Tengo una absurda sensación: muchas de las canciones que oigo podrían ser perfectamente la banda sonora de un anuncio de cerveza. Están contenidas, tienen un "chispún" emocionante y acaban perfectamente orquestadas. Los videos, en todo caso, podrían empezar con un tipo pensativo en una playa y terminar en una fiesta con mil millones de amigos, más que Roberto Carlos (el cantante)
Me temo que, aunque correctas en su forma y realización, morirán en el mismo nicho. Y es una pena pero creo que cuando no es nada más de lo mismo que ya conocemos al final y se convierte en nada. Pero es algo temporal ya que llevo una semana pensando que el Jack&Diane de J. Mellencamp se parece al grandioso inicio del no menos gran disco de Lou Reed (New York, 1989) Romeo had Julliette. Y sólo se parecen en unos acordes de la misma forma que con las dos me tomaría unas cervezas. El cerebro es un componente hermoso porque está absolutamente descontrolado y nos engaña.
Nos engaña como una oferta o jurándonos que esa vez es la definitiva aunque después, en el water o en la ducha, que es cuando no podemos escapar de los pensamientos que llegan a nosotros estando con los pantalones bajados o quitados, nos da todas y cada una de las razones por las que esa vez no, no es nada definitoria. Y cerramos detrás de nosotros la puerta al salir con los ojos como un cocainómano que viene del baño en medio de una revelación de mentira. Los drogadictos las ignorarán mañana y otros, los sanos fumadores que escuchan la marejada de los pensamientos, nos quedamos bloqueados casi hasta los 50.
Porque todas las razones son válidas y sin embargo los caminos son diferentes. Estoy cansado de vivir en los desvíos. Me he comprado una silla plegable para sentarme y, es curioso, delante de los carteles con direcciones diferentes nunca hay hierba, sólo tierra gastada.
Y canciones parecidas, esperando ser elegidas para el siguiente anuncio.
Todos los desvíos se parecen.
Pd: alguna vez un encrespado, rojizo, adecuado, nervioso y enérgico camino se iluminó delante de mí. Fui yo quien se perdió por no desprenderme de la silla. Ni del cerebro. Ni de algunos fantasmas que siempre están en el camino más allá de marzo.
Nos engaña como una oferta o jurándonos que esa vez es la definitiva aunque después, en el water o en la ducha, que es cuando no podemos escapar de los pensamientos que llegan a nosotros estando con los pantalones bajados o quitados, nos da todas y cada una de las razones por las que esa vez no, no es nada definitoria. Y cerramos detrás de nosotros la puerta al salir con los ojos como un cocainómano que viene del baño en medio de una revelación de mentira. Los drogadictos las ignorarán mañana y otros, los sanos fumadores que escuchan la marejada de los pensamientos, nos quedamos bloqueados casi hasta los 50.
Porque todas las razones son válidas y sin embargo los caminos son diferentes. Estoy cansado de vivir en los desvíos. Me he comprado una silla plegable para sentarme y, es curioso, delante de los carteles con direcciones diferentes nunca hay hierba, sólo tierra gastada.
Y canciones parecidas, esperando ser elegidas para el siguiente anuncio.
Todos los desvíos se parecen.
Pd: alguna vez un encrespado, rojizo, adecuado, nervioso y enérgico camino se iluminó delante de mí. Fui yo quien se perdió por no desprenderme de la silla. Ni del cerebro. Ni de algunos fantasmas que siempre están en el camino más allá de marzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario