Llevo años rebelándome contra los idiotas.
No puedo sentarme en una mesa y oir contínuas estupideces que se basan en una visión sesgada del mundo como si se hubiera creado a la medida publicitaria del habitante medio que se regodea en ello. Actuar, que no creer, como si los únicos muebles fueran del Ikea, la única bebida la Coca Cola, el único bar el que está de moda, la única pareja la última que nos besó, el único sistema operativo el de nuestros dispositivos, la única marca de coches la del nuestro y nuestra casa el centro del mundo.
Pero, sin embargo, esa religiosa exclusividad en todos y cada uno de los aspectos les hace felices, les tranquiliza. Lo necesitan porque, en definitiva, no les deja pensar en otras opciones. Evita el malestar de la sensación de error en el que se puede llegar a vivir cuando me percato de todos los lugares y entornos en los que podría estar ahora mismo. Es mucho más reconfortante creer que éste, sea el que sea, es el mejor. Es mucho más inteligente, que no estúpido, creer que éste es el lugar único.
Las publicidades con recursos venden esa idea de exclusividad. La asocian a la felicidad. Es una cuestión de fe. Evita buscar entre opciones, ahorra tiempo, parejas, desencantos y gestión de garantías. Ser un simple, votar entre dos partidos, no leer los títulos de crédito, despreocuparse de si pudiera hacerse mejor, no ir de una canción a otra y quedarse con el numero uno, hacer nada más que el misionero sin pasión, saber donde va a estar el jueves... quizá sea un reflejo de una inteligencia superior en la que, para ser feliz, hay que rendirse.
Es muy complicado sentirse como aquel guitarrista de los RHCP: frustrado (esto es un chiste para intelectuales con humor). Me empeño en aprender todos los días, soy incapaz de parar y ese es el origen de mis luces y mis sombras, mis destellos y mis profundos desencantos cuando, agotado, tengo que parar de mandar sangre a la cabeza. Bienaventurados los simples, porque de ellos será el futuro corporativo de la felicidad.
Así que el idiota soy yo. Me lo digo a la cara
Así que el idiota soy yo. Me lo digo a la cara
2 comentarios:
No se amargue. Piense que le ha tocado vivir en una época de clones idiotizados y dedíquese a reírse de ellos. A mí me funcionó !!!
Tienes razón. Ya ni listos ni inteligentes. Simplemente idiotas. ¿para qué buscar si ya tenemos lo que necesitamos? ¿para qué hacer preguntas con respuestas insatisfactorias?
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