Yo aprendí a colarme en las discotecas más cool en 1990. Era, si no me equivoco, el año en el que en el festival de cine de San Sebastián ganó "Alas de mariposa" y descubrí que si te acercas con paso firme hacia la puerta saltándote la cola de personas y dando las buenas noches a los armarios roperos que habitan en ese lugar sin parar una décima de segundo, pasas seguro. Si eres bajito y vas en un buen coche, lo cual probé absolutamente borracho a las tres de la mañana en medio de la Castellana el dia de la boda de mi hermana, hasta te lo aparcan y te buscan dentro del local para darte las llaves.
"La clave es la seguridad" me explicó mi maestro.
Pasa lo mismo en la cola del banco pero no en la frutería porque en la frutería las señoras saben adivinar con perfección suprema si eres un caradura. Para una madre haciendo la compra no hay clases, sólo turnos.
En realidad lo que sucede es que el ser humano, que ha adoptado la concepción clasista del mundo como suya, se coharta como un tipo de tercera ante lo que supone que le supera. Los jueces se cohartan ante los ricos y ante la monarquía (pero no ante Isabel Pantoja por mucho que diga, con razón, que su caso y el de la infanta es idéntico). Los jugadores de fútbol se cortan cuando enfrente tienen a Messi o a Ronaldo y los porteros de discoteca, que son ciclados hombrecitos de dos metros que no llegaron a agentes de prosegur que reparten hostias como panes en Atocha (siento profundamente la comparación), se "achantan" cuando un tipo pequeñito avanza hacia ellos sin que sepan si acaso es el cuñado del dueño, un traficante de drogas soviético o un putero concejal corrupto que viene a cobrar la mordida.
Habría que poner a madres en la puerta de las discotecas. El aforo sería más limpio, más ordenado y todos habrían llegado con los deberes bien hechos.
Quizá el problema está en que las madres han descubierto el poder de las Cougars, pero eso es otra historia y otro tipo de madres, no como las que me estoy imaginando. Las que me estoy imaginando saben hacer croquetas y tienen una concepción del mundo mucho más justa que tú y que yo. Siempre tienen una bolsa del supermercado a mano por si hay una compra no prevista o por si llueve poder taparse la cabeza. Son sabias. Son los líderes que nunca tendremos.
En realidad lo que sucede es que el ser humano, que ha adoptado la concepción clasista del mundo como suya, se coharta como un tipo de tercera ante lo que supone que le supera. Los jueces se cohartan ante los ricos y ante la monarquía (pero no ante Isabel Pantoja por mucho que diga, con razón, que su caso y el de la infanta es idéntico). Los jugadores de fútbol se cortan cuando enfrente tienen a Messi o a Ronaldo y los porteros de discoteca, que son ciclados hombrecitos de dos metros que no llegaron a agentes de prosegur que reparten hostias como panes en Atocha (siento profundamente la comparación), se "achantan" cuando un tipo pequeñito avanza hacia ellos sin que sepan si acaso es el cuñado del dueño, un traficante de drogas soviético o un putero concejal corrupto que viene a cobrar la mordida.
Habría que poner a madres en la puerta de las discotecas. El aforo sería más limpio, más ordenado y todos habrían llegado con los deberes bien hechos.
Quizá el problema está en que las madres han descubierto el poder de las Cougars, pero eso es otra historia y otro tipo de madres, no como las que me estoy imaginando. Las que me estoy imaginando saben hacer croquetas y tienen una concepción del mundo mucho más justa que tú y que yo. Siempre tienen una bolsa del supermercado a mano por si hay una compra no prevista o por si llueve poder taparse la cabeza. Son sabias. Son los líderes que nunca tendremos.
3 comentarios:
las madres y sobre todo las abuelas se cuelan con más morro que culo en cualesquiera de que se trate la cola. Por eso no pasan ni una, porque o ellas o ninguna.
Luego están los pringados que hemos dejado que este mundo sea como es: los que "para qué nos vamos a meter en lís" o "paso de discutir" y dejamos que los getas se cuelen, o roben en las instituciones o asalten la direccion de un banco y se lo lleven crudo, o que alcancen la presidencia del gobierno y nos digan que así es mejor mientras nos la insertan por la retaguardia.
El segundo paso es descubrir que tu padre tenía más razón que un santo.
Y el tercero (y definitivo) es cuando te das cuenta que la educación tradicional está probada, porque está comprobada desde hace mucho. Eso, claro, te convierte en un carca y, los de la cola (más jóvenes que tú), te creen que le echas un morro de aupa y que te las sabes todas (por viejo, más que por diablo).
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