmesurados. Acusan al sistema de aprovecharse de los buenos fans. Viene a ser como los que se quejan porque el último iphone es carísimo y hacen un discurso en el que aquello es un derecho fundamental irrenunciable como comer, refugiarse de la lluvia o respirar. Sintiéndolo mucho se puede vivir sin ver en directo a cualquiera de estas muchachas e incluso los Rolling Stones. Llamar, chatear e incluso ligar con un móvil de menos de 200€ y vivir como los autónomos de verdad: sin vacaciones y de lo que uno mismo es capaz de generar.

De todas formas es francamente curioso visitar las tiendas oficiales de algunos equipos de balompié donde ajustados trabajadores pagan 100€ por una camiseta con el nombre del crack de turno para su hijo pequeño o para ellos mismos. No he visto jamás a un multimillonario con una elástica de Cristiano Ronaldo pero sí que las he visto en las imágenes de las 3000 viviendas que aparecen en "Alerta Policía". Quiero suponer que también tienen, en el salón y junto a la foto de la comunión de la niña, su foto con Jennifer.

Hay quien dice que los lujos dependen, mayormente, de las posibilidades. Comer en el chino de la esquina, que te puede parecer una cutrez indigna de alguien magnífico como tú, es un lujo para Maria del Carmen, que cena chopped los martes. Sin embargo vivimos en un momento en el que Maria del Carmen, con tres hipotecas y un paro inestable discontínuo, se va de vacaciones a un resort de Punta Cana. Después sale a la calle detrás de una pancarta gritando contra la infame opresión de los fondos de inversión sin que se le noten demasiado las marcas del bikini. Publica fotos con su iphone hechas en el Maseratti alquilado o en la terraza del hotel. Algunos hasta se hacen con una gorra de esas que solamente son visera y alquilan un barquito mientras se les pone cara de capitán Haddock.

Lo más curioso es que, si les demuestras que son un fraude en realidad, niegan la mayor. Todo se basa en la enorme capacidad que tiene la mente de creerse lo que le interesa. Es un sesgo de confirmación de la enorme valía personal que, por supuestísimo, uno ha de tener sobre si mismo. Curiosamente las interacciones sociales funcionan de la siguiente manera: si a Maria del Carmen le dices lo estupenda que está en las fotos, lo bonito que es "su" Maseratti y lo hijos de puta opresores que son los caseros que se quedaron sin ir de vacaciones para poder tener unos ingresos por el alquiler de un apartamento, te adora. Si, por el contrario, le comentas de soslayo que con el alquiler del barco puede pagar medio mes de piso, te llama fachón y te deja de hablar.

Nuestra moderna y victimista sociedad actual parece, en demasiadas ocasiones, premiar a los caraduras. Ahora voy a noticias absolutamente ciertas: el sindicato de inquilinos ha hecho una propuesta para que se les cedan viviendas GRATIS como la única manera de abaratar el precio de los alquileres. Con dos cojones. Pablo Iglesias, un hombre con la pensión resuelta que vive con su muy bien pagada (de dinero público) mujer, ha solicitado perras para agrandar su bar.  Y lo más acojonante es que lleva recaudados más de 30mil euros. Me he planteado seriamente hacer un crowdfunding contra el fascismo para que, entre unos cuantos, me paguen un viaje alrededor del mundo. Acepto Bizum. 

Hay quien puede pensar que son cosas de estos tiempos y, sin embargo, casi todas las religiones nos han pedido ayuda, económica o habitacional, prometiendo un mundo mejor que, al final, terminó poniendo calefacción en las casas del señor. Y allí iban, piadosas y serviles, las Amparos de turno a rezar y dejarse la piel y la pensión por Dios. No es tan diferente a un ludópata que lo pierde todo por una salvación económica y la dopamina que dan los pequeños premios en forma de reposo espiritual. Estoy convencido que más de un putero no busca, ciertamente, sexo sino la sensación de sentirse importante y el centro de atención todo el tiempo que le llegue el dinero. Visto así, Maria del Carmen no es muy diferente a un putero profesional, a un yonki de pago.

Vamos a una sociedad del alquiler, la subscripción temporal, el renting y cualquier fórmula en la que podamos disfrutar de la sensación de haber logrado algo que no es nuestro. Al final del periodo de pago volvemos a no tener nada.

Quizá el problema es que siempre hay un imbécil que paga. Ultimamente hasta se acaba la oferta para tanto estúpido.

Lo peor de todo es que parece no valernos con aceptar a lo que hemos llegado y siempre es más verde el césped que creemos que tiene el vecino.

¿Cuando empezó a joderse el Perú?

8 de abril de 2025

Los falsos directos

Dentro de los avatares de la vida y de las enseñanzas que a uno le llegan sin pedirlo y solamente fijándose en los detalles, tengo a bien conocer a un Comunicador. una de las cosas que hace, a veces, es guardar entrevistas en la recámara y programarlas en un determinado día. Al verle, desde el salón, da la sensación que a esa hora en la que ya estás pensando con qué ropa vas a dormir, está trabajando para entretenerte. Que mientras tu ya has puesto el piloto automático de vivir en vez de trabajar, él todavia lo hace. Efectúa preguntas. Pone pequeñas trampas, según la afinidad con el entrevistado. Hace algún chiste. Cambia el ritmo de la tele e incluso, a veces, deja que el invitado se meta en charcos para ver si, de ahí, sale algún viral.

Lo cierto, analizando los detalles, es que no es directo. El truco, que es fácil como una navaja de Ockam, es llevar la misma ropa con cada uno de los invitados. De esa forma la cabeza del espectador asume que es el mismo instante pero no lo es. Es, lo que se llama, un falso directo.

En un falso directo no se miente, porque no se da la hora. Tampoco se dice la verdad al respecto, porque es irrelevante.

La mejor manera de robar, según mi teoria de cumplidor de las normas, es aparentar que no sucede nada. Supongo que la actitud, vacilante y atenta, de algunos ladrones es lo que les delata. La mejor forma de colarse en una fiesta es no esperar la cola, acercarse a la puerta, dar las buenas noches y pasar orgulloso al lado de los de seguridad, Actuar, en realidad, como si fuera algo que tienes asumido como lógico y que han de detener desde la contraparte. Si no das cancha al análisis y la obligación de detención por el adversario ya tienes algo ganado. Es empezar un partido con un gol a favor.

Una de las cosas que tiene la tecnología, aparte de la eliminación de puestos de trabajo por el abaratamiento de costes, es su capacidad de generar falsos directos a cualquier hora del día. Puedes conversar con una inteligencia artificial a la hora que te de la gana y sobre el tema que te de la gana sin que te lleve mucho la contraria y, sobre todo, con la principesca sensación de ser el centro de dicha interacción. Te puede haber gritado tu jefe por inútil, rayado el coche un repartidor en patinete, abandonado tu pareja o incluso quedarte sin leche en la nevera porque cerraron el supermercado justo cuando llegabas pero enciendes tus dispositivos electrónicos y ahí están, diciendo que ese contenido es para tí. Que ese premio es tuyo si pulsas el banner. Que han buscado canciones que saben que te gustan. Que eres especial, en definitiva. Y si, es una máquina. Podríamos decir que es un falso directo. Sin embargo juega con saber que es algo que te reconforta.

En oposición a un mundo en el que hay que lidiar contra la irrelevancia, la tecnología bombardea con la idea de que eres especial y que lleva todo el día esperando que llegues a casa para darte tu serie, tu canción, tu premio o tu noticia favorita.

Es mentira como el falso directo, pero una parte de nuestra cabeza ignora esa obviedad e intenta dejarse llevar por el espejismo.

Como una prostituta amable y servil las mentiras que nos hacen sentir especiales, aunque sea un rato, resultan ser las drogas tecnológicas en las que vamos cayendo cada día hasta que nuestra cartera se queda vacía. Y la cartera tiene nuestro dinero, o nuestros datos personales, o nuestros gustos que van a ser vendidos a otros postores. A veces pagamos simplemente con el tiempo que dejamos de emplear en ser nosotros mismos.

