Seis millones de españoles están conectados de una u otra forma a la red las 24 horas del día.
Eso no sería una noticia si no resultara que se ha puesto encima de la mesa el dato que afirma que nos relacionamos con una media de 19 personas virtuales y 16 presenciales a lo largo de una jornada. Eso es un dato triste, casi como descubrir que la gente ha dejado de ir al cine o que se venden más lectores de libros electrónicos (e-readers para los freaks) que libros electrónicos. Conozco a gente que es capaz de mantener una moderna y lustrosa vida social virtual mientras se pasan las horas en calzoncillos y sorbiendo de refrescos con ruido a la vez que van incrementando su ego a base de amigos en facebook y "me gustas" o retuits a las tonterias que se convierten en visitas a los tumblr que afirman que son sesudos blogs pero, en realidad, tienen chistes de "cacaculopedopis", que son los que funcionan siempre, como el de la diferencia entre un urólogo y un ginecólogo, que es el olor del dedo.
En realidad internet se ha convertido, en una de sus facetas, en el refugio social donde alguno encuentra todas aquellas cosas que, por una u otra razón, la vida real no le proporciona o no se atreve a probar por miedo o por autocompasión. Las relaciones personales tienen sus componentes, como piezas de lego que cada uno va conformando. Tienen el complemento a las necesidades que podemos llegar a sentir, tienen el afecto y la intimidad, tienen la pasión y el intercambio, tienen, incluso, la estúpida banalidad del regodeo sobre las anécdotas cotidianas. Buscarlos en un mundo 2.0 no tiene por qué ser malo pero todas esas personas que se quedan en su casa buscando amigos o caminan pensando que el whatsapp es más importante que lo que se les puede cruzar por delante se olvidan que nuestros padres, nuestros abuelos e incluso un pequeño grupo de neanderthales formaron sociedades gracias a la relación presencial entre humanos. El sexo virtual no produce embarazos y se acaba con un click.
Hay una acción que empieza a ser común y que resulta altamente desagradable: que dejen de hablar contigo porque un mensaje en su teléfono es mucho más importante que tú. ¿No te das cuenta, imbécil, que yo estoy ahí delante?. Pues no, parece que los mensajes 2.0 han de ser respondidos de forma inmediata, como si la interconexión tuviera asociado el gen de la inmediatez. Hay días en los que (tú también) he mandado un whatsapp al otro lado de la mesa para que prestaran la atención apropiada. Yo he chateado con mi sobrina en la cena de nochebuena.
Las personas 2.0 no son más importantes que las que están a tu lado. Triste es que ya sean más y más triste que sigas pensando que son más importantes que las que se han tomado la molestia de intentar verte, incluyendo ese elemento desestabilizador que empieza a ser la comunicación no verbal. Y no me refiero a emoticonos.
Si el comercio virtual va matando poco a poco a las luces de las pequeñas tiendas que añoras cuando sales a la calle te pido que pienses si quieres poder seguir quedando con gente cuando, en medio de una conversación, vibra tu teléfono.
Eso no sería una noticia si no resultara que se ha puesto encima de la mesa el dato que afirma que nos relacionamos con una media de 19 personas virtuales y 16 presenciales a lo largo de una jornada. Eso es un dato triste, casi como descubrir que la gente ha dejado de ir al cine o que se venden más lectores de libros electrónicos (e-readers para los freaks) que libros electrónicos. Conozco a gente que es capaz de mantener una moderna y lustrosa vida social virtual mientras se pasan las horas en calzoncillos y sorbiendo de refrescos con ruido a la vez que van incrementando su ego a base de amigos en facebook y "me gustas" o retuits a las tonterias que se convierten en visitas a los tumblr que afirman que son sesudos blogs pero, en realidad, tienen chistes de "cacaculopedopis", que son los que funcionan siempre, como el de la diferencia entre un urólogo y un ginecólogo, que es el olor del dedo.
En realidad internet se ha convertido, en una de sus facetas, en el refugio social donde alguno encuentra todas aquellas cosas que, por una u otra razón, la vida real no le proporciona o no se atreve a probar por miedo o por autocompasión. Las relaciones personales tienen sus componentes, como piezas de lego que cada uno va conformando. Tienen el complemento a las necesidades que podemos llegar a sentir, tienen el afecto y la intimidad, tienen la pasión y el intercambio, tienen, incluso, la estúpida banalidad del regodeo sobre las anécdotas cotidianas. Buscarlos en un mundo 2.0 no tiene por qué ser malo pero todas esas personas que se quedan en su casa buscando amigos o caminan pensando que el whatsapp es más importante que lo que se les puede cruzar por delante se olvidan que nuestros padres, nuestros abuelos e incluso un pequeño grupo de neanderthales formaron sociedades gracias a la relación presencial entre humanos. El sexo virtual no produce embarazos y se acaba con un click.
Hay una acción que empieza a ser común y que resulta altamente desagradable: que dejen de hablar contigo porque un mensaje en su teléfono es mucho más importante que tú. ¿No te das cuenta, imbécil, que yo estoy ahí delante?. Pues no, parece que los mensajes 2.0 han de ser respondidos de forma inmediata, como si la interconexión tuviera asociado el gen de la inmediatez. Hay días en los que (tú también) he mandado un whatsapp al otro lado de la mesa para que prestaran la atención apropiada. Yo he chateado con mi sobrina en la cena de nochebuena.
Las personas 2.0 no son más importantes que las que están a tu lado. Triste es que ya sean más y más triste que sigas pensando que son más importantes que las que se han tomado la molestia de intentar verte, incluyendo ese elemento desestabilizador que empieza a ser la comunicación no verbal. Y no me refiero a emoticonos.
Si el comercio virtual va matando poco a poco a las luces de las pequeñas tiendas que añoras cuando sales a la calle te pido que pienses si quieres poder seguir quedando con gente cuando, en medio de una conversación, vibra tu teléfono.
3 comentarios:
Es que hay normas de cortesía para todo menos para el móvil. O dicho de otra forma, el móvil es un invento que llegó huérfano de normas.
Y así nos va: prioridad al que llama y al que está delante que le den morcilla.
19 - 16
Si fuera un partido de fútbol quedaría el consuelo de decir que hubo muchos goles.
(((también es posible que se tratara de baloncesto y, entonces, el partido hubiera tenido menos atractivo que ver la pachanga de casados contra solteros de gente a la que no conoces)))
bravo¡
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