Mal dia para buscar

4 de septiembre de 2012

La ira

La rabia no es exclusivamente aquel puñetazo a una mesa, a una pared o al infinito que me recorre la espalda   desde el día en el que me repetía al oído, como si fuera un martillo percutor, que yo no era ese príncipe azul que le había prometido el cuento.
La rabia, dicen algunos, viene de serie con las emociones básicas que llevamos encima desde que nacemos, acompañando a la alegría, al miedo y a la tristeza. Otros dicen, como si nos reconfortara ser buenas personas, que la justicia también viene de serie y que el engaño es algo que se aprende según nos vamos adaptando al medio que nos rodea.

El caso es que la ira puede ser pasiva o agresiva y la agresiva parece que es la única que existe en los medios. El punto de no retorno que supone la agresión, en el sentido más sangriento de la palabra, es el punto de inicio que suele tener el titular periodístico. Sin embargo la ira pasiva es, analizándolo con   serenidad, exactamente la misma pérdida de control que se dispara como una manera de atacar o huir de algún tipo de daño percibido o deseo no conseguido. Se puede demostrar ira siendo obsesivo y exigiendo que todo sea perfecto, se puede evitar cualquier discusión hasta reventar a la parte contraria. Ser ineficaz, pasivo, autocrítico para que la otra persona crea que es la responsable de los kilos de miseria que arrastras o incluso se puede hacer un máster en chantaje emocional para manipular los sentimientos del contrario hasta lograr que el sabotaje sea completo. Todas esas también son formas de ira, aunque entren en la sutileza de la pasividad.

Tener ira, aunque la iglesia católica lo considere uno de los siete pecados capitales, no es tan malo si la sabemos identificar. Una de las sensaciones más salvajes que se pueden vivir es follar con el maremoto de sudor que te puede proporcionar una buena cantidad de ira, como dicen que sucede en algunas reconciliaciones. Una de las maneras más rabiosas de afrontar un reto es apretar los dientes y jurar, como quien pone a Dios por testigo, que saldrás adelante ante esta crisis. La única forma en la que me quité a aquel defensor pegajoso en un partido de baloncesto regional fue mirarle desafiante y prometerme que le pasaría por muchas faltas que me hiciera camino del aro.

El caso es que la ira, provocada o producida por la impotencia que tiene descubrir que hay retos que no puedes cumplir por mucho que lo prometas, también puede ser un elemento que te haga poner un punto y aparte o un punto y seguido en todas esas cosas que te pueden carcomer y que te suelen atacar a la parte más irracional de la existencia.

Un niño suele sentir ira cuando alguno de sus deseos no son satisfechos. Un adulto también, y no suelen ser deseos muy diferentes. La diferencia suele recaer en que el niño sabe que tiene a alguna de esas figuras todopoderosas que se llaman padres y que tienen el poder mágico de volver realidad algunas fantasías. Un adulto, algún día, descubre que existen deseos que no puede conseguir y que se debe de quedar con sucedáneos incompletos que no se acercan a aquel sueño imposible.

(Y descubrir que nunca fui un príncipe sintiendo, mientras me lo repetía, que también era incompleto, impotente, imbécil. Es la misma sensación que debe de tener un perro cuando le acercas el hocico a sus heces para que no lo vuelva a hacer y llora mientras agacha el rabo. A veces golpeo con cólera los tabiques porque quise ser, como un niño lleno de fantasías que da cabezazos a la pared al perder en el juego que jugaba, quien salvaba a la princesa y vi que no lo conseguía cometiendo error tras error. Recuerdo lo que es la ira todas las mañanas en las que la contractura de la espalda me explica las marcas que deja la rabia y la ausencia.)

Quizá es la emoción básica más incontrolable. Dicen que la tenemos todos, que no se cura, que sólo se puede intentar racionalizar, como lo que sientes cada vez que te llevan los demonios.

Me explicaron una vez que tendemos a buscar personas que sean espejo de nuestra forma de ser, que si nos queremos resguardar en el alcohol nos terminaremos haciendo amigos de borrachos y que si nos gusta el tenis dará la casualidad de que conoceremos tenistas en la cola del banco. Hay un momento en el que los sueños se aceptan como imposibles y nos llena de ira descubrirlo. "Aprovecha el enfado y ven a la cama"- sería una manera creativa de aprovechar la ira. La espalda, entonces, recordaría otra cosa porque el cuerpo también tiene memoria.

La buena noticia es que la memoria es selectiva y tiende a quedarse con los recuerdos felices.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Golpear con colera los "tabiques", viene a ser lo mismo que decir,.."golpeo el tabique, por no golpearte a ti",..en la mayoria de ocasiones.

http://www.magazinedigital.com/salud/psicologia/reportaje/pageID/1/cnt_id/1460

pesimistas existenciales dijo...

Reinterpretación: "Golpeo el tabique por no golpearme a mi".

De la ira a la agresión física hay un camino muy largo, no nos dejemos llevar por los titulares de los periódicos. "Maltratador" es una palabra demasiado cruel y demasiado seria pero ésta es la lucha que tienen siempre aquellas feministas que afirman que las mujeres nunca son agresivas porque no dejan marcas en las caras de los hombres. La ira, y de eso va el post, es todo. Golpear a una persona es absolutamente inexcusable. Expresar la rabia, me da igual con una colección de insultos que con un bufido, es algo humano que puede ser gestionado de una manera correcta si podemos identificar todas esas cosas que nos hacen sentir así. Quizá ahí está la clave.

Todos los seres humanos (e incluso todos los animales) sienten ira de vez en cuando.

Decir que una persona que se enfada está a un paso de partirle la cara a quien esté delante es lo mismo que afirmar que un conductor molesto se subirá por la acera para atropellar a los transeuntes. Es una exageración aunque no dudo que todo el que atropella a los transeúntes se enfada un momento antes.

Decia un tertuliano de la Cope que todos los etarras hablan euskera y sabemos que no todos los que hablan euskera son etarras. Creo que el ejemplo es válido.

Anónimo dijo...

creo que la ira es un mal sentimiento ,y como te dure mucho se te convierte en problema ,y si ,es cierto ,que todos ,sin ninguna excepcion ,la tenemos ,pero lo mejor para todos ,es que sea momentanea ,si no ,esto seria un caos . Espero que a ti se te haya pasado ,si no querido amigo ,tienes un verdadero problema ,y nunca seras feliz.ah y te recuerdo que los principes azules dejaron de existir hace tiempo ,ya nadie salva a las princesas ,por que simplemente tampoco las hay .

Anónimo dijo...

"Según la psicología cognitiva (Venza su ira, McKay y Rogers, Robin Book), la ira tiene su origen en el estrés más pensamientos activadores. La buena noticia es que puede desactivarse con un aprendizaje adecuado. Ser plenamente conscientes de lo que se está sintiendo y pensando es la clave para la desactivación de la emoción. Todo nace del estrés y la tensión causados por el dolor, la frustración o la idea de amenaza. Esta vivencia de estrés se intensifica mediante ideas que potencian la ira. Son los pensamientos activadores de culpabilización y de los “deberías”"

iparrajose dijo...

la ira. Joder lo que sabéis.
siento dos clases de ira: la del interior, cuando descubro que soy incapaz de conseguir algo y la del exterior que es cuando tomas conciencia de que algo que deseas no te lo van a facilitar.
En ambos casos el problema estriba en qué hacer con los calores que te suben de los testículos, irritan las entrañas, sonrojan el cuello y atronan en la cabeza.
Hay quien se la come y la digiere (sublimar que lo llaman), otros se la cargan en la mochila y siguen con su peso; otros buscan un culpable externo, y dentro de este grupo hay quien la emprende a golpes o tiros o cuchilladas o lo que fuer con eso elegido.
¿a que ha quedado bien?
Pues no tengo ni idea.

Anónimo dijo...

La peor de todas es la ira contra ti mismo, porque ni tabiques, ni cuchillos, ni echarle la culpa a los demás suele conseguir que te perdones.