Resulta desconcertante cómo los falsos directos, en el sentido más amplio de la palabra y con trucos sencillos pero efectivos, son mucho más habituales de lo que pensamos. No estás hablando con una persona de la misma forma que esas entrevistas no las están haciendo ahora. Y, sobre todo, nada de todo eso que te juran que es exclusivamente para ti, como una oferta de último minuto, es para ti.

Eso sí, es mucho más entretenido creérselo.

7 de abril de 2025

El futuro sentimental

Hace algunos años devoré, con curiosidad nostradámica, aquel documental de "La teoría sueca del amor" donde se diseccionaba la manera solitaria, quizá egoista y absolutamente triste que tenían los suecos de relacionarse. Daba, como es de esperar, unas pinceladas del cuadro al óleo descorazonador de nuestro futuro social. No éramos gordos, sedentarios y poseídos por pantallas como en Axiom (la nave de Wall-e), aunque casi.

Hoy comentan, en esas noticias de relleno que nos afectan más de lo que parece, que el modelo convencional de pareja está en retroceso y que el número de reservas en los restaurantes para una sola persona está en un crecimiento contínuo. Sí que es verdad que aunque en EEUU eso ha subido un 50% y en Reino Unido un 15%, en España solamente somos un 4% más. Es que en el mediterráneo somos muy de juntarnos, aunque sea para criticar a un tercero.

Eso me ha hecho recordar el fenómeno de los Johatsu. Esos son los más de 100mil japoneses que han desaparecido de sus vidas en los ultimos 40 años y que, además, no quieren ser encontrados.

Siempre me recuerda, en parte, a la serie, para mí de culto "Caida y Auge de Reginald Perrin" ( que dispongo en formato DVD) de 1976. Reginald, cansado de su vida, decide desaparecer y volver. La moraleja es que, después, la vida vuelve a resultarle aburrida y carente de interés. Supongo que es porque cuando escapas de algún problema tienes que pensar si acaso el problema lo llevas contigo.


"Necesito saber donde van a parar las noches que me pongo a pensar en esta cuidad y en tó lo que tengo que correr pa largarme fuera. Necesito buscar en algún rincón de tu espalda un lugar pa dormir, despertarme, darle la vuelta a las penas"- dice la letra de Invasión , del segundo disco de Pastora, en su cénit casi final.

Love of Lesbian, en la canción Belice, cantan: "Un día me iré, me iré de verdad. No sé si me ves del todo capaz. De cambiar nombre y edad. Y si me encuentras decirte ¿De quién me estás hablando?. No , no, no, no lo haré jamás. Me falta valor o fuerza vital. ¿De qué me sirve salir de esta inmensa ciudad si de quien pretendo huir seguirá dentro de mi y eras tú?. Y eres tú."

Según van pasando los años y los fracasos voy llegando a la conclusión que los fracasos sentimentales (considerando también la amistad como un tipo de relación) tienen bastante que ver con las expectativas. Las expectativas propias y las ajenas. Estar esperando que nuestra vida, porque alguien nos convenció que lo merecemos, se convierta en un final feliz de una película romántica es una espera que alimenta la frustración cada 14 de febrero, cada cumpleaños y cada noche en la que nos sentimos abandonados enfrente del monstruo de la subsistencia vital. Sentirnos insuficientes cuando queremos hacerlo bien, con la misma sensación del niño que va con su proyecto de ciencias al examen sabiendo que no está del todo bien, es parte del problema si eres autoexigente y nada excepcional.

Hay dos formas de enfrentarse a ese instante. Una, madura y reflexiva, es admitirlo como quien asume sus cicatrices. La otra es salir corriendo, que es lo mismo que desaparecer o irse a cenar solo. Decepcionarse a si mismo es más llevadero que decepcionar a alguien que respetas, admiras y quieres. Supongo que es lo mismo que no decirle a tu madre que has pasado por el quirófano porque no quieres que se preocupe. Se me ocurre la expresión "salir del armario de los sentimientos" y, sin embargo, quienes conozco que han salido del otro armario se han encontrado mayormente con la aceptación de quienes también les quieren.

Pero en una sociedad cobarde, crítica y enfocada, como una lección de un coach de tercera división, parece que si no somos superhéroes o supervillanos lo que somos es Npc´s. ( Non playable character). Eso significa que somos prescindibles y si nos sentimos así empezamos a creer que nadie nos echará de menos, que no habrá siquiera una sensación de vacío cuando no estemos y que, por definición, sobramos. Así que si somos japoneses desaparecemos, si somos suecos comercializamos nuestras relaciones sociales y si somos de Albacete podemos darnos al vino, a los videojuegos, a la vigorexia o a los puzzles. O suicidarnos, que es mucho más dramático pero, según el punto de vista, de una duración limitada. Llego a la pequeña conclusión de que nos han vendido un sentido de la vida cinematográfico, imposible, instagrameable y comercial. Lo que nos nos enseñaron es a tolerar determinadas frustraciones.

Nuestros abuelos asumieron que nunca saldrían del pueblo y tuvieron hijos que criaron de la mejor manera que supieron. Llegaron a la ciudad, salieron adelante y sus hijos crecieron medianamente sanos. Eso fue un triunfo. Nosotros vivimos convencidos que recorreríamos el mundo, seríamos presidentes de compañías poderosas, viviríamos una plena vida personal de amor maravilloso y siempre íbamos a ser jóvenes. Cualquier cosa por debajo se vive como un fracaso. ¿Ves? Son las expectativas.

Y son esas expectativas las que nos encierran en nuestra brillante mediocridad para terminar perdiendo. Perdimos nuestro propio sentido aunque nos mentimos y lo hacemos cmo la canción "desde que te perdí". Nunca como Kevin Johansen porque juramos que hacemos lo que nos da la gana y a veces lo que nos da la gana termina siendo sentarse en el sofá sin elegir película, abrir un vino y esperar al próximo día de trabajo. Ya ni siquiera conduzco sin rumbo esperando que el azar sea benévolo conmigo.



El futuro sentimental es gris.
Es culpa tuya, como si fuera poco para lo que mereces.
Es culpa propia, como casi todo lo que deja vacíos.

(Burning nunca sobra)

5 de abril de 2025

Palisades park ( canción, cortometraje, historia, cine)


La letra: 

Alguien gritó.Todos los sueños de Jim Jeffries.Explotan en un puño negro.Él cae al suelo.Mira hacia el cielo.Y tal vez desearía saber por qué.Pero ya no puedes volver allí. El futuro suena tan loco.Todos escuchamos esa canción antes.Mañana es el nombre  que cambiamos de ayer para culpar.Cuando el tren ya no se detiene aquí.Me quedé con los ojos brillantesI.En la montaña rusa.

Andy dijo, 'Hombre, necesito un descanso del mundo exterior'.Estos días mi vida solo se desvía. A través de una máquina de pinball.Podría hacerlo mucho mejor. Pero no puedo salir del tilt. Y hay una fotografía en la TV, en blanco y negro. Andy te dice algo. Jack Johnson cabalgando en Reno, Nevada.

¡Caray, a veces me olvido de mí mismo también!. Pero más allá de las puertas. Donde estamos durmiendo . Bueno, la reina blanca se arrastra. El gato macho está espiando. Ahora no estoy rompiendo. El tren solo está temblando. Nunca llegué aquí antesI

Y hay un ratón salvaje girando a las chicas. Hasta que ya no pueden más. Solía soñar en la oscuridad, en el Parque Palisades. Sobre los acantilados y entre las chispas
Es una vida larga.Llena de noches largas. Pero no es lo que estaba esperando. Todos han visto a los caballos zambullirse en la orilla. Es un milagro que ya no los hagan más

Así que. Maquíllate, nena. Despierta, bebé. Entraste al bar como una estrella de sábado.Recta como un clavo en tacones de aguja y nervios. Y eres un orgullo del centro, completamente amplificado Clyde. Apretada por el gin y envejecida, pero bien conservada.Recuerda a Andy afuera de tu ventana del dormitorio. Diciendo, 'Vamos, crucemos hasta los Palisades. Sigue hasta llegar a Reno, Nevada. No veo a Andy tanto estos días. Aún hay páginas detrás de las pilas de acción

Donde la reina blanca se arrastra. El gato macho está espiando

El tren no se está rompiendo
La vía solo está temblando
Nunca llegué aquí antesI
Y hay un cohete girando al mundo
Hasta que ya no puedo más
Y llevas esa chispa del Parque Palisades
Sobre los acantilados y hacia la oscuridad
Es una vida larga
Llena de noches largas
Pero no es lo que estaba buscando
Todos sueñan con caballos volando por la orilla

Es una pesadilla que ya no tenemos más

Hombre.¿Has visto a Andy?. Oye hombre, oye hombre ¿Lo has visto por ahí? Oye hombre, ¿has visto a mi Andy? Oye hombre, ¿lo has visto,  has visto a ella? lo has visto, has visto a ella Oye, ¿has visto a Andy por ahí?

Vestido con un chaleco de pirata Todo cuero, plumas y perlas
Andy dijo, '¡Mírame, hombre! Estoy cocinando Estas manos podrían tocar este mundo entero Dijo, 'Sal afuera Sal de tu ventana del dormitorio Deslízate por el escape de incendios Y di adiós
'Sal afuera' Andy dice, 'Estoy vestido como Edie Cambiando todo el tiempo Mis manchas de leopardo a lunares 'Y di adiós' 'Sal afuera' Bueno, tal vez podamos mudarnos a California Solo encuéntrame en el metro 'Y di adiós' 'Sal afuera' Los policías piensan que estamos locos Si te quedas, solo te casarás Con una chica que nunca te conocerá Y luego di adiós

Oye hombre, ¿has visto a Andy?

La perdí en el sol
Estaba alto como una cometaI
Pero solo encantadora en blanco
Hombre, puedes perder a cualquiera
Oye oye hombre, ¿has visto a Andy?
No sé a dónde se fueI
El amor real sobrevive al deseo adolescente
Podríamos mojarnos y nos mantiene calientes
El amor es como polvo de ángel
A veces encantador nos cambia
A veces no

¿Has estado anhelando con confianza o solo?
¿Te has estado despertando con lujuria?
¿Nos has estado inventando o solo
Llevándonos a casa?

Es una larga espera
En un semáforo largo
Autos congelados en vuelo
Todo el tráfico se detiene para mirar
En un paso de peatones en Reno, Nevada
Donde no hay nada más que aire
Y un par de alas de papel gris
Andy piensa que no tengo nada que ponerme
No tenemos nada nuevo y
No tenemos nada que ponernos.
No tenemos nada que ponernos.
No tenemos nada que ponernos.

 

La teoría de sacos.

Coño. El otro día estaba oyendo música de una forma bastante aleatoria y llegué a una agradable composición. Se la envié a un cómplice de canciones y da la casualidad que, al descubrir que estaba cantada en euskera, me preguntó si acaso yo era independentista, En el caso de ser independentista, por lógica, debería de odiar a España. considerarlo un estado opresor fascista y ver con ojos tolerantes matar guardias civiles junto con sus hijos con cobardes bombas lapa cuando les llevan al colegio. Joder, si yo sólo había disfrutado de una composición musical.

Todo resultó desconcertante pero intenté esquivar la situación cambiando de escenario. Salí a la calle y encontré, cosa que ultimamente no es sencillo, un periódico en papel junto con un café en el bar debajo de casa. Mi vecino, que se escapa de casa por las mañanas con la excusa de sacar al perro, me encontró sumergido en las noticias y mientras su animal lloriqueaba atado en la puerta, se hizo el interesante preguntando sobre mi opinión acerca de la sociopolítica. Justamente me encontraba en una página que analizaba la bajada de pobreza argentina y cómo la desregulación de los alquileres había logrado abaratar la vivienda por allá. Mayor oferta implica que los dueños se vean obligados a bajar los precios. "Así que tú eres de Milei, ¿eh?"- afirmó sin que yo hubiera dicho nada. "Te encanta estafar al pueblo con criptomonedas falsas y acabar con las ayudas a los pobres. No sabía que mi vecino era un facha". Me quedé un tanto picueto por cómo repetir un dato me había metamorfoseado en alguien que desea alegremente asesinar a los saharauis que aparecen en pateras en las playas de Canarias.

En ambas situaciones alguien me había metido en un saco en el que yo no había pedido entrar, pero necesitaban incluirme en una especie de pack.

Cuentan que, en cuestiones de tráfico, tendemos a comportarnos respecto del resto de los automovilistas como nos indican sus vehículos. Si se nos acerca un Bmw con más de 15 años y un alerón damos por supuesto que lo conduce un chalado poseído por las drogas. También es cierto que si nos ponemos al volante de un Citroen 2cv con suspensión neumática no se nos pasa por la cabeza acelerar a tope. Explican, en más de un artículo de expertos, que si llevas un Seat Leon amarillo con cristales tintados también llevas un cartel para que te paren en cada control. Luego nos extraña que los primeros que paren en una redada sea a los adolescentes con pinta de norteafricanos, pero es el mismo mecanismo mental.

Hay algo que es cierto: lo que creemos que hacen los extremos que no nos agradan suele ser mentira. Ni los que hablan euskera se juntan por las noches a preparar asesinatos indiscriminados de niños, ni los políticos democráticamente elegidos de una supuesta derecha ordenan ahogar inmigrantes, ni los que tienen un Bmw van drogados adelantando por la derecha, ni el Psoe establece una organización de ruina para España, ni los marroquíes llegan a tu barrio con la firme intención de robarte a ti. Algunos casos se dan pero, la verdad, es que no es lo habitual. Es más, los más imbéciles de todos los extremos se comportan como creen que lo hacen los imbéciles del extremo contrario porque necesitan ratificarse en su extremismo. No es más que las acciones que hacen para intentar pertenecer a un grupo por encima de cualquier razonamiento intelectualmente defendible.

No existen los malvados infinitos aunque sí los estúpidos infinitos.

El problema, como casi siempre, reside en la incómoda sensación de convertirse en un paria. Somos seres sociales, aunque algunos lo seamos menos. A nadie le agrada que le denominen asesino, facha, yonki, ladrón o miserable. Quizá por eso existe una línea, cada vez mayor, entre la verdad y el discurso público. Nos sentamos, con una cerveza al sol, a explayar argumentarios dignos y elaborados que nos dejan en buen lugar con nuestros vecinos en vez de decir lo que pensamos de verdad. Muchas veces, incluso, nos pasamos por el arco del triunfo las realidades empíricamente demostrables para poder mantenernos en nuestro podium moral. Hay quien es capaz de afirmar, sin ningún rubor, que nunca jamás una mujer se lo hizo pasar mal a un hombre y que ninguna persona que llega a España sin trabajo y sin dinero haya cometido algún delito. Hay quien insiste en que todos los que no nacieron en la maternidad de su barrio son delincuentes y que las ayudas públicas son pagos aplazados a votantes vagos. Hace unos días un militante del colectivo gay me juraba que por dignidad de género debía de estar a favor de Palestina. No por la propiedad histórica del territorio o los escritos ancestrales de una cultura milenaria, sino porque es gay. "Precisamente por eso no creo que sea ya que Israel ha ganado Eurovision orgullosos de un homosexual y en Palestina les apedreaban". Me insultó casi como si yo hubiera programado un dron contra la casa de catorce niños muertos. 

Cualquier barbaridad antes de mostrar debilidad dialéctica.

Sin embargo vivimos en una sociedad que necesita, como un terraplanista o un presentador de la sexta, simplificarlo todo. Si un día, por lo que fuera, Irene Montero dice algo que pueda compartir no significa que quiera matar a los hombres. Es más, puedo estar de acuerdo con algo que diga Abascal y no desear matar negros. Querer un carril bici de acuerdo con un concejal de Bildu pero aceptar que las independencias son cobardías territoriales. Hay maricas en el PP y puteros en el Psoe, violadores en las izquierdas y ricos que son buenísimas personas. Mujeres que mienten. Hombres acosados. Hay un ciclista que no se salta los semáforos y un jubilado que cruza por el paso de cebra. Existe, al menos, un cuidadano que no se preocupa de quien dice qué sino lo que dice. Es más, que incluso valora lo que hace el que lo dice, independientemente del saco en el que le pusieron antes de hablar o de hacer.

