Hemos jurado querer amar, follar, saltar más alto, ser ganadores en el agravio comparativo de la competencia social. Hemos deseado, casi como si fuera un anhelo incomprensible, a la chica de la puerta de al lado. También hemos querido volver atrás para solucionar conflictos y errores, para no cometer las estupideces que nos marcaron como lo que somos. Hemos soñado con teletransportarnos y una vez, tumbados en la cama en medio de una intoxicación etílica de amor, hemos preguntado "¿donde querrías estar dentro de dos años?" para ver si acaso quería seguir estando a nuestro lado.
Pero dos (o tres, o 7, o 5 o 12) años después, sencillamente, no estaba. Aunque la naturaleza humana quiere lo mismo, cada uno lo busca en los lugares que considera oportunos. Y yo no era ese lugar. Y ella no era mi lugar. Y no pasa nada, solo un extraño vacío que cada uno tapa como quiere. Después, en un café, si es que se tercia (aunque todo esto, para aclararlo, es una metáfora rellena de literatura), cada uno defiende su postura. "Me va muy bien en el trabajo, creo que me van a ascender". "Hace quince días estuve conociendo los fiordos noruegos y son maravillosos". "He conducido un porsche". "Sali toda la noche hasta que no podía mas y desayuné donuts rellenos de chocolate". Pero nadie habla de los sueños y de los deseos que se tenían antes. Nadie habla de los fracasos o de los errores, porque no son lo mismo. En ese caso, casi como la manera de ganar en una discusión no declarada, se puede preguntar "¿Eres feliz?".
Porque nadie es realmente feliz. Es una utopía forjada a base de la determinación de deseos equivocados. Si dice que sí, miente. Si dice que no, también. Si afirma sentir orgullo de ir y venir, en sinusoides, por un camino sin dirección enrrollado en la bandera del carpe diem, está todo perdido. En realidad los deseos que tenemos pueden ser inalcanzables, pasados, correcciones, arrepentimientos, estupideces o simplemente anhelos. Quizá hay que recordar los deseos que tuvimos y ver el motivo por que el que fueron o por el que no fueron.
Así que yo tuve 42 deseos.
Y ahora viene el 43.
Nunca tuve mucho cuidado en desearlos porque no supuse que se pudieran convertir en verdad. Algunos se cumplieron, otros se rompieron, alguno los destrocé y otros se marcharon. Aprendí, hace no mucho, a desear lo que pudiera conseguir independientemente que el niño que llevo dentro siga soñando con imposibles. Alguno de vosotros sabe cual es ese deseo. Es el número 43. Es una dirección, no cuantificable. Es querer llegar a sentir la felicidad de jugar con juguetes mucho más que desear juguetes, porque los juguetes son el medio y no el objetivo.
Porque quiero pensar que , en este mundo lleno de gente estancada, cometemos el error de desear incorrectamente y, alguna vez, habrá que empezar a desear con cabeza.
Feliz cumpleaños. Para mi.
Pd1: 42
Pd2: 41
Pd3: 40
Pd4: 39
Pero dos (o tres, o 7, o 5 o 12) años después, sencillamente, no estaba. Aunque la naturaleza humana quiere lo mismo, cada uno lo busca en los lugares que considera oportunos. Y yo no era ese lugar. Y ella no era mi lugar. Y no pasa nada, solo un extraño vacío que cada uno tapa como quiere. Después, en un café, si es que se tercia (aunque todo esto, para aclararlo, es una metáfora rellena de literatura), cada uno defiende su postura. "Me va muy bien en el trabajo, creo que me van a ascender". "Hace quince días estuve conociendo los fiordos noruegos y son maravillosos". "He conducido un porsche". "Sali toda la noche hasta que no podía mas y desayuné donuts rellenos de chocolate". Pero nadie habla de los sueños y de los deseos que se tenían antes. Nadie habla de los fracasos o de los errores, porque no son lo mismo. En ese caso, casi como la manera de ganar en una discusión no declarada, se puede preguntar "¿Eres feliz?".
Porque nadie es realmente feliz. Es una utopía forjada a base de la determinación de deseos equivocados. Si dice que sí, miente. Si dice que no, también. Si afirma sentir orgullo de ir y venir, en sinusoides, por un camino sin dirección enrrollado en la bandera del carpe diem, está todo perdido. En realidad los deseos que tenemos pueden ser inalcanzables, pasados, correcciones, arrepentimientos, estupideces o simplemente anhelos. Quizá hay que recordar los deseos que tuvimos y ver el motivo por que el que fueron o por el que no fueron.
Así que yo tuve 42 deseos.
Y ahora viene el 43.
Nunca tuve mucho cuidado en desearlos porque no supuse que se pudieran convertir en verdad. Algunos se cumplieron, otros se rompieron, alguno los destrocé y otros se marcharon. Aprendí, hace no mucho, a desear lo que pudiera conseguir independientemente que el niño que llevo dentro siga soñando con imposibles. Alguno de vosotros sabe cual es ese deseo. Es el número 43. Es una dirección, no cuantificable. Es querer llegar a sentir la felicidad de jugar con juguetes mucho más que desear juguetes, porque los juguetes son el medio y no el objetivo.
Porque quiero pensar que , en este mundo lleno de gente estancada, cometemos el error de desear incorrectamente y, alguna vez, habrá que empezar a desear con cabeza.
Feliz cumpleaños. Para mi.
Pd1: 42
Pd2: 41
Pd3: 40
Pd4: 39
3 comentarios:
Que bonito!! Yo llevo 3 días preguntándome si debería felicitarte o no...no se si te acuerdas de mi un poquito o nada... Yo de ti todos los días.muchas felicidades!!
Ya somos dos teniendo la duda sobre felicitaro no y preguntándonos si puede ser o no,
Felicidades campeón
Pues yo si felicito, yeah, y menos vacaciones que asi no levantamos el pais eh? o es que ya los años pesan..
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