Ser bueno, de unos años a esta parte, no está de moda. Más o menos lo mismo que ser un romántico, aunque eso es otra historia.
En alguna película de primeros de los 80 un pequeño (en estatura) protagonista se enfrentaba a un gran muchacho avisándole: "ten cuidado conmigo , porque cuando los bajitos no ponemos de mala leche somos imparables". Siempre me sentí identificado con aquella idea.
A lo largo del infame año que hemos tenido a mal de pasar han aparecido ciertos retazos del inicio de la revolución de los buenos. Tuvimos el 15-M y tuvimos que soportar cómo algunos llegaban a los juzgados a bordo de un carísimo coche pagado con comisiones irregulares del que sales estirándote el traje.
Durante quizá demasiado tiempo hemos visto cómo miserables se hacían un hueco entre los laureles del triunfo tras una constructora sospechosa, una sociedad de inversión con más tentáculos que algún octópodo o un coche de lujo en el garaje de un piso de protección oficial.
Hemos visto cómo aquella chica que te gustaba se iba con el más tonto, fornido y básico del bar después de haberte preocupado por intentar hacerla sonreir cada día con un detalle diferente. Hemos visto cómo aquel tipo que era querido incondicionalmente por la mujer perfecta salía corriendo tras una monitora de fitness de pechos turgentes y vicio en vez de cerebro.
En definitiva, hemos visto que la decencia, el trabajo, el cariño, la fidelidad y las consideraciones éticas eran pisadas por los más bajos instintos del ser humano, que ahora dicen que se debe a una desconexión neuronal que fomenta nuestra crueldad.
En Canada un hombre se ha mostrado, delante del juez, orgulloso de matar a sus hijas por putas (véase puta= tener 13 años, vestir falda corta y querer a su novio). Vuelve a ser una de esas noticias que están por encima de los actos diarios de las buenas personas, de todos aquellos que alguna noche se han sentado, llenos de ira, en el sofá de casa pensando el motivo por el que son incapaces de convertirse en unos auténticos hijos de puta sin escrúpulos para lograr aquello que se merecen por naturaleza. Los últimos tiempos han recompensado a todos aquellos que se han pasado la decencia por el arco del triunfo, y eso no está bien, por mucho que mi madre me repetía a diario que el tiempo pone a cada uno en su sitio. "Sí, mamá, pero algunos se ponen en casas con piscina que yo no puedo pagar"
Así que, como dirían Asterix y Obelix, !Por Tutatis!, ya es hora que llegue , espero que el 2012, la verdadera revolución de las buenas personas.
Aunque... Qué dificil es ser bueno.
Pd:Nunca dije que yo lo fuera, pero sí puedo asegurar que hay un pequeño gnomo lleno de consideraciones éticas que me grita en la cabeza cada vez que hago una maldad.
2 comentarios:
Cuanta razon...cuantos hemos soñado en el dia que los justos serian reconocidos, y al final.. Que? nada..
No tengo fé en el 2012, no creo que sea el año de la justicia moral, divina, o lo que sea..
Pero si de momento veo a mi vecino (ex-contructor revienta-trabajadores convertido a carne de PER...) pues vale, estara mal alegrarse del mal ajeno, pero me alegro.
Peor será el día que nadie tenga esa pretensión...
Comparto inquietudes y, hago lo que BUENAmente puedo.
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