Pero es más fácil usar la teoría de sacos.

Si dices algo que dijo A, eres como creo que es A. Sencillo. Aunque no sea verdad. Y si yo soy de B, toda la maldad la tienen los A.


3 de abril de 2025

Un mundo de odiadores.

No niego, y tampoco lo vas a hacer tú, que en más de una ocasión has sentido las irrefrenables ganas de acabar con todo. De comprar, en Aliexpress, una bomba termonuclear y hacerla reventar de forma indiscriminada expandiendo el odio que te carcome por dentro.

Los pistoleros de tercera división no son muy diferentes, salvo que su universo son los pasillos del instituto.

Tampoco son de otra pasta los tuiteros o los odiadores anónimos que únicamente desean destruir casi todo. No hay muchas reseñas de dos estrellas y media. Son de cinco o son de una. Vivimos en un escenario en el que las cosas son absolutamente perfectas y maravillosas, que ninguna lo es, o son una mierda pinchada en un palo que merece todo nuestro desprecio y su eliminación inmediata. No puedes decir que un disco no te gusta, sino que quieres que lo dejen de vender. No puedes estar en desacuerdo con quien no piensa como tu, sino que hay que cancelarlo. Eso, aunque sea de forma digital, es coger el fusil de tus opiniones anónimas y disparar a matar. Pensándolo con perspectiva viene a ser como cuando alguien te presenta al amor de su vida y cuando te la encuentras, seis meses después, te asegura que lo que más desea es que su ex esté muerto en una cuneta mientras se lo están comiendo los coyotes.

Con Elon ha pasado algo parecido. Hasta hace no mucho tener un coche de esos con mucho software, mala ingeniería y cargador de pared era algo que algunos casi se ponían como pegatina en la cara. Los compradores de coches Tesla ( en particular) eran como los veganos que te intentan convencer de las bondades del brócoli a todas horas. Disponer de uno de esos vehículos no era, solamente, una decisión de motor sino de ideología. Significaba ser sostenible, preocupado con el planeta, por supuesto de izquierdas, inclusivo y solidario. Luego resulta que quien personalizaba esa idea era un derechón capitalista y ahora tener uno de sus coches es ser un insolidario fascista hasta el punto que algunos ven una reivindicación quemar la propiedad privada de su vecino, si es que tiene uno de esos vehículos. Obviamente no es ni una cosa ni la otra pero los vientos culturales obligan a posicionarte en alguno de los extremos. También es lógico admitir que resulta mucho más sencillo destruir el coche de tu vecino que ahorrar para comprarte uno. Es mucho más fácil odiar que amar. Arrasar que construir. Criticar que hacerlo bien.

Los mediocres son mejores odiadores.

Desconozco si lo s que sucede en España es algo que pase en el resto del mundo. Somos un pais de envidiosos, eso está claro. Si hay algo que no soporta un español es que le vaya bien a su vecino. Aunque su vecino se vaya a trabajar cada vez que te levantas a mear a las seis de la mañana y lleves de baja dos años. En España hemos aprendido a despreciar a quien saca un poco la cabeza. Odiamos a quienes han triunfado y siempre vamos a buscar una excusa que desprecie su inteligencia, sacrificio o suerte. Odiamos a los ricos, a los guapos, a los que se han comprado un coche nuevo o un piso con terraza luminosa y amplia. Queremos ser ellos pero, como no lo somos, les odiamos. Juramos que han robado, matado, explotado, sodomizado o prostituido para llegar a algún lugar en el que nos gustaría estar. Les ponemos una sola estrella y deseamos que sean destruidos. No nos oímos el disco o visto la película de su vida, solamente deseamos que mueran, que sufran, que les salgan varices en la zona genital con mucho picor y eso será lo mejor que les deseemos. En una concepción de distribución de la pobreza, preferimos ser todos igual de pobres a que haya alguien, que no seamos nosotros, que esté mejor. El español medio es feliz si todos a su alrededor están peor. Te mira con cara de compasión y empatía pero después, sentado en su sofá, prefiere que te joda la vida a que le joda a él. Es un curioso comunismo social en el que todos pobres y todos mal: bien. Así que, cargados de rencor, somos una sociedad de mediocres que odian con ganas. Insultan mejor los argentinos, pero es que estaban peor.



Y si algo que hay que diferenciar, aparte de la clase descomunal para el uso del léxico que tienen los argentinos, es que ellos van de cara y aquí nos encanta decir que estamos contentísimos por tus triunfos para desearte una muerte lenta en cuanto te des la vuelta.

Dice Clint Eastwood, cuando le preguntan el motivo por el que no se comporta como un anciano a su edad, que el truco está en que cuando se levanta por la mañana y llaman a la puerta, no deja pasar al viejo que está esperando. Quizá es eso, que nosotros dejamos pasar muy facilmente al odiador que toca el timbre. Y cuando pasa, nos convertimos en escoria mediocre.

Al final terminaremos siendo un mundo de gente que se sienta a criticar las obras, pero no habrá obras. Criticaremos a las empresas, pero no habrá empresas. Criticaremos a los artistas, pero nadie hará arte.

No sé qué haremos cuando no haya, para odiar, nada.







Y no habrá nada porque es complicado vivir recibiendo odio un día y otro, como si fuera un deporte.

27 de marzo de 2025

Alicia, el alcohol y el móvil.

Maria del Carmen es una madre soltera emponderada. Trabaja, con la intensidad que su energía le permite, para que su única hija, fruto de un fracaso con el hijo de perra machista vago y cabrón que fue su desaprensivo marido, salga adelante. Alicia, que es el nombre de la adolescente, apareció en casa el sábado cuatro horas tarde, vestida como la Jennifer, borracha como una macarena, sin un euro, tras haber perdido el móvil y en un Bmw de cuarta mano con los tubos de escape cambiados para rugir más.

Obviamente el domingo por la mañana la situación es un tanto tensa. Alicia está sentada, mal desmaquillada, en la mesa de cocina con cara de no saber si está ahí o saliendo de una anestesia general en un hospital comarcal de Nueva Guinea, donde la sedaron con peyote. "Me han robado el móvil. Necesito otro"- dice en voz baja. En un primer intento Maria del Carmen se mantiene con cierta fortaleza y está firmemente convencida de no tolerar ese desdén. ¿Donde te lo han robado?-pregunta- No sé, por ahí- obtiene como respuesta. -Eso es que has andado sin cuidado- . -Claro, ahora va a ser todo culpa mia. ¿Qué culpa tengo yo de que la gente vaya por ahí robando cosas?. ¿Te crees que yo quiero que me roben el móvil donde lo tengo todo?-. Alicia ha adoptado el rol de víctima indignada castigada por el sistema cruel y deshumanizado. -No estoy diciendo eso, cariño- aplaca su madre en modo pérdida de discusión- pero quizá hay que tener más ojo.

-De todas formas- sigue Alicia en su razonamiento- ya no cargaba bien y había que cambiarlo.

-Pero si tiene menos de dos años.

-Había que cambiarlo

-¿Y qué tienes ahorrado?

-¿Yo?. Pero si me paso el día estudiando y no tengo trabajo. Yo no tengo.

-Entonces no hay móvil.

Alicia se levanta como si tuviera un resorte. -¿Y qué hago?. ¿Me muero?. ¿Como voy a hablar con mis amigas y cómo me van a enviar los deberes del colegio?. No tendré vida social, no podré estudiar y nunca llegaré a nada. La verdad es que jamás te puedes poner en mi lugar.

Tras ese silogismo catastrófico en el que la responsabilidad del desarrollo personal de tu descendencia cae sobre las espaldas de un dispendio económico, surge la duda.

