Dentro de los avatares de la vida y de las enseñanzas que a uno le llegan sin pedirlo y solamente fijándose en los detalles, tengo a bien conocer a un Comunicador. una de las cosas que hace, a veces, es guardar entrevistas en la recámara y programarlas en un determinado día. Al verle, desde el salón, da la sensación que a esa hora en la que ya estás pensando con qué ropa vas a dormir, está trabajando para entretenerte. Que mientras tu ya has puesto el piloto automático de vivir en vez de trabajar, él todavia lo hace. Efectúa preguntas. Pone pequeñas trampas, según la afinidad con el entrevistado. Hace algún chiste. Cambia el ritmo de la tele e incluso, a veces, deja que el invitado se meta en charcos para ver si, de ahí, sale algún viral.
Lo cierto, analizando los detalles, es que no es directo. El truco, que es fácil como una navaja de Ockam, es llevar la misma ropa con cada uno de los invitados. De esa forma la cabeza del espectador asume que es el mismo instante pero no lo es. Es, lo que se llama, un falso directo.
En un falso directo no se miente, porque no se da la hora. Tampoco se dice la verdad al respecto, porque es irrelevante.
La mejor manera de robar, según mi teoria de cumplidor de las normas, es aparentar que no sucede nada. Supongo que la actitud, vacilante y atenta, de algunos ladrones es lo que les delata. La mejor forma de colarse en una fiesta es no esperar la cola, acercarse a la puerta, dar las buenas noches y pasar orgulloso al lado de los de seguridad, Actuar, en realidad, como si fuera algo que tienes asumido como lógico y que han de detener desde la contraparte. Si no das cancha al análisis y la obligación de detención por el adversario ya tienes algo ganado. Es empezar un partido con un gol a favor.
Una de las cosas que tiene la tecnología, aparte de la eliminación de puestos de trabajo por el abaratamiento de costes, es su capacidad de generar falsos directos a cualquier hora del día. Puedes conversar con una inteligencia artificial a la hora que te de la gana y sobre el tema que te de la gana sin que te lleve mucho la contraria y, sobre todo, con la principesca sensación de ser el centro de dicha interacción. Te puede haber gritado tu jefe por inútil, rayado el coche un repartidor en patinete, abandonado tu pareja o incluso quedarte sin leche en la nevera porque cerraron el supermercado justo cuando llegabas pero enciendes tus dispositivos electrónicos y ahí están, diciendo que ese contenido es para tí. Que ese premio es tuyo si pulsas el banner. Que han buscado canciones que saben que te gustan. Que eres especial, en definitiva. Y si, es una máquina. Podríamos decir que es un falso directo. Sin embargo juega con saber que es algo que te reconforta.
En oposición a un mundo en el que hay que lidiar contra la irrelevancia, la tecnología bombardea con la idea de que eres especial y que lleva todo el día esperando que llegues a casa para darte tu serie, tu canción, tu premio o tu noticia favorita.
Es mentira como el falso directo, pero una parte de nuestra cabeza ignora esa obviedad e intenta dejarse llevar por el espejismo.
Como una prostituta amable y servil las mentiras que nos hacen sentir especiales, aunque sea un rato, resultan ser las drogas tecnológicas en las que vamos cayendo cada día hasta que nuestra cartera se queda vacía. Y la cartera tiene nuestro dinero, o nuestros datos personales, o nuestros gustos que van a ser vendidos a otros postores. A veces pagamos simplemente con el tiempo que dejamos de emplear en ser nosotros mismos.
Resulta desconcertante cómo los falsos directos, en el sentido más amplio de la palabra y con trucos sencillos pero efectivos, son mucho más habituales de lo que pensamos. No estás hablando con una persona de la misma forma que esas entrevistas no las están haciendo ahora. Y, sobre todo, nada de todo eso que te juran que es exclusivamente para ti, como una oferta de último minuto, es para ti.
Eso sí, es mucho más entretenido creérselo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario