Mal dia para buscar

6 de mayo de 2010

No hay sentencias ejemplares para quien se lo merece

Estos dos videos (que no hay nada que ver porque son de oir (10min cada uno)) perteneces a unas charlas de Emilio Calatayud (juez de menores de Granada) que suponen un punto de vista bastante lógico sobre la mediática problemática de los delitos que cometemos algunos como pecados de juventud y que en los momentos de exceso se convierten en causas judiciales.



Lo cierto es que el juez Calatayud se ha hecho famoso por las sentencias que dicta. "Sentencias ejemplares", tituló en un libro que recopilaba los casos.

En realidad la opinión pública mira con afecto a un juez que es capaz de ordenar a un chaval a limpiar espejos durante 50 horas porque su única excusa para justificar una agresión es que "le miraban mal" o que es capaz de publicar un decálogo dirigido hacia los padres con los 10 motivos que pueden convertir a su hijo en un delincuente.

Razón no le falta.

Lo que no entiendo es cómo la justicia en otra gran cantidad de casos no es capaz de funcionar con los mismos parámetros o tipo de escarmientos. No comprendo cómo el sistema en el que nos empeñamos a vivir se termina complicando de una manera "garzoniana" tapando la lógica con defectos procesales o justificaciones legales ajenas al ciudadano de calle que nos hacen recelar profundamente de la justicia de la justicia, hablando en términos globales.

¿Por qué no puede un juez coger a un político que se ha comprado un palacete con dinero público y obligarle a atender en él a los sin techo de la cuidad a la que ha robado?. ¿Por qué no puede un juez exigir a un banquero que ha robado avalar a todos esos a los que estafó con intereses excesivos?. ¿Por qué no puede un juez exigir a la SGAE que regale copias de todas las canciones de Teddy Bautista en Cds sin canon a todos los manteros de Madrid?. Porque ni los manteros quieren escucharle pero, aparte de lo obvio, porque es mucho más fácil aplicar la ley a un menor sin capacidad de defenderse que a un político, un banquero o a la aceptablemente saneada (en lo economico) empresa privada que es la SGAE.

Lo cierto es que el juez en cuestión no realiza las sentencias a la buena de Dios sino que tiene a sus espaldas a un excelente equipo que es capaz de razonar la solución correcta en cada caso. Me explico: la aplicación de la ley no debe de consistir en la aplicación exacta del código penal porque de esa manera podríamos sustituir a los jueces por monos mecánicos que buscaran en tiempo record la pena escrita previamente. De la misma forma que la vida se compone de elementos circunstanciales que la convierten en algo exclusivo y maravilloso los delitos tienen tambien ese componente, aunque sea en la fase malévola de la humanidad. Desde ese punto de vista la idea principal de nuestro sistema judicial no debe de ser el castigo, sino la reinserción. Dicho así suena chulísimo y también es cierto que los estudios afirman que la posibilidad de cambio en un menor es 20 veces mayor que en un adulto pero eso no nos debe de quitar la idea porque estaríamos condenándonos socialmente. Si tenemos que aceptar que no hay solución en delitos de mayores, matémosles (es sarcarsmo). Si creemos que hay una posibilidad, intentémoslo. Quedarnos a medias sólo y unicamente con el castigo penal se ha demostrado que no funciona.

El truco de este juez se compone de un equipo especialista, no formado por juristas sino por personas que han aprendido a ver el camino correcto para hacer cambiar a otras personas que no han caminado por la recta senda de la bondad. Si alguna vez nos reímos de los estudiosos del comportamiento humano por considerarlo un trabajo poco rentable debemos de analizar la profunda satisfacción con la que el Sr Calatayud habla de algunos de sus "chicos recuperados".

A lo que quería llegar es que es una pena doble que los juzgados tradicionales no se atrevan a hacer esto mismo porque ni tienen, ni quieren, ni saben que pueden formar a un buen equipo de psicólogos y educadores de esos que ahora están en el paro porque han dejado de creer en la base de la justicia y además no pueden o no se atreven a tratar a los delincuentes adultos como se ha demostrado que hay que tratar a los delincuentes menores.

Y la única diferencia entre el que roba a su compañero de pupitre y el político que roba a su comunidad autónoma es que la cantidad robada es mayor, aparte de que el adulto puede pagar a un abogado especialista en jugar a las leyes que no nos gustan porque no nos parecen de verdad.

Me hubiera gustado ver a Mario Conde haciendo trabajos sociales por las calles mucho más que verle en mi salón cuando se me escapa el dedo del mando a distancia y le veo intentando levantar cátedra de ladrón desde Intereconomía.

2 comentarios:

Lic dijo...

¿Por qué no puede un juez coger a un político que se ha comprado un palacete con dinero público y obligarle a atender en él a los sin techo de la cuidad a la que ha robado? posiblemente porque todos nos volveriamos sin techo para querer vivir en palacetes.

Lic dijo...
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