El lunes siguiente Maria del Carmen toma un café con sus compañeros de trabajo. Les cuenta que la delincuencia está por las nubes y que incluso su hija, modélica como ninguna, sufrió un atraco al salir de la discoteca sin alcohol a la que va los sábados. Que se le abalanzaron unos muchachos de origen sospechoso y antes de ser violada les dio el teléfono. Que le acababa de comprar uno nuevo, de ultimísima generación y con una funda de diseño, porque su hija no se merece un móvil de 150€ , sino de mil porque de esa forma estudia mejor y sacará mejores notas. Por eso, precisamente, había pedido hacer un doble turno en el trabajo y que esperaba que el miserable de su ex pagara la mitad de ese imprevisto.

Es curioso pensar que una generación que ha crecido con el drama de Marco sin encontrar a su madre, Heidi con su amiga paralítica, la casa de la pradera, Chanquete y la madre de Bambi muriéndose e incluso la muerte de Fofó, sea una generación tan flojeras.

Dos semanas después y cuando ya amanecía el domingo, Alicia llegó a casa en un estado lamentable y con la pantalla del móvil rota. "Es que me has comprado el de 128gb y si no es el de 256, no me vale".

Otra vez en vez de hablar del problema de verdad se quedaron discutiendo sobre advenimientos tecnológicos. La mejor forma de no solucionar un problema es quedándote en otros detalles del conflicto. Es como discutir muy fuerte sobre de qué color pintar los tanques sin hablar del motivo por el que hay que ir a la guerra o no.

25 de marzo de 2025

Vivir es ir en moto un frío día de lluvia.

No sé si alguna vez has ido en moto en un día de meteorología complicada. Uno se prepara, se abrocha la chamarra, se ajusta los guantes, se cierra la visera del casco y arranca. A partir de ahí lo único que queda es devorar kilómetros. Entonces descubres que hace frío y los dedos se entumecen, a veces hasta el punto de quemar por la baja temperatura. Los mueves sobre los puños pero no puedes soltarlo porque te vas al suelo si no lo haces con cuidado. En ciertas ocasiones sueltas una mano y la metes bajo el culo, pero tampoco es una gran solución. Sin embargo no es lo peor. Una de las peores cosas es cuando se empaña la visera y lo hace por dentro. Mucho peor si eso sucede con lluvia porque al abrirla para desempañarla se moja. Lo que haces es respirar poquito valorando si puedes alcanzar una velocidad que permita que los agujeros mágicos para el flujo de aire hagan su trabajo. La lluvia no es una buena compañera. Una sensación torturadora es notar, fría como el corazón de aquella mujer de la historia, una gota que se sitúa en la base del cuello y va deslizándose por la espalda sin poder hacer otra cosa más que sentirla. Es como estar atado con correas a un sillón inquisitorio mientras el verdugo abre en dos la columna vertebral.

No sentir las manos. Apenas poder diferenciar objetos con la vista. La humedad en la espalda y notar cómo la humedad encharca los dedos de los pies porque no te pusiste las botas adecuadas.

Sin embargo ir en moto es una actividad deliciosa. Supongo que es como vivir, pero sobre dos ruedas. Está lleno de sensaciones incómodas de las que uno no se puede librar excepto si encuentra un lugar donde detenerse, pero parar solamente es demorar lo que va a suceder. Por eso, quizá, los moteros casi siempre llegamos al final de la ruta, aunque sea embarrados. Yo he conducido de noche por largas carreteras de Castilla, he subido puertos detrás de quitanieves, se me han puesto las uñas negras por el frío y solamente un par de veces he terminado fumando un cigarro debajo de un puente jurando que soy el motorista más imbécil que conozco.

Creo que es algo parecido al montañero que disfruta de coquetear con las inconveniencias o el deportista que entrena en días de aguacero. Al final queda un extraño regusto de saber que fuiste capaz de hacer aquello que te propusiste por mucho que el universo confabulara en tu contra.

Una de las cosas que se ve, los días de lluvia en ciudad, desde dentro del casco, es la forma entre condescendiente y cómica en que miran a través de las ventanillas de los coches. Unos ponen ojos de "pobrecillo, que no tiene coche" y otros de "hace falta ser gilipollas". Da igual que llegues antes o que no tengas que pagar aparcamiento, eso no entra en la ecuación. Una de las máximas del ser humano es ratificarse en sus decisiones y procurar considerar, por defecto, que su decisión es la correcta. Al fin y al cabo no se mojan, derrapan menos, disponen de calefacción y en caso de colisión están menos predispuestos a fracturas. El confort siempre es un punto a favor. Es la baza que yo uso para afirmar que prefiero ver, con una copa, el mar cantábrico a bañarme en el helador mar cantábrico. Con lo cual no quito que alguien considere maravilloso bracear entre las olas cada día del año siempre y cuando no me quiera obligar a vivirlo en primera persona de la misma forma que yo no obligo a nadie a coger curvas con inclinación de más de 45 grados. Desafortunadamente vivimos en una sociedad incapaz de tolerar con esa facilidad las elecciones ajenas y que se empeña en prohibir actividades por tu bien. Prohibir, muchas veces, es poner trabas. Cualquier día seré libre de fumar y de conducir la moto previo pago de más de un impuesto disuasorio.

Lo único que quería contar es que conducir la moto en un primaveral día de tiempo adverso es algo parecido a vivir. Con algo empiezas, has de estar atento para no caerte, te tienes que sobreponer a los elementos y hay una cierta satisfacción al llegar al destino, incluso cuando solamente has salido a conducir sin rumbo. Eso si no te caes.

17 de marzo de 2025

Tanto aportas, tanto recibes

En cierta ocasión alguien me comentaba que estaba muy mal pagado su trabajo. Eso es algo muy español porque no conozco a nadie que afirme, incluídos futbolistas, que le pagan mucho más de lo que merece. Entonces, haciendo gala de mi pacto con el diablo, pregunté que cuánto de beneficio consigue para su empresa. Que si su trabajo se convierte en un beneficio superior, aunque sea un euro, a la cantidad por el que es recompensado.

Tras un momento de duda se fue a la afirmación estandard: yo hago lo que me dicen que tenga que hacer.

Quizá mantengo una visión anacrónica de la función del trabajo pero siempre he mantenido que si la empresa gana, ganamos los que trabajamos en ella. Que la justicia es que sea una ganancia proporcional al riesgo o al esfuerzo aplicado y que la función de la empresa es una función de mejora ( investigación, etc..) o la búsqueda de un beneficio. Quizá porque si la empresa dispone de dinero podrá pagar salarios mayores. Sin eso, salvo que sea Tesla o cualquier compañía pagada con el dinero de los contribuyentes, es imposible la subsistencia.

Es por eso que, en realidad, hacer la cuenta de la vieja en la que se separa lo que recibes y lo que aportas, es lo que nos da la visión adecuada a la viabilidad del sistema.

En Dinamarca, allá por el 2018, hicieron un análisis en esos términos. Pusieron una gráfica, basada en datos estrictos, donde por encima de la línea del 0 se aporta al sistema y por debajo se recibe del sistema. En las edades tempranas, como se recibe educación y sanidad, el sistema es el que pone encima de la mesa recursos. Más adelante, una vez educados y colocados en un puestito de trabajo, se pagan impuestos como el rico que ya eres y aportas al sistema, estando por encima del punto de corte. Llegados a la tercera edad se empiea a cobrar pensión, asi que volvemos a recibir. Luego vas y te mueres.

Por curiosidad los daneses separaron esas gráficas por los orígenes de los contribuyentes llegando a la fascista conclusión demostrable que existe un grueso de personas que van cambiando sus residencias a fin de lograr el mayor número de beneplácitos posibles de los sistemas. Viene a ser como un cliente de bares que va de happy hour en happy hour intentando pagar lo mínimo por sus consumiciones. El problema está en que si el bar se aprieta hasta perder en esos momentos y no se toman copas en horario normal, terminará cerrando.


Quizá, solo quizá, ese es el motivo por el que sociedades anteriormente enormemente abiertas han llegado a la conclusión de endurecer sus fronteras. Suecia, Dinamarca, Finlandia, son ejemplos. Y todo eso no es malo ni es racista, sino que es lo que es. Desafortunadamente nadie emigra intentando ir a peor. Nadie emigra (en estos casos) siendo rico. Nadie se va de un lugar en el que vive fenomenal para estar en una tienda de campaña en Noruega. Cada uno intenta beneficiarse de lo que esté a su alcance y es una actitud lícita. Ahí es donde entra la función de quienes gobiernan.Viene a ser lo mismo que un empleado que intenta cobrar el máximo posible trabajando lo menos que pueda y quien es el responsable de que sea rentable es su jefe. Jefe que le terminará despidiendo si no aporta al menos lo mismo que lo que cuesta. Eso, en la anaogía anterior, se llama deportación. La diferencia es meramente dialéctica.

El truco, en muchos momentos, es no hacer caer en la cuenta de la realidad. Se juega al juego que los servicios públicos, la luz de la calle y las carreteras son gratis porque no pagas en el momento que las usas y nadie te dice, cuando compras un ordenador, que hacienda se queda 200 de tus euros. Tres de tu copazo. Dos mil de tu coche. Unos buenos euros de lo que recibes de salario. Quince de la factura de la luz. Eso multiplicado por 50 millones de habitantes.

Sin embargo es mucho más divertido creer que el dinero es infinito, que la gente es buenísima, que las guerras se acaban cantando con guitarras, llevando camisetas con reivindicaciones y regalando flores a los militares, que esforzarse es un invento del capitalismo que nos esclaviza y que las baterías de los coches eléctricos se fabrican y se eliminan sin contaminar. Que si Fermín se ha comprado dos pisos es porque es un hijo de puta asqueroso ya que a nosotros no nos llega con la wifi, las copas, el netflix, el abono del futbol y las vacaciones en Sicilia ( todo dentro de lo que se supone que es una vida minimamente digna). Si, por lo que fuera, heredamos una vivienda es inmoral que nos cobren impuestos. Así sucesivamente. El ser humano occidental contemporáneo es, por definición, hipócrita, infantil y egoísta. Si lo que nos define son nuestras acciones en vez de nuestras palabras, salimos perdiendo y nos llevamos por delante casi todo lo que nos rodea. Somos un adolescente que se queja de la explotación laboral pidiendo un producto de aliexpress a las diez de la noche de un sábado exigiendo que nos lo sirvan a las diez de la mañana del domingo con portes gratis y sin impuestos.

Quizá lo lógico es poner encima de la mesa lo que uno aporta al sistema y lo que recibe de él. Y si sale a devolver, que se vaya a otro lugar a dar por el culo. Me da lo mismo que sea de Almendralejo que de una aldea de Mali. En mi empresa quiero que todos rememos en la misma dirección porque es la mejor forma de llegar a algun destino todos juntos.

Si quieres cobrar más piensa en cuánto generas. Luego ya, si eso, hablamos del resto.

12 de marzo de 2025

Diógenes y vergüenza digital.

En algún sitio están guardadas todas y cada una de las soplapolleces que escribiste en un dispositivo electrónico en algún momento de tu vida. Muchas veces me pregunto el motivo por el que un americano rico o un chino avaricioso quiere tener copia de las ocurrencias que les envío a los amigos, los desgarradores mensajes de ayuda creados en algún momento y seguro que los borradores no enviados de las declaraciones de amor que, por orgullo o absurdo comedimiento aprendido, escribí.

En algún servidor, encriptado o de libre acceso, hay más de una foto que siempre negaré y tres o cuatro mil errores que parecían espectaculares en mi cabeza allá por 1998. Supongo que si nos viéramos, gracias a una máquina del tiempo hacia atrás, sentiríamos vergüenza. Si tengo escondida la orla en la que aparezco en el mismo flequillo de George Michael cuando se le suponia hetero, también quiero que desaparezca aquel momento en el que, vestido con un guardapolvo negro con hombreras, salía por la calle creyéndome el nuevo componente de Duran Duran.

Tecnológicamente hablando ese síndrome de diógenes digital que tienen las compañías modernas tiene que ver con la idea de poder revender o monetizar parte de esos datos. Programar un bot, aburrido y cotilla, para que se lea todas las mierdas y sea capaz de sacar conclusiones a partir de nuestros más íntimos comportamientos. Esas conclusiones pueden ser sobre lo que nos gusta comprar o vender, lo que nos apasiona o no y esos grados de separación que nos relacionan con el mundo. Cuando a ella le gustaba Depeche Mode a mi me aparecían opciones para comprar entradas de sus conciertos. Cuando, más tarde, ella se compró una moto, a mi me salían ofertas de naked. Desafortunadamente ahora estoy cansado de que aparezcan páginas para hacer feliz a los solteros y me jode, mucho, que me certifique una puta máquina sin sentimientos, que soy un incompetente sentimental.

Curiosamente los análisis de comportamientos llegan hasta el punto de poder determinar, con muy poco error, nuestra edad, capacidad económica, estado sentimental, salud, gustos, biorritmos y hasta hábitos sociales. El gps de nuestro móvil, las pulsaciones de nuestro reloj, el sistema operativo de nuestro ordenador y todas nuestras búsquedas. Pero también nuestras conversaciones, fotos y contenido de correos electrónicos. Nada es gratis en la vida.

Quiero pensar que, de la misma forma que lo pensábamos de los bibliotecarios que habitan los sótanos de los almacenes de los libros perdidos y se sientan en una mesa, con un flexo amarillento a leer, existe alguien en el extremo de los grandes centros de datos que, a través de su terminal vintage, pasa las horas viviendo la vida de los demás a través de sus mensajes encriptados. John Smith Washington, que logró con esfuerzo su master en análisis de datos, se dedica a fantasear con la vida de Jessica Wilkinson, de Oklahoma, a través de su azaroso whatsapp. Traspasando las normas básicas de confidencialidad ha decidido bloquear los mensajes de Gary Johhanson porque sabe que ese chico no le conviene. Ella cree que le ha bloqueado pero es el ángel de la guarda del centro de datos de Ohio, que la cuida anónimamente. Quizá no me llegaron tus mensajes porque alguien ha llegado a la conclusión que no te merezco.

Yo borro las conversaciones por norma. Es algo que me hace sentir mejor porque conozco el mecanismo de mi memoria. Ella es una aliada y es capaz de mejorar, ocultar e incluso inventarse recuerdos con la premisa necesaria de mi salud mental. Por eso mismo borro toda aquella literalidad, que vista en perspectiva es fría y avergonzante, y me quedo con el recuerdo de las sensaciones que aquello produjo en mi. Es mucho más bonito recordar un beso que verte besando torpemente.

Pero me produce pavor saber que en algún sitio están guardadas todas y cada una de las soplapolleces de mi vida digital, porque no tengo excusa. Era así y hoy soy otra persona. Si me sacas de contexto o juzgas un instante desde el presentismo, seguro que salgo a perder.


5 de marzo de 2025

José Ramón invade un país y le dan una pensión.

 Vivimos tiempos extraños.

Si invades un país y vas por ahí matando gente, parece que te van a dar un trozo del territorio.

Si pierdes unas elecciones en Cataluña, te dejan organizar lo que sucede y te excusan cuando dices que quieres echar a todos los marroquíes y negros que vienen sin recursos a tu barrio. Claro que si aparece alguien que mete muchos goles, le abres las puertas.

Si vas por ahí atracando a las viejas y oKupando pisos, parece que hacen leyes que te protegen porque has puesto mucha cara de penita.

Si te has tirado cuarenta años defendiendo que matar guardias civiles es un daño colateral, te dan un dinerito público y te ponen el cartel de demócrata.

Pero claro, si te llamas José Ramón y has nacido en Burriana, no vas a ir por ahí invadiendo un país, como la canción. Tampoco has estado matando gente que no piensa como tú ni te has presentado a las elecciones. Tampoco te has metido en casa de tu vecina, que la señora Carmen es encantadora y no se lo merece.

Lo que sí que es verdad es que has procurado ser buena persona, esforzarte, estudiar y trabajar días que estabas enfermo. Has ayudado a subir la compra a la señora Carmen. Es más, hasta has considerado que pagar impuestos y cumplir las normas es una parte básica de la convivencia. Es, casi como un mantra, aceptar las normas y reglas que nos hemos puesto entre todos en el juego de la vida social.

Luego llega un día que descubres que el de la mesa del fondo se ha hecho delegado sindical, no viene al trabajo y además es intocable cuando hay que hacer ajustes en el trabajo. Te vas a tomar un café un domingo y te cuentan que han puesto el piso a nombre de la abuela para no pagar un impuesto que te ha hecho elegir pollo en vez de ternera las últimas semanas. Ves como tres niñatos en patinete y un tipo en bicicleta se saltan los semáforos mientras esperas, y te sacan un dedo si les pitas.Tu compañero vago de clase, cuando te lo encuentras, te habla de las vacaciones extra que se ha marcado porque ha pillado una ayuda a parados de larga duración. Rosana, con sus gafas de marca, se jacta del piso que le han dado porque denunció a su ex por machista cuando se estaban divorciando. No por malvado sino porque se acabó el amor y conoció a un cubano. Manolo ha cobrado un dinero de la empresa porque le despidieron al no ir, conscientemente, durante quince días y haberles denunciado por bulling.

Y José Ramón llega a la conclusión de que es imbécil. No porque no haya que ayudar a la gente que lo necesita sino porque se encuentra demasiados casos excepcionales a su alrededor. Siente, objetivamente hablando, que su esfuerzo, sacrificio y cumplimiento de las normas no vale para nada. Llega a la conclusión que si no paga impuestos, no va a trabajar, no cumple con la hipoteca, no ayuda a la vecina y no respeta los semáforos, no pasa nada. Es más, que si le pillan y pone cara de pena, asociándose a algún tipo de victimismo encontrado, hasta puede tener premio. Así que se plantea el motivo de la vida. Llega a la resolución que si es para vivir de la mejor manera posible, está haciendo el canelo. Sinceramente porque no hay nadie que tenga los huevos de joder a Manolo, Rosana, al del patinete, al vago delegado sindical o al oKupa.

La conclusión es lógica: José Ramón decide convertirse en un hijo de puta.

Si José Ramón fuese Putin invadiriría un país y la culpa no es de José Ramón sino de haberle demostrado que pasarse por el forro del arco del triunfo las normas tiene premio en vez de castigo. Que el castigo, en estos tiempos extraños, es hacer las cosas como se debe.

Ya sé que te crees José Ramón, pero.

24 de febrero de 2025

Sorprenderse es ser feliz.

Cuando se puso de moda Breaking Bad tuve una revelación: es una serie que triunfaba, sobre todo, en gente que no estaba acostumbrada a ver series. Viene a ser como mucho éxitos musicales, que triunfan en una mayoría de personas que no están acostumbradas a escuchar música ( Fito el malo, Leiva). Ese razonamiento lo llevé un poco más allá y llegué a la conclusión siguiente. Grandes artistas son: A) los que hacen algo por primera vez y, aquí está el quid, B) los que hacen lo mismo que otros antes, pero mejor.

Jimmi Hendrix, Led Zepellin o Chuck Berry hicieron algo nuevo. Madonna cogió algo que ya existía y lo profesionalizó. A mitad de camino está Michael Jackson, que unió el soul y el pop de una forma mágica, te guste o no. Los Smiths se atormentaron , pero fueron los de Seattle los que lo convirtieron en drama. Probablemente tampoco soy tan experto, en realidad no soy experto en nada, aunque sé lo que quiero decir. Existe un momento en el que muchas de las cosas dejan de sorprenderte porque tienes la sensación de haberlo visto antes, de haberlo oido, de haberlo saboreado, de haberlo sufrido. Cuando el primer amor termina todo es un drama. La sensación de final, la amarga y desconocida angustia de la soledad. La rabia, el desamor, la incapacidad de estar en todos esos lugares en los que has idealizado que fuiste feliz. Luego llega la segunda ruptura. Y la tercera. Y la treinta y dos. Entonces sabes que todas esas sensaciones ya las conoces y son incapaces de sorprenderte, como canciones que has oido o series que ya has visto, aunque sean con otros actores. Por supuesto que hay variantes y sorpresas magníficas, pero en la mayor parte de los casos no es nuevo. Deja de ser sorprendente. Deja de ser. Te enfría. Si nos viéramos por un plano secuencia infinito pareceríamos seres de hielo.

"Por si te acuerdas de mi te he apuntado en una barra de hielo mi dirección y mis mejores deseos"- dice una de las frases de mis canciones.

Afortunadamente existe una mayoría opuesta. Gente que se estuvo riendo mucho con "8 apellidos vascos" y que fue a ver "8 apellidos catalanes" y "8 apellidos marroquís", creyendo que no eran la misma infame y mediocre película. Después no entienden "un pez llamado Wanda" o no encuentran la gracia a "1941", "zombieland", "el jovencito frankenstein", "aterriza como puedas", "el mundo está loco, loco , loco" o "amanece que no es poco". Son títulos que se me ocurren sin pensar demasiado pero ejemplifican lo que quiero decir. Si no existiera esa gente no tendríamos más que las tres buenas de Star Wars, la primera de Rocky, ningún refrito de series conocidas y no se iba a producir ningún remake. Ayer dieron por la tele "el peor vecino del mundo" cuando la buena es "Ove", pero es sueca. Hay quien se cree muy original por comprarse un Alfa Romeo Junior, pero es un Jeep Avenger, un Opel Corsa, un Peugeot 2008 y un Fiat 600, entre otros. Cuando hay fans de Oasis que afirman que no les gusta The Stone Roses, no me valen como criterio. De todas formas hay una parte dentro de la psique del cerebro que parece necesitar de las sorpresas, aunque sean inventadas. Por eso todos conocemos a alguien que le encanta vivir de la emoción al drama como en una montaña rusa de sensaciones. También es verdad que lo mismo te envían unas fotos de amor infinito el martes y te lloran por la pérdida el viernes, hasta que se meten una raya de entusiasmo con algo que conocieron el sábado a las seis, antes de llegar a casa. Viene a ser como haber sido sometido a electroshock y volver a sentir el gusto de descubrir la comida que te apasiona, una y otra vez. Quizá es tan adictiva la serotonina desparramada por las terminaciones nerviosas que da lo mismo lo que lo genere porque lo que importa es la sensación. Vivo, muchos días, odiando la capacidad que tiene una mayoría de ser aparentemente feliz con globos que se pinchan o juguetes que ya estaban rotos.

Es envidia, lo sé.

Porque tengo más ganas de sorprenderme que de vivir, pero esa serie y ese disco ya lo vi antes. También hay conciertos en los que no me atrevo a entrar porque creo que no voy a ser capaz de entenderlos, pero eso es otra parte del cuento. En el 2025 se espera una película de Superman, otra de Avatar y alguna entrega de Jurassic Park. Ya verás como María del Carmen te intenta convencer de lo mucho que se ha sorprendido con cada una y, después, te presentará a su nuevo amor de esa semana.

21 de febrero de 2025

José Ramón, Manolo y la caída de Atenas.

José Ramón siempre fue un hijo de puta. Desde que pegaba a otros niños en el colegio hasta que robaba en los supermercados e insultaba a sus vecinos. Nunca lo ocultó. Si alguien le preguntaba si esta o aquella fechoría la había hecho lo aceptaba, porque era su naturaleza. No una enfermedad ni una excusa, simplemente era así.

Manolo, por el contrario, era el típico niño que hacía sus deberes y pasaba el balón a los que no metían goles, pero era necesario para que se sintieran partícipes del juego. Más tarde, cuando la adolescencia da paso a las charlas entre amigos que intentan solucionar el mundo, era ese amable interlocutor al que se le llenaba la boca con un mundo mejor y un futuro basado en el equilibrio, la bondad y la moralidad. Manolo demostraba estar lejos de las necesidades mundanas como el dinero y el sexo sin amor. Manolo montaba en bicicleta con alguna de las camisetas reivindicativas que poblaban su colección.

Los años, como algo incontrolable, pasaron.

