Esta semana dos accidentes, uno con desagradable final infeliz y otro con sanación, han poblado parte de los titulares. El montañero Tolo Calafat murió en el Anapurna y el torero José Tomás ha estado viendo casi la luz del final del túnel por una cogida de un toro más bravo de lo normal. Desafortunadamente o dicho de una manera un tanto fría son, como el día que Alonso se empotre con el ferrari en Mónaco, los riesgos de sus trabajos.
Mucho más escandaloso me resultan los accidentes que no están en el contrato: el vendedor de ultramarinos que es atracado y muere de una cuchillada, el peatón que es atropellado por un conductor borracho, el trabajador que resbala y descubre, en su caída, que nadie ordenó poner una red en la obra o, haciendo demagogia, el niño que muere de hambre mientras tú dejas algo en el plato.
Eso sí son muertes dignas de portada.
¿Esto?. Son riesgos laborales.
Pd: sobre la foto, se ve en grande.
4 comentarios:
Y qué decir si te mueres en misión de paz... ¿todas las vidas son igual de valiosas?
Hombre, si tu trabajo consiste en coquetear con la muerte y te mueres... es algo con lo que contabas en el inicio de la actividad.
Es humor negro, pero es verdad.
De acuerdo.
Las muertes laborales dan muuucho juego. No son más que muertes. Algunos llevamos años muertos en vida y lo sabemos
todo se solucionaría si en la empresas se llevara a cabo la buena gestión de prevención de riesgos laborales.
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