Los que nos hemos criado al abrigo de los 80 tenemos un problema. Ese problema son las formas. Nos da lo mismo que nos sodomicen pero nos importa mucho, como si fuera una parte de la chaqueta metálica, que no nos abracen mientras lo hacen. Nos importa, como si fuéramos una banda de marujas preocupadas del vestido más que de la ceremonia, la manera de reir y de posar, de llegar y de marcharse. Todo eso muy por encima de lo que viniéramos a hacer o si aquello haya sido exitoso, mediocre o deprimente.
Lo más preocupante de un mangante entrando en el juzgado no es si devuelve el dinero o cumple la pena, lo que importa es la actitud chulesca de la entrada o si tartamudea a la salida. Lo importante de una tonadillera en comisaría es si repite vestido o si mira el teléfono en medio de la vista oral. Parece que a nadie le importan las culpabilidades y los hechos, los robos o los premiados. A las azarosas lectoras del primer reportaje del Hola no les preocupa si aquella casa se pagó con esfuerzo o con explotaciones de trabajadores asiáticos pobres, sino el estampado de las cortinas.
Tiene más audiencia la parte de la entrada por la alfombra roja de los Oscar que si ganaron siete, nueve o ninguno. Probablemente porque eso nos dejó de importar. Hay más falsos de look que chicos malos. Más de alguno se cree intelectual por llevar gafas de pasta.
A mi madre le gustaba ver la parte del futbol en la que los jugadores se enzarzan en una pelea mucho más que seis regates y una rabona. La celebración del gol se ha convertido en algo tan o más importante que el gol en si mismo. Lo importante no es que los abrazos hayan sido sinceros sino la manera furtiva en la que te fuiste o si no acertaste con el desayuno adecuado. Las formas, en definitiva, han ganado la partida a la acción.
Así que ya no vale un programa electoral que no se vaya a cumplir mientras sea bueno el cartel publicitario. Da igual que el producto sea más caro si el anuncio es bueno. Es más importante parecer honesto que serlo. Liderazgo, hoy en dia, es tener millones de seguidores en twitter.
En el mundo de la seducción resulta más intenso y más exitoso conocer el tempo apropiado del goteo de llamadas o mensajes que reconocer abiertamente que presentas algún interés en conocer a la otra persona porque ser directo suele significar una debilidad asociada al fracaso. La formas han fagocitado todo aquello que habíamos venido a hacer porque ya no es importante hacerlo sino que parezca que lo hiciste y, sobre todo, la manera en la que vendiste lo que se supone que ibas a hacer. Salir del baño subiéndote la bragueta nunca significó que te la hubieses sacado. Un político no es su legado, sino sus ruedas de prensa. Un amante no es su sexo o sus caricias, sino sus regalos o sus horas de disponibilidad. Algunos están dispuestos siempre, aunque no hagan nada y los besos sean más falsos que los de las familias felices de los anuncios del Lidl.
Ya no importa el fin, ni el medio. Importan las formas.
!Viva la publicidad asociada a la vida real!. Viva ese curioso engaño de habernos convertido en anuncios con patas, en publicistas de tercera división que se preocupan más por las formas que por cualquier otra cosa y serían capaces de crucificar a su madre por conseguir que te creas la próxima mentira.
2 comentarios:
Será que soy de una generación anterior, porque a mí las formas me importan poco si se hace justicia.
que les den por allí a las formas. La hay básicas para transitar por la vida siendo amables con el resto pero a algunas personas (seguro que pocas y catalogadas como raras) nos sigue importando el qué, para qué, la sustancia, la persona que está junto a ti... aunque tengamos la bragueta bajada (sin saberlo, eh?)
al resto, que les den. Seguramente era que no merecían nuestra atención antes... aunque se la dimos.
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