José Ramón se convirtió en un gestor empresarial. La vida y su carácter, como es lógico, le llevaron a buscar el beneficio para su empresa, aunque eso tuviera como consecuencia los despidos en malas épocas y la negociación contractual que fuera más rentable para sus objetivos. Al fin y al cabo los recursos son algo limitado que hay que intentar optimizar hacia el lado propio. Si para salvaguardar el balance se contratan niños bengalíes, se hace. Se casó y se separó, porque el amor tiene caducidades extrañas. Nunca se preocupó de si sus empleados se follan a gente de su sexo, del contrario o a una cabra. Se la traía al pairo, literalmente, si eran negros, blancos, árabes o adoraban a satanás. La rentabilidad era su único baremo porque, pensaba, el rendimiento es la base para que a todos nos vaya mejor.

Manolo avanzó hasta un puesto público de relevancia. Su manera de expresarse para con el mundo, revolucionaria y buenista, dieron con él en un despacho ministerial. Concilió y se casó, creando una familia feliz. Compró un chalet con jardín y zona de juegos. Un coche de siete plazas cuando no usaba el oficial. También hay que reconocer que en algún momento,  fruto del estrés y de la propia naturaleza humana, se sintió atraído por alguna de sus jóvenes ayudantes, anonadadas por la admiración del líder. Nada que, a su parecer, no fuera lógico dada su excelsa superioridad moral para con sus enemigos. Con el tiempo los adversarios pasan a ser enemigos porque de esa forma se les deshumaniza. El acceso a recursos públicos, infinito porque todos los José Ramones pagan sus tributos, daba para pintar bancos de morado, llevar dinero a asociaciones interculturales de amiguetes hippys en países subtropicales y denunciar a todo aquel que no piense como él, acusándolo de algo tan grave como querer matar al planeta o a cualquier grupo minoritario víctima. Siempre hay una víctima para la próxima excusa.

Era de esperar que ambas concepciones del mundo chocaran en algún instante.

Cuando le hicieron una entrevista a José Ramón en la radio hizo lo que se esperaba de él: reconocer su propia maldad y pragmatismo abolutista sin ningún alarde al respecto. Manolo y su grupo de asesores decidieron investigarlo y, por supuesto, ponerle como ejemplo del descenso a los infiernos del mundo moderno. Sin haber incumplido ninguna ley le denunciaron por tener pocos hindúes y ningún evangelista en nómina. Le atacaron porque en los equipos de carga de sacos en camiones no había una sola mujer, sin decir que en los departamentos de diseño el 90% eran féminas. Pusieron un cartel en la calle con declaraciones de su ex, que le acusaba de ser un mal padre y que le llevaron a participar en tertulias televisivas donde ponía cara de tremenda pena porque José Ramón había reconocido haberla insultado. Cuando le preguntaron dijo que claro que lo había hecho porque ella le pidió el divorcio a la vez que le confesaba de llevar dos años follándose al jardinero, que era mucho más viril que él. Y eso, decía José Ramón, me enfadó. Se convirtió, sin quererlo, en todo lo malo. Malvendió la empresa y se marchó del país. Creó otra empresa en Nigeria y la volvió a hacer rentable.

Pero se guardó un as en la manga. Consiguió, a golpe de realidad que no de discurso, demostrar que Manolo contaminaba, se tiraba a sus becarias, acumulaba patrimonio, degradaba a sus subordinados, malgastaba dinero público, consumía drogas ilegales y rompía, sistemáticamente, todas las premisas morales que llevaba defendiendo, con furiosa cólera, demasiados años. Así que Manolo, acorralado, hizo un dignísimo comunicado en el que renunciaba a seguir liderando el país por presiones del malísimo enemigo. Eso sí, con una buena pensión pública porque Manolo nunca había aprendido a ser rentable.

El resultado fue, precisamente, el que se espera de una guerra: pierden todas las partes y, sobre todo, los civiles.

Así que llegaron los chinos, los americanos del norte, tres rusos y mano de obra india para quedarse con todo. Europa se volvió musulmana y la regla básica de la democracia consiguió que la mayoría hiciera suyo el destino común. En el año 3000 hablan de la Europa de los años 80 y 90 como si fuera Atenas, antes que lo arrasaran los Persas. O Roma, veinte minutos antes de la moda de las orgías, cuando Ramonum conquistaba territorios y Manolum se tumbaba a filosofar comiendo uvas.

14 de febrero de 2025

El amor es hábito.

Me dijo que necesitaba alguien más afín.

Con los años y la capacidad innata para observar el mundo de una manera en la que hace tiempo que dejé de ser partícipe he descubierto que hay muchas formas de amar. El amor, actividad necesaria como respirar o comer, es tan variable como los gustos. Eso no es malo ni es un guión de una película. Es lo que es. El amor es aquello que existía antes del momento en el que sentimos un vacío. Es ese instante en el que queremos contar algo que nos ha pasado a alguien en particular, como si aquello que nos pasara fuera solamente verdad cuando es compartido. Es quedarse tranquilo sabiendo que alguien vigila por ti y sentir la ilusión de saber que la vas a ver sonreir cuando aparezcas con cualquier sorpresa, paisaje o calentar el café desde que suena el timbre hasta que llega a la puerta. Supongo que son las pequeñas cosas mucho más que los titulares de las películas románticas. Ni siquiera es una cuestión de pareja sino una cuestión de personas y, sobre todo, es verdad cuando es costumbre.

La costumbre es hábito y un hábito es "Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas." Dicho así puede parecer frío o puede perder la emoción cinematográfica de corretear por la playa, hacer el amor a la luz de la luna, besarse en medio de una avenida llena de ejecutivos que llegan tarde, encontrarse en un aeropuerto, aporrear las paredes con el beneplácito de los cuerpos o salpimentar la cocina sobre la encimera. Sin embargo cuando algo es un hábito, una costumbre, es algo imprescindible e irracional. Es algo que, como el tiempo atmosférico, unos días es bueno, otros es malo, otros es frío y otros reconfortante pero siempre está ahí y nos acompaña sin siquiera plantearnos que alguna vez no esté. Porque si mañana no está todo se convierte en un escenario blanco quirúrgico de desconcierto y vacío.

Amo a mi madre y aunque hay muchos días en los que no hablamos de nada, a las 21:30 nos llamamos. Es un hábito y es amor. Cuando no haya llamadas la tensión sobre los párpados será directamente proporcional al vacío. Por esa misma razón soy consciente de cuánto quise porque tengo la capacidad de sentirme vagando por la nada en los espacios que estaban poblados por aquella persona.

Pero, obviamente, esa es mi parte de la historia y solamente es la mitad del cuento.

No dudo que haya alguien más afín, más sorprendente, más viril, más rico, más disponible, más viajero, más sano, más listo y, sobre todo, más fácil. A veces la vida nos va pidiendo determinadas cosas y la facilidad es una de ellas. Las personas fáciles y predecibles, aunque menos emocionantes, son exitosas de alguna manera porque nos mantienen relajados ya que no dan para mucho más. En alguna ocasión me he dado de cabezazos contra la pared por vivir preguntándome el por qué de todas las cosas sin dedicarme exclusivamente a disfrutar de que sucedan. Muchas más veces, consciente de mis cien millones de limitaciones, me he quedado al margen convencido de, como un impostor, que no iba a ser capaz de hacer más feliz a quien estuviera cerca. Por eso, demasiadas veces, me escondo a mi cueva confinado para no contaminar a quien quiero de alguna infección que, como un hipocondriaco sentimental, estoy convencido de tener. También es una manera infame de amar y una representación de respeto extraño, aunque doloroso y, por supuesto, poco afín. Supongo que si te cuento mis miedos y lo pequeño que me siento ante la inmensidad de la vida, ya no me vas a ver igual. Y siempre quise sentir que estabas orgullosa de mi.

Que me convertí en tu costumbre.

El amor es costumbre, hábito. Hay muchas formas de amor aunque más de una vez te das cuenta tarde y por el vacío que se queda. Es la certificación exacta que ese hueco no lo va a llenar nadie, nunca. Porque cogió la forma, aunque esa forma no fuera afín. Puedes tener un coche nuevo más grande, más cómodo, más rápido y que te diga cosas mientras te lleva a los sitios, pero amaste a ese ruidoso vehículo de segunda mano que te dejó tirado en una carretera comarcal de Soria. Yo tengo etiqueta contaminante.