Mal dia para buscar

10 de diciembre de 2019

El cine scfi de los 80 está aquí.

Todos los futuros en el cine son demoledores.

Blade Runner, Desafio Total, El quinto elemento. El deseo feliz y tonto de los "propicios días" de Demolition man. Batman sobre Gotham viendo cómo la cuidad se deshace a manos del Pingüino ( que no del Joker). En todas ellas la sociedad ha perdido. En todas, fíjate en Robocop. Una gran corporación que se ha comido todo subyuga a los ciudadanos que se quejan pero no pueden hacer nada contra las garras infinitas del gran poder. Sólo unos pocos, grises y atormentados, luchan en una guerra desigual contra cualquier cosa que, consciente de si misma, sea el Skynet de cada argumento.

La sociedad se queja, se manifiesta. Hacen grafitis en las paredes contra las injusticias pero, sin embargo, nada cambia. Y los pobres, que son todos los demás, se putean entre si preocupados en sobrevivir a hoy sin esperar nada del mañana. Por una parte podemos estar tranquilos porque es más barato llevar al cine un futuro apocalíptico que uno en el que hayamos solucionado algo por nosotros mismos.

Pero hay señales, inequívocas, de un extraño punto de partida. Es un lugar en el que hay manifestaciones, cada vez más creativas, en las que se grita mucho y se espera que con  los gritos se cambien las cosas. Es indistinto gritar porque España o Trump nos roba, porque se han muerto miles de peces en el Mediterráneo, porque un independentista anacrónico cabalga a lomos de un jamelgo amarillo creyendo que así hace algo aparte del soplagaitas. Se hacen miles de manifestaciones que parecen compensar la incapacidad de hacer nada excepto imaginativas pancartas. Y un día en el que se cita a las personas para recoger vidrio, se han ido de botellón. Porque hace frío, porque es cosa del ayuntamiento, porque se me agrietan las manos o porque estoy muy deprimido con el cambio climático. Montar un mueble del Ikea es un esfuerzo sobrehumano en un mundo de vagos enfadados que luchan contra la corporación haciendo clicks en sus teléfonos sin levantar la mirada para ver cómo se van algunas cosillas a la mierda.

Así que se manifiestan contra la opresión, los créditos trampa, las compañías abusadoras, el trabajo basura y la muerte de lo cercano en manos de la deslocalización.

Y hacen suyos los anuncios falsos en los que con ese móvil se es más feliz, las plataformas que asfixian a quienes crean y se ríen de las personas que les llaman por su nombre al entrar en una pequeña tienda. Viven con una sensación de pertenencia absurda a aquello que dice que les quiere pero les mete la mano en el bolsillo a cambio de píldoras de felicidad efímera. Son supporters de equipos de fútbol que reparte entre los directivos las cuotas de socio que pagan ellos, los que se van a sus casas sin saber dar una patada a un balón. Son de Zara, de JxCat, de Amazon Prime o de Telefónica.

Y se manifiestan pero no hacen nada como una adolescente que se quiere ir de casa pero no se termina de marchar jamás (porque lo de trabajar, no poder ir de vacaciones, quedarse sin wifi o sacrificarse por sus sueños es una utopía) mientras hace imposible la convivencia familiar. Son políticos que hacen propuestas de ley irreales pero se les olvida salir a la calle a mancharse las manos creyendo que un papel ya lo ha arreglado todo.

Piden la paz mundial mientras golpean los escaparates.

Así están, poniendo las bases para un futuro apocalíptico.
Me da igual la película que escojas.
Haz cosas, joder. Y deja de quejarte. Me encanta odiarte.

2 comentarios:

Orlando dijo...

Por eso no esta entre mis planes
llegar a los 50 , como lo que nos
espere sea lo reflejado en este tipo
de cine , la llevamos clara , por
cierto, que pelicula es Balde Runner? ,
a mi me sonaba Blade Runner ^_^ .

pesimistas existenciales dijo...

Es la del cubo de agua por la cabeza en un futuro que no creeriais.